El ruido de las sirenas se intensifica fuera. Los gritos de la policía y el caos abajo nos envuelven, pero aquí, en este pequeño despacho, solo estamos él y yo, en el último acto de nuestra guerra privada.Vicente me mira con una intensidad asesina. Sé que en su mente está planeando mil maneras de matarme, si pudiera. Pero no puede. No ahora. No así.—Dime algo, Vicente —le digo, inclinándome un poco hacia él—. ¿Realmente pensaste que podías controlarme para siempre? ¿Que siempre estaría bailando al son de tu música? Porque si es así, realmente me subestimaste.Él no responde. La pistola sigue en su mano, pero no se mueve. Después de lo que parece una eternidad, baja el arma. Sabe que es inútil. Sabe que no hay salida.—Esta historia no ha terminado —me dice, con una amenaza implícita en cada palabra—. Vendrán por ti. Siempre lo hacen.—Que lo intenten —respondo, dándole una última sonrisa antes de dar media vuelta y salir del despacho.Camino por el pasillo mientras escucho los pasos
Llego a mi apartamento, cierro la puerta tras de mí y dejo caer mi abrigo en el respaldo de una silla. La calma de la noche me envuelve, pero no hay alivio. Solo una sensación de vigilancia constante, una consciencia de que la caída de Vicente ha sacudido más de un árbol, y quienes estaban al acecho ahora pondrán sus ojos en mí.Me sirvo una copa de vino y me dejo caer en el sillón. Afuera, la ciudad sigue viva, ajena al drama que se acaba de desarrollar en las colinas. Para ellos, nada ha cambiado, pero para mí, todo lo ha hecho. ¿Y ahora qué?Los primeros en mover ficha serán los socios de Vicente. Algunos de ellos, asustados por el golpe policial, se esconderán. Otros, más ambiciosos, verán su caída como una oportunidad para ocupar su lugar. Y yo estoy en medio de todo esto, en el centro de una tormenta que apenas comienza.Apuro el vino, dejando que el calor me recorra. Ferrer será el primero en caer. Ya no me sirve y, como Vicente, ha cometido el error de subestimarme. Una reunió
La puerta del bar se cierra detrás de Ferrer, y con ella el último vestigio de resistencia en mi plan. Lo veo arrastrado hacia el coche sin ningún atisbo de la arrogancia que tanto le gustaba exhibir. Pobrecillo, creía que iba a ser mi socio en este nuevo capítulo, pero no entendía que yo no comparto el poder. Nunca lo he hecho, y ahora menos.Me dejo caer nuevamente en la silla, disfrutando del momento, dejando que la tranquilidad que sigue al caos se asiente en mí. Ferrer fuera, Vicente encarcelado, y el trono de esta ciudad está vacío, pero no por mucho tiempo. Porque aunque el mundo del crimen no se detiene nunca, siempre necesita un líder. Y esta vez, ese líder seré yo.Ajusto mi abrigo y salgo del bar, respirando profundamente el aire frío de la mañana. Las calles de la ciudad ya están comenzando a llenarse de vida, gente que sigue con su rutina diaria, completamente ajena al mundo subterráneo que mueve los hilos de todo. Me deslizo entre ellos como un fantasma, invisible, intoc
Llego a mi coche y me quedo unos momentos en el asiento del conductor, pensando. La ciudad sigue su curso, ajena a lo que se avecina. Rodrigo quiere una alianza, pero yo sé que, en el fondo, él solo busca debilitarme desde dentro. Si acepto su trato, tendré que mantenerlo bajo control, siempre a la defensiva. Si lo rechazo, lo más probable es que desate una guerra. Ninguna de las opciones es sencilla, pero eso nunca me ha detenido antes.Arranco el coche y conduzco sin un destino claro, dejándome llevar por la monotonía del tráfico. Mientras las calles pasan a mi lado, voy elaborando un plan. Rodrigo será útil por ahora, pero solo hasta que encuentre una manera de deshacerme de él también. En este mundo, los amigos son solo enemigos en pausa, y yo no tengo intenciones de darle una oportunidad para mover ficha antes que yo.Llego a mi apartamento. Subo las escaleras, y al abrir la puerta, el sonido del silencio me envuelve de nuevo. Me sirvo otra copa de vino, observando la ciudad desd
De repente, la idea de asociarme con él empieza a parecer más atractiva. No porque confíe en él, claro, sino porque tenerlo cerca sería la manera perfecta de controlar todos sus movimientos. Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca. Y Rodrigo… Rodrigo es un enemigo que aún no sabe que ya perdió.Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho el sonido de una puerta al fondo del pasillo. Mis sentidos se tensan al instante. Estoy sola en el apartamento. Nadie debería estar entrando.Con una calma estudiada, me levanto del sillón y tomo la pistola que tengo guardada en un cajón cercano. No es paranoia, es supervivencia. Camino despacio, cada paso calculado, y me acerco a la entrada del pasillo. El silencio vuelve a reinar, pero siento la presencia, la tensión en el aire.—¿Quién anda ahí? —pregunto, con la voz firme, pero no grito. No soy el tipo de persona que pierde la calma ante una amenaza.Nadie responde, pero escucho un leve susurro, como un roce contra la pared. Y
La noche llega rápida, y con ella, el encuentro que Rodrigo ha solicitado. Mientras me arreglo frente al espejo, me pregunto cuántos de sus hombres estarán esperando con armas ocultas, cuántas veces habrá jugado este mismo truco con otros enemigos antes de mí. Pero lo que no sabe es que, esta vez, no soy yo quien está caminando hacia una trampa. Es él.Termino de ajustar mi chaqueta y tomo la pistola que siempre guardo en el cajón del tocador. No porque espere usarla, pero en este mundo, nunca sales desarmada. Rodrigo es astuto, y si voy a tener que negociar con él cara a cara, más vale que esté preparada para cualquier cosa.Salgo de mi apartamento y desciendo las escaleras hacia la calle. Luis me espera en su coche, como siempre puntual. Al abrir la puerta, su rostro impasible me recibe. Luis sabe que esta reunión es crítica, y aunque no es del tipo que pregunta demasiado, puede leer las tensiones en el aire tan bien como yo.—Todo listo —me dice cuando me subo al coche.Asiento mie
Rodrigo sonríe de nuevo, pero esta vez, hay una frialdad en sus ojos que no estaba allí antes.—Una alianza, simple y directa. Tú controlas las rutas. Yo manejo las conexiones internacionales. Ganamos ambos, y evitamos que la policía nos destroce antes de tiempo. Todo fluye como debe. Sin traiciones.Me río. Sin traiciones. Eso viniendo de Rodrigo es casi irónico.—¿Quieres que confíe en ti? —le pregunto, inclinándome hacia él—. Después de todo lo que hemos pasado, ¿de verdad crees que no intentarías eliminarme en cuanto pudieras?Rodrigo se mantiene impasible, pero hay algo en su mirada, una chispa de desafío.—No te subestimo, Valeria. Sé lo que eres capaz de hacer. Pero también sé que ambos somos más fuertes juntos que separados. Puedes seguir adelante sola, claro, pero tarde o temprano, alguien más intentará tomar lo que has construido. Conmigo, tienes una red de seguridad. Sin mí, eres un blanco.Me quedo en silencio, evaluando sus palabras. Rodrigo tiene razón en una cosa: algui
Subo las escaleras hasta mi apartamento, sabiendo que la maquinaria que he puesto en marcha ya está funcionando. Rodrigo cree que tiene tiempo, que puede manejar la situación a su favor, pero no ha visto el reloj corriendo en su contra.Al entrar, me quito la chaqueta y me sirvo otra copa de vino. Me siento en el sillón, observando las luces de la ciudad desde mi ventana. Desde aquí, todo parece tan distante, tan insignificante. Los pequeños movimientos de poder, los acuerdos secretos, las traiciones inevitables. Pero en el fondo, sé que esta partida está cerca de su fin.Rodrigo no tiene salida. Sus propios hombres se volverán contra él, la policía caerá sobre él como un buitre sobre un cadáver, y cuando todo eso ocurra, yo estaré aquí, observando cómo el último de mis enemigos se derrumba.Unos minutos después, mi celular vibra. Es Luis.—He hecho las llamadas. El rumor ya está corriendo. Rodrigo tiene las horas contadas.Sonrío, pero no es una sonrisa de satisfacción completa. Toda