Sus antebrazos estaban tensos, el cuello marcado por la fuerza que ejercía, y su mandíbula parecía al borde de quebrarse. Verlo así, desmoronándose dentro de ella, le despertó algo nuevo. El placer se intensificó, y con ello, un deseo creciente. Le gustaba verlo perder el control, sí, pero ahora que
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