Nadie daba la bienvenida a su presencia, todos querían que se fuera. Valentina encontró la situación irónicamente divertida mientras su fría mirada recorría los rostros de Catalina, Luciana y Ángel. Con firmeza, liberó su brazo del agarre de Mateo y esbozó una leve sonrisa: —Bien, me iré. "Recuerden que ustedes me echaron", pensó mientras se daba la vuelta para marcharse. Sin embargo, regresó casi de inmediato y, mientras acomodaba un mechón de cabello detrás de su oreja, preguntó: —Señor Figueroa, ¿sabe a qué vine al hospital hoy? Mateo observó su delicado rostro, tan fino como el ala de una cigarra, con ese suave vello facial que la hacía lucir aún más hermosa. Su expresión permaneció fría, evidentemente sin interés en conocer la respuesta: —Valentina, tanta insistencia resulta molesta. Valentina dio un paso adelante y le dedicó una sonrisa deslumbrante: —Vine a buscarle un especialista —sacó una pequeña tarjeta y se la entregó a Mateo. Era una tarjeta amarillenta, similar a las q
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