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Todos los capítulos de El rival de mi esposo. : Capítulo 21 - Capítulo 28
28 chapters
Capítulo veintiuno: Amantes del pasado.
La pregunta a mí me estaba matando, pero a Austin parecía hacerlo feliz. Se montó en la cama con rapidez. Me eché hacía atrás hasta quedar al borde de la cama. Perdí el equilibrio y casi me fue de espaldas, pero Austin fue más rápido y tomó mi brazo, jalándome hasta estrecharme contra su cuerpo. Sus ojos tenían un brillo inusual.―¿Por qué preguntas? ¿Estás recordando algo? ¿Que viste? Sus preguntas respondieron la mía. Efectivamente, fuimos amantes en el pasado.―Pero… yo no me acuerdo. Entre más segundos pasaba, más me perdía. ―Pero irás recordando. Besó mi mejilla con lentitud, como lo haría un novio o un esposo. Me aparté con dificultad, mas logré que me soltara. Me miró, con los ojos agrandados. ―¿Por qué no recuerdo haberme acostado contigo? ―Un miedo creciente ocupó mi estómago, uno que buscaba una explicación―. ¿Me drogaste? ¿Por eso no recuerdo? No lo abofetee, pero se tambaleó como si lo hubiera hecho. Me encontraba de pie, lejos de la cama. Él se bajó de la cama y
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Capítulo veintidós: Traición.
De Williams lo sospechaba. Pero, ¿de mi padre? Era imposible.―Estás loco. ―Es la verdad.―Pero… ¿por qué? ¿Cómo? Una punzada recorrió el interior de mi cabeza. Sentí sus palabras como si mi estómago estuviera repleto de plata.―A tu padre no le convenía una alianza matrimonial con los Cooper. Porque el objetivo de tu padre era convertirse en el eje del país, pero mis padres ocupaban ese lugar. Y a diferencia de Williams, ellos ni yo hubiéramos aceptado el trato que ofrecía por tu mano. Jamás supe cuál era ese bendito trato. ―¿Qué ofrecía? Austin se sentó en la silla de la esquina, veía el piso. ―A ti a cambio de expandir el imperio Call. Apoyo incondicional, inversiones, ceder parte de la fortuna del esposo. En un matrimonio por conveniencia siempre ponen la cantidad de acciones que pasaría a la otra persona, es poco, pero lo suficiente para abrirte paso. Pero tu padre quería más, pidió más y consiguió más. ―¿Por qué Williams firmaría algo así? Me senté en la cama, procesand
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Capítulo veintitrés: mordidas.
Comí. Por primera vez en mi vida, se me olvidaron los modales a la hora de comer, devoré el plato lleno de tostadas, huevo y salchicha. Por suerte, no había nadie en la habitación. Era como si todo mi apetito sexual se transportó a mi estómago. Hoy tuve la mayor cantidad de sexo en mi vida, en un solo día. Era como si hubiera completado una rutina de ejercicio y eso me produjera un hambre insaciable. Tomé del jugo de naranja y me vestí con un conjunto que encontré en el closet. Pantalón negro estilo campana y una camisa rosa sin ninguna clase de manga, dejando al descubierto mis hombros, mi clavícula y la sutil línea de mis senos. Desde que me casé no me había podido vestir con libertad, jovial. Estuve encerrada entre faldas elegantes y vestidos de diseñador. Eso no estaba mal pero, de vez en cuando, me quería vestir como quisiera. Por más casada que estuviera y el tiempo que le dediqué a un hombre que no valió la pena, aún seguía siendo joven y merecía vivir la vida que me per
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Capítulo veinticuatro: divorcio.
Las venas me palpitaban al pensar en la reacción de Austin. ¿Qué expresión haría? Lastimosamente, no supe, porque me marché sin mirar atrás. Me subí al coche que pensé era el que me correspondía. Había dos hombres vestidos de negro en los asientos del frente. Me saludaron y se los devolví. No tuve que decirles mi destino, ellos ya se habían puesto en marcha. Las manos me sudaban al recordar a dónde iba. Me enfrentaría al hombre con el que me casé, con el que compartí cama por más de cinco años. El mismo hombre que me encerró y humilló. El viaje se me hizo muy corto para mí gusto. El auto se estacionó en la entrada y me bajé, pisando tierra firme con mis zapatos de tacón. Tragué saliva al ver a uno de los guardias que colaboró en mi encierro. Estaba a pasos de mí. Al reconocerme, notificó mi presencia por radio y se aproximó. Ambos guardias de Austin se pusieron frente a mí, protegiéndome como una barrera. Ni siquiera era capaz de ver al otro lado. De pronto, otros cuatro guardi
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Capítulo veinticinco: Enfrentando al esposo.
―Muy bien, que espere ―dije. Seguí disgustando las papitas mientras veía a Williams perder la paciencia por la impuntualidad. Ya pasó más de media hora y me importaba un rábano. Dejé que la radio reprodujera cinco canciones más antes de salir del coche. Sola. Ningún guardia se encontraba acompañándolo, por lo cual, yo tampoco necesitaba protección. Y estábamos en un lugar público. Los guardias de Austin quisieron protestar, mas no se los permití. Crucé la calle y me adentré en el restaurante. Aún era muy temprano para el almuerzo, aunque en mis planes no estaba el alimentarme en aquel lugar. Miré a Williams a los ojos mientras tomaba asiento. Pero él no pudo ver los míos debido a que le robé los lentes al guardia de las chucherías, para darme estilo. Los ojos de Williams destilaban odio, rencor y… asco. Eso último me revolvió el estómago. Sentía asco hacía mí por irme de la mano de otro hombre en el hospital. Y él no se veía en un espejo, lo que me hizo a mí y su engaño tan des
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Capítulo veintiséis: auto cinema.
Con las chucherías que brindó Austin, disfrutamos de un buen festín en el auto cinema. Lastimosamente, yo no contaba con dinero en aquellos momentos, para comprarme una gaseosa. Ni siquiera sé donde fueron a parar los dólares que conseguí al vender mis joyas. La docena de guardias se encontraban en el lugar, disfrutando de la película en blanco y negro. Era cómica. El chucherías y El parlanchín no dejaban de reír.―A propósito, ¿cómo se llaman?―Yo soy Kevin y él es Enrique ―dijo El chucherías. ―Un placer conocerlos. Ya sabrán mi nombre, pero sería maleducado de mi parte no seguirles el saludo. Soy Karina Whi… Karina Call. Aunque usar el apellido de mi padre no era una mejoría. No puedo decir que estoy molesta con él porque no he logrado procesar su traición. Ni siquiera era capaz de creerlo. Kevin se acomodó los lentes, lo vi desde el espejo retrovisor. ―El jefe no está muy contento. ―¿Austin te pidió que regresáramos? ―No. Pero no está muy feliz respecto al hecho de que est
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Capítulo veintisiete: Por mi divorcio.
―¿Quieres emborracharte?―¿Sabes cuántos años tengo sin tomar alcohol? Nunca fui muy bebedora. Pero estuve privada de siquiera probarlo por varios años debido a mi régimen para quedar embarazada.―Permíteme. Sacó un cuchillo de cocina del carrito.―No será necesario. Lo despojé del cuchillo de cocina con mucho cuidado. ―Aprendí hacer esto en la universidad ―añadí. Posicioné el cuchillo contra el cuello de la botella, apuntando al corcho. Y de un solo golpe, hice volar el corcho. La espuma salió como una cascada, manchando el piso. Serví dos copas. Brindamos.―Por tu divorcio. Sé que lo decía con fines románticos, de esperanza al quitar la traba de mi matrimonio de sus planes por conquistarme. Pero no me importaba. Algo dentro de mí se removía de alegría por liberarme de aquel papel que me mantenía atada a Williams. No solo era por su engaño, ni por su encierro, ni por su participación en mi escasez de recuerdo. Era más por mí, como mujer, como esposa; no me sentía satisfech
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Capítulo veintiocho:
Dejé el plato limpio. Austin no se había terminado su comida, su mente había pasado a procesar la información. ―Bien. Lo haré. Necesito la información de tu cuenta de banco. O, ¿lo quieres en efectivo?―No hemos discutido el precio. ―Tranquila ―Sonrió―. Yo no te haré regatear como el viejo de la casa de cambio. Te pagaré el doble de su valor. Las mejillas se me encendieron. ―No quiero el doble. Quiero que me pagues el precio justo. Su verdadero valor. Austin iba a seguir comiendo, pero se detuvo al escuchar mis palabras.―Acepta el bendito dinero. Es lo que vas a usar para tu futuro ―procesó mis palabras unos segundos―. Aunque tienes razón, despilfarra todo lo que quieras, igual te terminarás casando conmigo y mi dinero será tuyo.―Austin ―dije su nombre como una advertencia. Se encogió de hombros, dándole poca importancia. Comió con tranquilidad. En algún punto de la tarde, había abandonado la copa y me encontraba bebiendo directo de la botella.―Dame la botella ―exigió
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