Lo empujo hacia el interior del edificio. El lugar huele a polvo, a metal oxidado y abandono. Ferrer tropieza un poco al entrar, mirando a su alrededor, buscando una salida que no existe. Lo coloco en una silla que encontré en medio de lo que probablemente fue una oficina hace décadas, y lo ato con una cuerda que saqué del maletero. Siempre preparada.—¿Qué es lo que quieres, Valeria? —pregunta, ya más desesperado. Su tono se ha vuelto más agudo—. Vicente va a matarte cuando se entere de esto. No tienes idea de en qué te estás metiendo.—¿No tengo idea? —digo, riendo con un sarcasmo afilado—. Ferrer, llevo años metida en esta mierda. ¿De verdad crees que no sé quién es Vicente? ¿Qué no sé lo que es capaz de hacer? Tú solo eres una ficha en su juego, igual que todos los demás. Pero yo… —me acerco a él, inclinándome lo suficiente para que vea la decisión en mis ojos— yo soy el maldito tablero.Él me mira, parpadeando, procesando lo que acaba de escuchar. Lo tengo justo donde quiero. Aho
Salgo del edificio sin mirar atrás, mi mente completamente enfocada en lo que viene. El tablero está listo, y Vicente ni siquiera sabe que la partida ya comenzó. Con esta información, tengo la ventaja que he estado buscando durante tanto tiempo.Mientras conduzco por las calles vacías, solo un pensamiento ocupa mi mente: esto va a terminar pronto. Pero cuando lo haga, será bajo mis términos, no los suyos. Y Vicente, el hombre que creyó tenerme atrapada en su red, verá cómo todo lo que construyó se derrumba frente a él.El motor del coche ronronea bajo mis manos mientras las luces de la ciudad comienzan a aparecer a lo lejos. El silencio de la noche se mezcla con el zumbido constante de mi cabeza, donde las piezas del plan comienzan a encajar perfectamente. Vicente no sabe lo que le viene encima, y ese pensamiento me da una sensación de poder que no había sentido en mucho tiempo.Mientras conduzco, repaso la información que Ferrer me dio. La reunión clave entre Vicente y los cárteles s
Tres días después, la luna brilla intensamente sobre la mansión en las colinas. El aire es frío y tenso, como si incluso el cielo supiera que algo grande está a punto de suceder. Desde un mirador en lo alto, observo cómo las luces de los coches se acercan al portón. Los cárteles han llegado, y Vicente, siempre tan confiado, los recibirá con los brazos abiertos, creyendo que su expansión está garantizada. Pobre idiota. En el maletero de mi coche, tengo todo lo que necesito para hacer que esta noche termine de la peor manera para él. Pruebas documentadas, grabaciones de Ferrer detallando cada aspecto del trato, e incluso algunas fotos comprometedoras que aseguran que ningún abogado pueda salvar a Vicente de lo que está por venir. Pero aún mejor que eso: he colocado un micrófono en el interior de la mansión. Todo lo que digan y acuerden esta noche será grabado y transmitido a las autoridadees… aunque no sean las más limpias. Lentamente, camino por el perímetro de la mansión, mantenién
Desde mi posición en el despacho privado, puedo oír cómo la situación abajo se transforma de euforia en puro pánico. Los guardias de Vicente corren de un lado a otro, desorientados, sin saber si enfrentarse a las autoridades o huir. Y Vicente… oh, Vicente. Puedo imaginarme su rostro en este momento: una mezcla de furia y desconcierto. Su mente, siempre fría y calculadora, intentando procesar lo imposible. Esto no puede estar ocurriendo, no a él. Pero sí, esto está ocurriendo.Me asomo un poco por la puerta, observando la escena desde las sombras. Los hombres de los cárteles también están confundidos, mirándose entre sí como si buscaran culpables. Algunos comienzan a retroceder, otros buscan la salida más cercana. No hay escapatoria. Las fuerzas del orden, aunque corruptas, cumplen su papel cuando el precio es correcto, y esta vez yo me aseguré de que lo fuera.Mientras todo se desmorona a su alrededor, Vicente entiende que algo está mal. Algo está muy mal. No es solo una redada; es un
El ruido de las sirenas se intensifica fuera. Los gritos de la policía y el caos abajo nos envuelven, pero aquí, en este pequeño despacho, solo estamos él y yo, en el último acto de nuestra guerra privada.Vicente me mira con una intensidad asesina. Sé que en su mente está planeando mil maneras de matarme, si pudiera. Pero no puede. No ahora. No así.—Dime algo, Vicente —le digo, inclinándome un poco hacia él—. ¿Realmente pensaste que podías controlarme para siempre? ¿Que siempre estaría bailando al son de tu música? Porque si es así, realmente me subestimaste.Él no responde. La pistola sigue en su mano, pero no se mueve. Después de lo que parece una eternidad, baja el arma. Sabe que es inútil. Sabe que no hay salida.—Esta historia no ha terminado —me dice, con una amenaza implícita en cada palabra—. Vendrán por ti. Siempre lo hacen.—Que lo intenten —respondo, dándole una última sonrisa antes de dar media vuelta y salir del despacho.Camino por el pasillo mientras escucho los pasos
Llego a mi apartamento, cierro la puerta tras de mí y dejo caer mi abrigo en el respaldo de una silla. La calma de la noche me envuelve, pero no hay alivio. Solo una sensación de vigilancia constante, una consciencia de que la caída de Vicente ha sacudido más de un árbol, y quienes estaban al acecho ahora pondrán sus ojos en mí.Me sirvo una copa de vino y me dejo caer en el sillón. Afuera, la ciudad sigue viva, ajena al drama que se acaba de desarrollar en las colinas. Para ellos, nada ha cambiado, pero para mí, todo lo ha hecho. ¿Y ahora qué?Los primeros en mover ficha serán los socios de Vicente. Algunos de ellos, asustados por el golpe policial, se esconderán. Otros, más ambiciosos, verán su caída como una oportunidad para ocupar su lugar. Y yo estoy en medio de todo esto, en el centro de una tormenta que apenas comienza.Apuro el vino, dejando que el calor me recorra. Ferrer será el primero en caer. Ya no me sirve y, como Vicente, ha cometido el error de subestimarme. Una reunió
La puerta del bar se cierra detrás de Ferrer, y con ella el último vestigio de resistencia en mi plan. Lo veo arrastrado hacia el coche sin ningún atisbo de la arrogancia que tanto le gustaba exhibir. Pobrecillo, creía que iba a ser mi socio en este nuevo capítulo, pero no entendía que yo no comparto el poder. Nunca lo he hecho, y ahora menos.Me dejo caer nuevamente en la silla, disfrutando del momento, dejando que la tranquilidad que sigue al caos se asiente en mí. Ferrer fuera, Vicente encarcelado, y el trono de esta ciudad está vacío, pero no por mucho tiempo. Porque aunque el mundo del crimen no se detiene nunca, siempre necesita un líder. Y esta vez, ese líder seré yo.Ajusto mi abrigo y salgo del bar, respirando profundamente el aire frío de la mañana. Las calles de la ciudad ya están comenzando a llenarse de vida, gente que sigue con su rutina diaria, completamente ajena al mundo subterráneo que mueve los hilos de todo. Me deslizo entre ellos como un fantasma, invisible, intoc
Llego a mi coche y me quedo unos momentos en el asiento del conductor, pensando. La ciudad sigue su curso, ajena a lo que se avecina. Rodrigo quiere una alianza, pero yo sé que, en el fondo, él solo busca debilitarme desde dentro. Si acepto su trato, tendré que mantenerlo bajo control, siempre a la defensiva. Si lo rechazo, lo más probable es que desate una guerra. Ninguna de las opciones es sencilla, pero eso nunca me ha detenido antes.Arranco el coche y conduzco sin un destino claro, dejándome llevar por la monotonía del tráfico. Mientras las calles pasan a mi lado, voy elaborando un plan. Rodrigo será útil por ahora, pero solo hasta que encuentre una manera de deshacerme de él también. En este mundo, los amigos son solo enemigos en pausa, y yo no tengo intenciones de darle una oportunidad para mover ficha antes que yo.Llego a mi apartamento. Subo las escaleras, y al abrir la puerta, el sonido del silencio me envuelve de nuevo. Me sirvo otra copa de vino, observando la ciudad desd