Subo las escaleras hasta mi apartamento, sabiendo que la maquinaria que he puesto en marcha ya está funcionando. Rodrigo cree que tiene tiempo, que puede manejar la situación a su favor, pero no ha visto el reloj corriendo en su contra.Al entrar, me quito la chaqueta y me sirvo otra copa de vino. Me siento en el sillón, observando las luces de la ciudad desde mi ventana. Desde aquí, todo parece tan distante, tan insignificante. Los pequeños movimientos de poder, los acuerdos secretos, las traiciones inevitables. Pero en el fondo, sé que esta partida está cerca de su fin.Rodrigo no tiene salida. Sus propios hombres se volverán contra él, la policía caerá sobre él como un buitre sobre un cadáver, y cuando todo eso ocurra, yo estaré aquí, observando cómo el último de mis enemigos se derrumba.Unos minutos después, mi celular vibra. Es Luis.—He hecho las llamadas. El rumor ya está corriendo. Rodrigo tiene las horas contadas.Sonrío, pero no es una sonrisa de satisfacción completa. Toda
Salgo del apartamento y me dirijo al club donde sé que Rodrigo estará al mediodía. Luis me envió un mensaje temprano diciendo que Rodrigo planea reunirse con sus hombres más cercanos para calmar las aguas. Quiere controlar la narrativa, como siempre. Pero esta vez, esa narrativa no le pertenece.Cuando llego al club, Luis ya está allí, esperando en el coche. Su mirada me da a entender que todo está listo. Los hombres de Rodrigo ya han empezado a dudar, y lo que voy a hacer ahora es avivar las llamas.—¿Cómo está el ambiente adentro? —pregunto mientras entro al coche.—Tenso —responde Luis, encendiendo un cigarrillo—. Los hombres de Rodrigo están empezando a mirar por encima del hombro. Algunos incluso han estado haciendo preguntas entre ellos. Parecen divididos.—Perfecto. Es justo lo que necesitaba.Respiro profundamente antes de tomar una decisión final.—Quiero que prepares todo para la caída, Luis. Esta noche, cuando Rodrigo vea que sus propios hombres no confían en él, ya no habr
La puerta de la sala VIP se cierra tras de mí con un suave "clic", y mientras camino por el oscuro corredor del club, siento el peso de la inminente victoria caer sobre mis hombros. Rodrigo ya está acabado, aunque él todavía no lo sepa por completo. Es solo cuestión de que la presión haga el resto. En este mundo, cuando los tiburones huelen sangre, no tardan en atacar.Cuando llego a la barra, Luis ya está allí, apoyado contra la pared, observando la situación como siempre. No necesita palabras para entender lo que acaba de ocurrir. Me lanza una mirada, y yo le devuelvo una leve inclinación de cabeza.—¿Está hecho? —me pregunta en voz baja.—Hecho —respondo, mi voz apenas un susurro—. Ahora solo tenemos que dejar que los rumores hagan su trabajo. Sus propios hombres harán el resto por nosotros.Luis se toma un momento para encender otro cigarrillo, exhalando lentamente antes de hablar.—¿Y si intenta algo desesperado? —pregunta, aunque ambos sabemos la respuesta. Rodrigo ya ha perdido
Me siento junto a la ventana, observando la ciudad con una calma inusual. Rodrigo está a punto de ser arrestado, sus hombres lo traicionarán uno por uno, y cuando el polvo se asiente, yo seré la única que quedará en pie. Mi plan ha funcionado a la perfección.El sonido de sirenas a lo lejos es casi musical. El final de Rodrigo ha llegado, y no puedo evitar sentir una satisfacción profunda al pensar en cómo todo ha salido según lo planeado.—¿Y ahora qué? —pregunta Luis, encendiendo otro cigarrillo.Lo miro, sonriendo.—Ahora, tomamos lo que es nuestro. La ciudad es nuestra, Luis. Y nadie más va a poder quitárnosla.El sonido de las sirenas se vuelve más intenso. Rodrigo será arrestado, y la ciudad volverá a su equilibrio. Un equilibrio que yo he diseñado, que yo controlo. Todo está donde debe estar.Y entonces, el verdadero juego comienza.,Las sirenas suenan a lo lejos, cada vez más intensas, como una melodía que anuncia el desenlace inevitable. Rodrigo, nuestro querido Rodrigo, está
Me dejo caer de nuevo en el sillón, disfrutando el suave calor del vino bajando por mi garganta. Esta sensación, esta calma antes de la tormenta, es una que siempre disfruto. El silencio que precede a la caída de un imperio.El celular vibra una vez más. Es Morales, el capitán de policía, y sé exactamente lo que va a decir antes de que lo haga.—Rodrigo ha sido arrestado —su voz suena satisfecha, como si él fuera quien se llevara el crédito por todo—. Su gente ha empezado a hablar. Está cantando como un pajarito.Me río suavemente.—Era de esperarse. Cuando alguien como Rodrigo pierde el control, lo único que le queda es vender a quien sea para salvarse a sí mismo. ¿Qué le has prometido?Morales se toma un momento antes de responder sabiendo que no puede mentirme.—Protección. Le dije que podríamos considerar una reducción de cargos si colabora.Ahí está. Rodrigo, el gran capo, ahora confiando en un trato con la policía. Patético.—Y va a colaborar, ¿no? —pregunto, aunque ya sé la res
Me levanto del sillón, dejo la copa de vino vacía en la mesa y camino hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad. Mi ciudad. Rodrigo está acabado, y pronto todos lo sabrán. Pero esta llamada me recuerda que, incluso cuando estás en la cima, siempre hay quienes quieren derribarte. Es un ciclo sin fin. Y ahora, uno de esos "quienes" ha decidido hacer su jugada.Mi celular vuelve a vibrar, esta vez un mensaje de Luis:"Los hombres de Rodrigo ya están hablando. La policía tiene más de lo que necesitan. Morales va a cerrar el caso mañana."Bien. Todo va según lo previsto. Sin embargo, esa llamada anónima sigue rondando mi mente. Hay algo en la voz de ese tipo, algo que me dice que no es un jugador ordinario. Alguien con acceso, alguien con poder. Pero ¿quién?Mi celular vuelve a vibrar, y ahora es Luis llamando. Respondo, esta vez con algo más de cautela.—¿Qué pasa? —pregunto sin rodeos.—Valeria, tenemos un problema —dice Luis, con su voz grave—. Acabo de enterarme de que algunos d
Cuando llegamos, el lugar está tan mal iluminado como esperaba. Los alrededores están llenos de coches lujosos, pero el edificio parece desmoronarse. Lo clásico, pienso. Grandes hombres con grandes egos, pero siempre eligen esconderse en lugares que se caen a pedazos. Supongo que creen que los hace parecer más duros.—¿Entramos de una? —pregunta Luis, encendiendo otro cigarrillo.—No. Vamos a observar primero. Quiero ver quién entra y quién sale antes de mostrar mi cara.Nos quedamos en el coche, y en cuestión de minutos, los jugadores empiezan a llegar. Reconozco a algunos de ellos. Aliados de Rodrigo, sin duda, pero también otros nombres menos familiares. Todos parecen tensos, nerviosos. Es evidente que ninguno sabe realmente qué esperar de esta reunión.Un coche negro, mucho más discreto que los demás, se detiene en la entrada. Un hombre bajo y robusto, vestido con un traje oscuro, sale del vehículo. No es nadie que reconozca de inmediato, pero la forma en que los demás lo observan
Silencio absoluto. ¿Sorprendida? Yo no. Estos tipos son como ovejas, siempre buscando un pastor que los guíe. Pero yo no soy una oveja, y mucho menos voy a dejar que este tipo se autoproclame pastor de mi ciudad.Decido que es el momento. Salgo de las sombras y camino hacia el centro de la sala, mi paso firme resonando en el eco del almacén. Todos los ojos se giran hacia mí, y la tensión en el aire aumenta un par de grados.—Bueno, bueno… parece que las cosas han cambiado mientras yo no miraba —digo, mi tono cargado de sarcasmo—. ¿De verdad crees que puedes simplemente entrar aquí y declarar que ahora eres el jefe?El Lobo me mira, sorprendido al principio, pero rápidamente su rostro se endurece. Claramente no esperaba que alguien lo interrumpiera. Mucho menos yo.—¿Y tú quién eres? —pregunta, con una voz que pretende ser dura, pero no llega a intimidarme.Sonrío, sin apresurarme. Quiero saborear el momento.—Valeria —digo, como si no fuera obvio—. Y parece que no te has informado bie