Todos los capítulos de EL VIENTRE HUMANO PARA LOS CACHORROS DEL ALFA: Capítulo 91 - Capítulo 100
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91. ERES MÍA, SOLAMENTE MÍA
CLARIS: Podía sentir cómo la vida se deslizaba de mí poco a poco, como si alguien la estuviera robando sin piedad. Traté de moverme, de despertar, de gritar el nombre de Kieran, de mamá, incluso de Clara, pero mi cuerpo no respondía. Mis labios permanecían cerrados, al igual que mis ojos. Había algo que drenaba mi fuerza, mi esencia, como si quisiera arrancarme todo lo que soy.   Entre esa penumbra que me cegaba, el aullido seguía vivo. Retumbaba en lo más profundo de mi conciencia, una y otra vez, insistiendo, demandando mi obediencia. Atravesaba el muro de la oscuridad que me envolvía. Me llamaba. Alguien esperaba por mí, alguien me exigía que fuera hacia él; y yo estaba segura, tan segura como de mi propio aliento, de que yo le pertenecía a Kieran, no a ese otro.   Los cachorros en mi vientre se agitaban, luchaban por mantenerme con
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92. SIEMPRE JUNTOS
KIERAN: La emoción casi me desbordó al ver los ojos verdes de Claris parpadear suavemente desde el cuerpo de Lúmina. Una calidez indescriptible se encendió en mi pecho, expandiéndose hasta mis extremidades. Era ella. Mi Claris, mi Luna, había vuelto a mí. Mis manos instintivamente la sostuvieron con más firmeza, como si temiera que un simple descuido pudiera arrancármela de nuevo.   Antes de que pudiera asustarse al verse aún en forma de loba, usé toda la conexión que teníamos para guiarla de regreso a su forma humana. Fue como un susurro compartido entre nuestras almas, un suave empuje que ella no resistió. Y así, en un resplandor que parecía detener el tiempo, mi Claris regresó. No mi loba, sino mi mujer, mi todo.  La tenía frente a mí, frágil y poderosa al mismo tiempo, con los mechones oscuros cayendo
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93. LA VERDADERA HISTORIA
KIERAN: Luego de escuchar la terrible historia de la familia de mi Luna, cada detalle cayó como un golpe seco que resonaba en mi mente. Había salvado a las niñas sin saber quiénes eran realmente y, mucho menos, lo que significarían para mí en el futuro. Giré hacia Elena cuando relató la parte más dolorosa, aquella en la que, bajo una lluvia implacable, se vio obligada a dejarlas solas en el bosque, rodeadas por la oscuridad y la amenaza de los lobos del norte, mientras ella intentaba despistar a sus perseguidores.   Vorn, el Alfa de la manada del norte, había estado tras ella. Persistente. Implacable. Pensaba que Clara y Claris eran sus hijas, engañado por el inconfundible poder que emanaba de las Lobas Lunares, su energía única que él podía percibir gracias al poder de su linaje. Verlas como su propia sangre no solo lo impulsaba a reclamarlas, sino q
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94. LA HUÍDA
FENRIS: Sabía que el tiempo apremiaba, pero comprendía que mi Alfa tenía que salvar a su Luna, por lo que me dediqué a evacuar a toda la manada mientras él resolvía el problema con ella.  —Rafe, ¿ya se fueron todos? —pregunté al verlo llegar agitado. Su respiración era pesada y el sudor resbalaba por su frente. Lo vi intentando recomponerse al apoyarse en el marco de la puerta antes de contestar. —¿Qué sucede?  —Sarah se unió a los lobos del norte, está con Vorn y Chandra Selene tratando de entrar por la puerta sur. Tenemos que irnos, Fenris. Ya tengo el helicóptero encendido. ¿Pudiste preparar algo que Sarah no sepa? —preguntó, dirigiendo de vez en cuando una mirada rápida y tensa hacia la habitación de nuestro Alfa, como si esperara que en un segundo Kieran apareciera.  —S&iac
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95. EL ESCAPE DE GAEL
GAEL: Había traicionado a mi único primo durante demasiado tiempo para complacer a mi pareja destinada, alguien que nunca me apreció. Pero no más. El alivio se apoderó de mí al llegar a la terraza y ver cómo el helicóptero con él y los demás despegaba, desafiando el caos que nos rodeaba. Lo seguí con la mirada, fijándome en la manera en que su cuerpo entero transmitía determinación, dispuesto a lanzarse en mi ayuda una vez más, algo que había hecho toda su vida.   Desde que perdimos a nuestros padres, Kieran se había convertido en mi protector. Yo, débil y torpe en un mundo que valoraba la fuerza, había encontrado consuelo en los estudios, lo que resultó en una carrera en medicina que, al menos en mi mente, me haría útil para la manada. Pero ni siquiera eso podía borrar lo que había hecho.
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96. REGRESO A LOS ORÍGENES
KIERAN:Miraba a mi Luna dormida en mi regazo mientras la noche extendía su manto sobre el universo, infinito y silencioso. Sentía un peso en el pecho, un dolor que no se atenuaba. Dejar a mi primo atrás había sido una herida que aún sangraba, pero sabía que era necesario. Mi única esperanza era que el plan de Fenris hubiera dado resultado y que Gael pudiera sobrevivir hasta nuestro regreso.El helicóptero comenzó a descender entre el espeso follaje, abriéndose paso hacia un pequeño claro escondido entre los árboles, apenas distinguible desde lo alto. Las ráfagas de aire levantaban las hojas secas, formando remolinos que danzaban bajo las palas del rotor. Finalmente, el estruendo del motor se apagó y todo quedó en un silencio cargado de expectativa. Rafe fue el primero en saltar al suelo, seguido de Elena. Juntos abrieron las puertas para ayudarme a bajar c
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97. CONTINUACIÓN
KIERAN:Esa creciente curiosidad iluminó su mirada mientras seguía mis pasos, pero no quise revelarle nada aún. Era algo que mi madre había mantenido en secreto casi toda su vida; un lugar que solo mi padre y yo habíamos conocido. Su retiro espiritual, como ella lo llamaba.Cuando llegamos a la casa, vimos a las dos parejas en la entrada, riendo entre ellos mientras sus manos permanecían entrelazadas, como si hubiera algo invisible que los uniera de forma permanente. Fenris lanzó una mirada al verme, con una alegría contenida; la tensión de los últimos meses parecía haberse desvanecido al menos por ese momento.—Qué bueno que los veo —dije mientras Claris me seguía. —Acompáñenme al retiro de mi madre. Estoy seguro de que los enemigos no pudieron dar con él, y además, a Sarah jamás le fue permitido visitar esa ala de la casa.
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98. LA LOBA LUNAR MÍSTICA
KIERAN:Levantar una sola pata alteró todo a su alrededor. Al tocar el agua de la fuente, esta comenzó a moverse de forma hipnótica, alzándose en formas y figuras que desafiaban la lógica, cobrando vida frente a mis ojos. Era una energía indomable, un pulso tan profundo como las raíces primigenias de la tierra misma, incontenible y absoluto.—Soy yo… —aseguró con firmeza.Todo dentro de mí reaccionó de inmediato. El recuerdo de mi madre vino a mí, vívido como un destello abrumador. Una chispa olvidada en mi memoria, pero esta era mi Luna. Un rugido profundo y feroz brotó de mi pecho, sacudiendo el aire mientras me transformaba en mi lobo.—Lúmina… —gruñó Atka desde lo más profundo de mí, reconociéndola como nuestra mitad—. Soy tu lobo.Ella inclinó levemente la cabeza, en un
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99. SARAH 
SARAH:Gritaba con rabia, furiosa, desde la oscura y húmeda prisión donde los humanos me mantenían encerrada. Había creído, con ingenua arrogancia, que presentarme como la esposa del doctor Gael —el mismo al que estos humanos, bajo las órdenes del Beta Fenris, habían rescatado y llevado a un lugar seguro— me abriría las puertas de la libertad y me permitiría ir tras Kieran. Pero estaba equivocada. Me encontraba atrapada en un espacio que olía a miedo, polvo y metal oxidado. La desesperación comenzaba a rasgar mis pensamientos. A pesar de no saber con certeza hacia dónde Kieran había ido, confiaba en que me sería fácil descubrirlo si lograba salir. No era solo intuición: Kieran parecía haber olvidado que, hace muchos años, había creado un vínculo conmigo cuando éramos jóvenes, un lazo fraternal que nos permitía sentirnos mutuamente a la distancia. A lo largo del tiempo, había explotado esa conexión hasta sus límites, pero tal parecía que él ahora lo ignoraba. Su descuido podría jugar
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100. EL DOCTOR GAEL Y SU REDENCIÓN
GAEL: Me habían llevado a una casa desconocida. El policía, amablemente me dijo que vendrían pronto por mí para llevarme al hospital. Sentí un escalofrío recorrerme al escuchar eso. Aunque las heridas dolían con cada movimiento, me negaba rotundamente a que un médico humano se involucrara. No podía permitírmelo. Era un lobo, y sabía que con el tiempo las heridas sanarían por sí solas. —Muchas gracias, soy doctor —le dije, tratando de sonar seguro—, y le aseguro que no tengo nada grave. Me curaré yo mismo. Gracias por toda su ayuda. El hombre asintió algo desconcertado, pero finalmente me dejó marchar después de un firme apretón de manos. Respiré profundamente. No podía permitirme perder más tiempo. Lo primero fue buscar un teléfono. Tenía que informar. Marqué con dedos temblorosos un número que ni siquiera Sarah conocía. Solo Kieran y yo lo teníamos; insistí en esa precaución. La línea sonó varias veces, estaba a punto de perder las esperanzas cuando escuché su voz al otr
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