29. El camino oscuro.
Las horas se alargaron en la quietud de la casa, y aunque el cuerpo descansaba, la mente no dejaba de atormentarme. Los pensamientos sobre Natan, la manada, el futuro de Rita y el mío propio, se mezclaban en un caos dentro de mí. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, el de mi hermano, el de mi enemigo, un hombre que no dudaba en destruir todo lo que tocaba por poder. Y entonces, la imagen de Rita aparecía, interponiéndose entre las sombras de mis pensamientos. Su mirada, su calma, me daban un refugio que ya no sabía si merecía.De repente, la puerta se abrió lentamente. Rita estaba en el umbral, su figura delicada, pero con una fuerza interior que yo había empezado a conocer. Era como una tormenta silenciosa, suave pero capaz de destruir todo a su paso si se lo proponía.—Luke… —dijo con voz baja, pero segura. Su expresión era seria, el mismo brillo de determinación en sus ojos que me había conquistado desde el primer momento.Me incorporé en la cama, mirándola sin entender p
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