Miré el reloj, ya era tarde y supuse que todos estarían dormidos. Cuando me necesitaban, eran puras amabilidades, ¿y ahora? Ni una llamada de preocupación.Al abrir la puerta de casa, un grito agudo me sobresaltó. —¡Ay, Mariano, tengo miedo! —Encendí la luz rápidamente y encontré a Fabiola acurrucada en los brazos de Mariano, con ojos llorosos.Al ver esta escena, la sangre me hirvió y, sin pensarlo, le di una bofetada a Fabiola. Ella primero quedó atónita, luego empezó a llorar. Mariano, al verla "herida", saltó en su defensa: —¡Valeria, estás loca! Solo veíamos una película por aburrimiento, ¡no sabíamos que era de terror! ¡Se asustó cuando abriste la puerta y por eso se refugió en mí!—¿Ver una película requiere abrazarse? Si no hubiera llegado, ¿habrían terminado durmiendo juntos? Me ignoras todo el día pero ves películas a oscuras con tu amiguita. ¿Quieres que lo discutamos en público?Mariano, rojo de ira, balbuceó: —Tú... ¡te has vuelto una arpía!Les rodé los ojos: —Sí, sí, soy
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