Cubriéndose el pecho con una mano, se permitió esbozar una leve sonrisa, consciente de que lo tenía completamente bajo su control. Era su momento. —Dime que me quite las manos —demandó Aisling, con voz suave pero desafiante. —Liebling, no juegues —advirtió Alaric, con los ojos entrecerrados. —No
—Eres perfecta —arrulló él. El orgullo la atravesó como una bala, y redobló sus esfuerzos mientras él se hundía en su garganta. Los ojos de Aisling se llenaron de lágrimas y un ligero dolor apareció en su mandíbula. «¿Cómo voy a seguir haciendo esto?», pensó. Todavía no se acostumbraba. Sentía
Sus respiraciones se mezclaban en el aire, entrelazándose con cada embestida. Cuando él se movía, sus labios rozaban los de ella en cada vaivén, mientras una punzada de dolor profundo se transformaba en una palpitación intensa, como una magulladura en lo más hondo de su ser. Aisling eligió concentra
Sus antebrazos estaban tensos, el cuello marcado por la fuerza que ejercía, y su mandíbula parecía al borde de quebrarse. Verlo así, desmoronándose dentro de ella, le despertó algo nuevo. El placer se intensificó, y con ello, un deseo creciente. Le gustaba verlo perder el control, sí, pero ahora que
Aisling no podía moverse. Sus articulaciones ardían de dolor, y su entrepierna aún más. La luz que se filtraba por el tragaluz y los ventanales le resultaba insoportable, así que se esforzó por incorporarse en la cama, aunque su cuerpo apenas le respondía. Alaric yacía a su lado, con un brazo desca
El momento se rompió cuando Alaric frunció el ceño con irritación al escuchar que tocaban la puerta. Odiaba las interrupciones. Abrió la puerta con fastidio, encontrándose con Gerd, su asistente. —¿Qué sucede? —preguntó, su expresión suave desapareciendo al instante, reemplazada por su habitual du
Mientras el auto avanzaba, el corazón de Aisling latía con fuerza, agitado y temeroso. Estaba sentada sobre las piernas de Alaric, mientras Gerd conducía de regreso a Berlín tras haber sido recibidos por los hombres de Alaric en el puerto de Emden. ¿Qué pasó con la promesa? Alaric le había asegurad
Sus manos temblaban, estaba nerviosa y su corazón latía acelerado. Sabía que tenía que actuar, cortar su relación con Marcus lo antes posible. El miedo a que Alaric descubriera algo la asfixiaba. —¿Aisling? —la voz de Marcus sonó perpleja al otro lado—. ¿De verdad eres tú?. —Sí, soy yo —respondió