Capítulo 8
Me pasé dos horas esperando a Mariano en el ayuntamiento cuando recibí una llamada de mi madre: —Valeria, ¿qué pasó con Mariano? ¡Toda su familia se instaló en nuestra casa!

Mi cabeza dio vueltas – su descaro no tenía límites. Después de calmar a mis padres, manejé directo a casa. Al abrir la puerta, encontré a mis suegros cómodamente sentados comiendo fruta mientras mis padres, furiosos, se escondían en su habitación.

Mi suegra se acercó, tomando mi bolso servicialmente: —Valeria, debes estar cansada. ¿Has comido? Haré que la empleada te prepare algo.

Fruncí el ceño, realmente se creían dueños de la casa de mis padres. —¿Qué hacen aquí? ¡Váyanse!

Mi suegro arrojó su vaso al suelo. —Valeria, te has vuelto muy arrogante. ¿La casa de tus padres? Como no tienen hijo varón, todo será nuestro eventualmente. ¿Qué problema hay en que vivamos aquí?

Su lógica absurda me hizo reír. —¿Dónde está Mariano? ¿No dijimos que nos divorciaríamos hoy? ¿Dónde está el cobarde?

Mariano salió del baño a rega
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