Nicola regresó con Gabriella, quien sonreía ampliamente. Al verla, el corazón de Fabrizio dio un vuelco y sintió una punzada de dolor y deseo.Zia se apresuró a saludar a la recién llegada.—¡Gabriella, me alegra mucho verte! ¿Cómo va todo? Aún me debes una visita —dijo Zia, con una sonrisa amplia.—¡Oh, Zia! Lo siento, sé que te prometí una visita, pero he tenido tanto trabajo que ni te imaginas. Pero no lo he olvidado —respondió Gabriella, con una sonrisa apenada.Fabrizio tragó saliva y se obligó a sonreír. La batalla interna de Fabrizio continuaba. Sabía que no podía seguir así, tenía que tomar una decisión.“¿Luchar por ella? ¿Pero cómo, cuando el rival es su hermano?”, pensaba Fabrizio, sintiendo una mezcla de frustración y desesperanza.Fabrizio permaneció en silencio, con la mirada inmersa en los documentos que tenía en su mano, aunque no les prestaba atención. Pero si algo tenía Gabriella, era buena educación, y saludó al hombre sin sentimientos que tenía enfrente.—Hola, Fab
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