Dante necesitaba desahogarse, durante toda la noche planeó el ataque, y apenas hace unos minutos Alonzo había salido con varios hombres a recuperar su mansión.Llevó las manos a su polla, necesitaba algo de acción, y quién mejor que su esposa, “Aurora”, quien apenas había podido pegar sus ojos en toda la noche, era como un alma en pena, en busca de poder escapar de ese infierno al que solo un hombre la había llevado.Se había levantado temprano, y observaba desde el cristal como salían varias camionetas con hombres armados.Dante subió las escaleras con pasos firmes, el eco en sus pasos resonaban en la casa silenciosa. Abrió la puerta sin tocar, encontrando a Aurora de espaldas a él, observando la ventana. La luz tenue resaltaba la silueta de su diminuto pijama.Se apoyó en el marco de la puerta, estudiándola con una mirada fría antes de hablar, sabía que ella no tenía la culpa de nada, aún así, ella era su prisionera.—Es peligroso pararse ahí tan despreocupada, podrías volver intent
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