El Lobo me mira, tratando de evaluar si estoy bromeando o no. No lo estoy. Sabe que no puede ganarse a esta multitud con palabras ahora. No después de que he dejado claro quién es el verdadero poder aquí.—Esto no ha terminado, Valeria —dice, con un tono peligroso—. Puedes tener la ciudad por ahora, pero yo no he dicho mi última palabra.—Por supuesto que no lo has hecho —respondo, con una sonrisa helada—. Pero te aseguro que será la última vez que la digas.El silencio en la sala es ensordecedor mientras El Lobo se gira y sale del almacén. Nadie lo sigue. Todos se quedan allí, mirándome, esperando mi siguiente movimiento. Lo he conseguido. Ahora todos saben quién manda.—Se acabó el espectáculo, chicos —digo, con una sonrisa ligera, pero peligrosa—. La ciudad sigue siendo mía.Y con eso, me doy la vuelta, dejando que las sombras me envuelvan de nuevo mientras salgo del almacén. El Lobo puede seguir aullando en la distancia, pero pronto se dará cuenta de que en esta ciudad no hay luga
Luis asiente en silencio. Él sabe que esto no es solo un juego de poder. Es personal. El Lobo intentó desafiarme en mi propio terreno, y eso no se lo perdono a nadie.De repente, el celular de Luis suena, rompiendo el momento. Lo toma rápidamente y responde con un simple "sí". Luego me mira, con esa expresión de "aquí vamos otra vez".—Es el contacto en la policía. Parece que ya hay rumores de los cuerpos de algunos de los aliados del Lobo apareciendo en lugares incómodos. Alguien está haciendo limpieza.Levanto una ceja, divertida.—¿Qué? —digo, con un tono despreocupado—. ¿Acaso él también tiene problemas para mantener sus "lealtades"?—Parece que sus nuevos aliados no son tan confiables como pensaba. Algunos ya empezaron a desaparecer, y no por accidente.—Interesante —murmuro—. Puede que ni siquiera tengamos que ensuciarnos las manos si se autodestruye primero.Pero sé que eso es un pensamiento demasiado optimista. El Lobo puede perder algunos peones en el camino, pero aún no ha t
Ah, la ironía. El Lobo se está ahogando y ni siquiera se da cuenta de que el bote salvavidas en el que confía tiene agujeros. —¿Qué información le dieron? —pregunto, divertida. —Lo que querías que escuchara —dice Luis—. Le contamos que planeabas un gran movimiento la próxima semana, algo que te pondría en la mira de la policía. Ahora él cree que puede adelantarse a ti. —Perfecto. Que siga persiguiendo sombras —digo, con una sonrisa satisfecha—. Mientras él se preocupa por mis falsos movimientos, nosotros lo acorralamos sin que se dé cuenta. Luis asiente, complacido con cómo se está desarrollando todo. Pero entonces añade algo que no esperaba: —También hay algo más. Uno de sus hombres se acercó demasiado a Tinna. Tinna. De todas las personas que podrían estar involucradas, tenía que ser ella. Mi mejor chica, la que tiene más influencia entre los ricos y poderosos que frecuentan el club. Los hombres la adoran, las mujeres la envidian, y yo sé que, aunque juega sus propios juegos, T
Vicente me sostiene un segundo más, sus manos recorren mi cintura como si intentara marcarme, pero yo le devuelvo una sonrisa controlada, como quien acaricia a un animal salvaje sabiendo que, por ahora, no va a atacar. Así es Vicente: pura intensidad, pura violencia contenida bajo esa fachada de poder. Y a veces, aunque no lo admita, es útil tener a alguien como él. Cuando me suelta, me doy la vuelta con calma, como si no acabara de calmar una tormenta en formación. El espectáculo en el cabaret continúa, pero yo siento los ojos de Vicente clavados en mí mientras me alejo. A él le gusta pensar que puede protegerme, que su fuerza bruta es lo que mantiene mi mundo en equilibrio. Lo que no sabe es que ya he calculado cada uno de sus movimientos mucho antes de que él siquiera lo piense. Subo de nuevo a mi despacho, la música y las risas del cabaret amortiguándose detrás de la puerta cerrada. Luis ya está de regreso, esperando con más noticias, como siempre. —Tinna lo sabe —dice sin preám
El despacho está en silencio, pero mi mente no para. Un nuevo jugador en el sur. Eso no estaba en los planes, pero si algo he aprendido en este negocio es que la improvisación también es parte del juego. Aunque no puedo evitar sentir esa pizca de irritación. Todo estaba perfectamente alineado, el Lobo acorralado, Vicente a punto de abalanzarse, y ahora esta nueva amenaza. Pero no hay problema que no pueda resolver con la estrategia adecuada.Luis regresa más rápido de lo que esperaba, su expresión aún más tensa que antes. Eso nunca es una buena señal.—Hice algunas llamadas —dice, cerrando la puerta tras de sí—. El tipo del sur no es un advenedizo cualquiera. Es Alejandro “El Zorro” Ortega.De todas las personas que podrían haberse metido en esto, tenía que ser él. Alejandro es peligroso, astuto, conocido por su habilidad para moverse en las sombras sin que nadie lo vea venir hasta que es demasiado tarde. No es un simple mafioso, es un estratega, uno que, a diferencia del Lobo, sabe p
Decido que es hora de moverme. Bajando al club, siento la atmósfera cargada de energía, como si todos pudieran sentir la tensión que hay en el aire. Tinna está en el escenario, como siempre, en el centro de todas las miradas. Sus movimientos son precisos, elegantes, y noto cómo cada hombre en la sala la sigue con la mirada. Ella sabe el poder que tiene, y lo usa perfectamente. Pero esta noche, necesito hablar con ella de otra cosa. Cuando baja del escenario, nuestros ojos se encuentran. Tinna sabe cuándo la necesito, y se acerca a mí con la elegancia que la caracteriza, su sonrisa seductora bien ensayada. —¿Me buscabas? —pregunta, su voz suave, pero cargada de intención. —Necesitamos hablar —le digo, llevándola a un rincón más privado del club—. Tengo razones para creer que el Lobo podría intentar usar a alguien cercano a mí, y tú eres la más cercana. Tinna sonríe, no sorprendida, pero intrigada. —¿Me estás diciendo que desconfías de mí? —pregunta, con esa mezcla de inocencia y pr
Hay un silencio al otro lado de la línea. Sé que lo estoy convenciendo, pero también sé que no es fácil. Vicente no es alguien que acepte estar atado por mucho tiempo. Su idea de resolver problemas es rápida, directa, y casi siempre involucra una bala en la cabeza de alguien.—Tienes razón —dice, aunque su tono sigue tenso—. Pero si veo una oportunidad esta noche, lo voy a hacer.—De acuerdo —concedo, porque sé que lo necesita—. Pero hazlo de la manera correcta, y en el momento adecuado. Cuando yo te lo diga.Cuelgo el celular sabiendo que solo he comprado tiempo. Vicente es un arma, y no es fácil mantenerla bajo control por mucho tiempo sin que explote. Pero ahora tengo otro frente abierto. El Zorro está jugando a algo que todavía no logro descifrar, y su alianza con el Lobo puede ser solo la primera pieza de un movimiento mucho más grande. Necesito información, y la necesito rápido.Me dirijo hacia el bar del club. Desde allí, tengo una buena vista del escenario y del público. La ma
La ciudad, bajo su manto de neón parpadeante y sombras interminables, parece dormir, pero todos sabemos que nunca descansa. Especialmente ahora, cuando las piezas más peligrosas están en juego. Vicente, siempre impredecible, acecha al Lobo. El Zorro, el nuevo invitado que viene a probar suerte, se mueve con sigilo, como una serpiente en la hierba. Y yo, bueno, yo estoy en el centro de todo, manejando los hilos de este espectáculo que parece ir directo hacia una tormenta.El coche avanza por las calles, los faros iluminando apenas el asfalto brillante por la humedad. Mi mente no deja de trabajar. Alejandro Ortega, alias “El Zorro”, no ha venido por las sobras. Su reputación le precede, y aunque Vicente se cree el dueño de la ciudad, Alejandro sabe cómo meterse en los territorios de otros y hacerlos suyos. El Lobo lo ha invitado, probablemente por desesperación, pero lo que no sabe es que acaba de firmar su sentencia de muerte. Y si no juego mis cartas bien, podría arrastrarme con él.L