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41. Haz lo que dice.
El disparo retumba en el almacén como el trueno antes de una tormenta, paralizando a todos en su lugar. El eco de la detonación resuena entre los muros de concreto, y por un breve instante, todo parece congelarse. Vicente me mira, sus ojos oscuros parpadean, pero no con miedo. No, él nunca mostraría miedo. Su rostro es una máscara de sorpresa e incredulidad, como si no pudiera comprender que algo estuviera fuera de su control.El guardia que me apuntaba está en el suelo, con un agujero limpio en la frente. Perfecto.Antes de que nadie pueda reaccionar, doy un paso atrás, aprovechando la conmoción para lanzarme hacia la izquierda, donde otro guardia desenfunda su arma demasiado tarde. Le golpeo el brazo, haciendo que la pistola caiga con un ruido metálico al suelo. Me lanzo a por ella, rodando en el piso sucio del almacén, y en un abrir y cerrar de ojos, la tengo en mis manos. Ahora soy yo la que apunta.<
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42.  Nadie vendrá aquí.
Ferrer me lanza una mirada de odio, pero asiente. Lo tomo del brazo y lo empujo hacia la salida, con el arma apuntando a su espalda. Los guardias no hacen ningún movimiento, intimidados por el caos inesperado de la situación. No es así como esperaban que terminara la noche.—Nos volveremos a ver, Valeria —la voz de Vicente me sigue mientras salimos del almacén, tan fría como el acero—. Esto no ha terminado.—Eso espero —le respondo, sin mirarlo—. Porque la próxima vez, no seré tan misericordiosa.Salgo del almacén, empujando a Ferrer por delante de mí, y desaparecemos en la oscuridad de la noche, mezclándonos con las sombras del puerto. Sé que Vicente me perseguirá. Lo conozco lo suficiente como para saber que no aceptará esta derrota. Pero esta vez, no estoy huyendo. Esta vez, tengo el control. Y con Ferrer en mis manos, tengo el poder de derrumbar su imperio desde los cimientos.Nos dirigimos hacia un coche que había dejado listo, escondido en una esquina del puerto. Ferrer, aún en
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