Dante llegó a la mansión de Alonzo en medio de la noche, con el ceño fruncido y una expresión sombría. Afuera, la lluvia golpeaba el suelo con fuerza, como si la tormenta reflejara su estado de ánimo. Apenas cruzó la puerta principal, uno de sus hombres de confianza se acercó con cautela. —Señor, su esposa ha intentado escapar nuevamente —informó con voz temblorosa, Dante suspiró con evidente molestia, pasándose una mano por el rostro antes de avanzar con paso firme hacia la habitación donde la tenían retenida, la habitación de Alonzo.Aurora estaba de pie junto a la ventana, con el vestido arrugado y el cabello revuelto. Sus ojos reflejaban una furia contenida, pero también un dolor profundo, solo quería salir de ahí, pero por lo visto le iba hacer imposible.Cuando la puerta se abrió de golpe y Dante entró en la habitación, ella ni siquiera se inmutó. Él la observó en silencio por un momento, intentando descifrar sus pensamientos. —No importa cuántas veces lo intentes, Aurora. Nu
Dante necesitaba desahogarse, durante toda la noche planeó el ataque, y apenas hace unos minutos Alonzo había salido con varios hombres a recuperar su mansión.Llevó las manos a su polla, necesitaba algo de acción, y quién mejor que su esposa, “Aurora”, quien apenas había podido pegar sus ojos en toda la noche, era como un alma en pena, en busca de poder escapar de ese infierno al que solo un hombre la había llevado.Se había levantado temprano, y observaba desde el cristal como salían varias camionetas con hombres armados.Dante subió las escaleras con pasos firmes, el eco en sus pasos resonaban en la casa silenciosa. Abrió la puerta sin tocar, encontrando a Aurora de espaldas a él, observando la ventana. La luz tenue resaltaba la silueta de su diminuto pijama.Se apoyó en el marco de la puerta, estudiándola con una mirada fría antes de hablar, sabía que ella no tenía la culpa de nada, aún así, ella era su prisionera.—Es peligroso pararse ahí tan despreocupada, podrías volver intent
Las camionetas avanzaban en fila por el camino polvoriento, ya solo faltaba poco para poder llegar a la mansión. Las llantas del auto rechinaron al ver que llegaban por fin a su destino, todos se bajaron rápidamente con sus armas en las manos.Alonzo llegó con una docena de hombres, moviéndose desde hacía entrada principal de la mansión, varios hombres de Antonio reaccionaron, apenas logrando sacar sus armas antes de ser abatidos por la ráfaga de balas.Alonzo junto con sus hombres quitaban de su caminó a cada hombre que se encontraban en la entrada de la mansión.El sonido de los disparos resonó en los pasillos mientras los hombres armados de Alonzo despejaban cada habitación con sangre y fuego, una sonrisa se dibujó en la boca de Alonzo al ver que muy pronto tendrán todo bajó control.Ulises, se movió rápido debía hacer un contra ataque contra Alonzo. Reunió a los pocos hombres que quedaban en pie y los condujo hacia la escalera principal.No había tiempo para estrategias, solo par
No muy lejos de la mansión, un hombre de traje negro se mantenía en silencio, sentado en el asiento trasero del elegante Maserati negro con vidrios polarizados. Su mirada fría y calculadora se posaba en la enorme mansión frente a él, aún tenía su ceño fruncido, no había podido ver a su objetivo, su verdadero objetivoAlzó su mirada y distinguió a varios hombres armados descendiendo de camionetas blindadas, moviéndose con rapidez. No era una simple visita, era una toma. Sus planes acababan de complicarse.Apoyó un codo en el descansabrazos y entrecerró los ojos mientras analizaba la situación. No tenía suficiente gente con él en ese momento, y enfrentarse a esos hombres sin una estrategia clara sería un suicidio. Sus dedos se movían impacientemente contra la tapicería del auto, un gesto sutil de impaciencia. Finalmente, tomó una decisión. Sin girarse, habló con voz firme y pausada.—¡Arranca! arranca de una buena vez. —El conductor asintió sin hacer preguntas, y con un giro suave de
Alonzo estaba feliz, vaya que sí, se sentó en uno de los escalones, tomó su teléfono y marcó el número de Dante con precisión, la sonrisa en su rostro estaba más grande que nunca, la vuelta a la acción había sido todo un éxito —Todo está en orden, ya puedes volver a la mansión, eso sí, te aconsejo que busques un diseñador de interiores, tu primo tiene muy mal gusto —informó Alonzo, sin necesidad de agregar más detalles. Sabía que Dante entendía perfectamente lo que eso significaba: los problemas habían sido resueltos, por ahora los traidores habían sido silenciados y la seguridad estaba garantizada.Dante escuchó las palabras de su amigo y asintió para sí mismo, aunque Alonzo no pudiera verlo. No necesitaba preguntar nada más. Confiaba en él tanto como en su propia intuición, y si decía que era seguro regresar, entonces así era. Sin más preámbulos, colgó el teléfono y lo dejó sobre la mesa de madera. Una sensación de satisfacción recorrió su cuerpo.Una leve sonrisa apareció en sus
Dante caminó con pasos pesados hacia su biblioteca, con la mandíbula tensa y los pensamientos ardiendo en su mente. Apenas cruzó la puerta, cerró la puerta de un fuerte golpe, haciendo temblar todo a su alrededor. La furia latía en su pecho, pero en lugar de desatarla, se dirigió al mueble de licor, tomó una botella de whisky y sirvió un enorme trago en un vaso de cristal. Con la mirada perdida en el líquido ámbar, lo giró lentamente entre sus dedos antes de llevárselo a los labios, buscando en el ardor del alcohol la calma que no lograba encontrar.Alonzo dejó escapar un suspiro ahogado, mientras sentía el alivio en su brazo derecho gracias a las manos firmes y precisas de Aurora. Con esfuerzo, se incorporó, apoyándose en el brazo que ella le ofrecía. Sus ojos oscuros se posaron en los de ella con una gratitud silenciosa antes de murmurar: —Gracias, Aurora. No todos aquí se habrían tomado la molestia —dijo Alonzo esbozando una leve sonrisa, una rara muestra de vulnerabilidad en un
Aurora se encargó de ayudar a los hombres que aún seguían heridos. Respiró profundo, miró hacia la biblioteca y caminó con paso firme, aunque en su interior algo le decía que no debía estar ahí. Ella respiró profundo y apenas cruzó la puerta, una voz llena de furia la golpeó de lleno.—¡Lárgate de aquí! —rugió Dante, con los ojos encendidos de rabia.Aurora se quedó paralizada por un instante, incapaz de reaccionar ante la intensidad de su ira. Fue entonces cuando sintió la mirada de Alonzo sobre ella. Con un gesto sutil de la mano, le indicó que se marchara. No había lugar para ella en ese momento. Aurora trago saliva y sintiendo que el corazón se le salía del pecho, se giró sobre sus talones y salió corriendo, sin mirar atrás.Alonzo esperó a que la puerta se cerrara tras ella antes de acercarse a Dante.—Tienes que calmarte. No puedes dejar que la ira te consuma de esta manera —dijo Alonzo con voz firme, pero tranquilaDante respiro agitadamente, con las manos apretadas en los pu
El vaso de whisky se vació entre los labios de Dante, una y otra vez. La quemadura del alcohol no era suficiente para apagar la furia dentro de él, pero al menos le daba una ilusión de control. Su brazo descansaba con pesadez sobre el respaldo del sofá, mientras la mujer en su regazo le acariciaba el cuello con labios suaves y cálidos.Él la dejó hacer. No porque le interesara realmente, sino porque era más fácil perderse en una caricia superficial que seguir ahogándose en pensamientos de traición.“Maldita, fuiste muy hábil al revolcarte con Antonio sin que me diera cuenta. Ja, vaya ahora entiendo por qué el muy maldito te mato, por zorra” dijo Dante mientras llevaba un trago de whisky a su boca.La mujer a su lado sonrió, inclinándose más, susurrándole algo al oído, algo que él ni siquiera escuchó. Sus dedos fríos se deslizaron por la tela de su camisa, provocándolo, incitándolo a olvidarlo todo por un momento. Dante no pensó. Sujetó su rostro con fuerza y la besó. Un beso hambrien