Volví al casino, pero con los nervios a flor de piel. Jonathan resultaba ser más peligroso de lo que yo había anticipado, no, mejor dicho, era peor de lo que Samuel seguro creía. Hasta ahora, me tomaba sus amenazas contra mi hermano como un mero efecto de su odio, pero le creía incapaz de hacerle daño. Bueno, eso acababa de cambiar. Ahora sabía que Jonathan Verstappen era perfectamente capaz de ir tras mi hermano y matarlo. La vida de Samuel peligraba y él no lo sabía, por eso no respondía a mis llamadas. Sin embargo, yo lo sabía. Con la mayor calma que pude fingir, resistí el resto de la noche. Incluso cuando Jonathan regresó, yo aparenté no haber visto lo que vi y me comporté como siempre. Ambos bebimos y conversamos con sus invitados, yo aparentando ser su esposa y él fingiendo magníficamente no ser un criminal de alto cargo. Cuando llegamos a casa, él enseguida se arrancó la ropa y, totalmente ebrio, me sometió en la sala. —Hoy estás extrañamente cooperativa —apuntó jadeante, a
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