Viendo el nombre "Luciana", Mateo recobró la razón. Estaba hecho un lío: la ropa medio mojada, marcas de besos por todo el cuerpo, la respiración agitada… se había excitado. ¡Se había excitado con Valentina! No le gustaba Valentina; atribuyó todo a su condición de hombre, incapaz de resistir la tentación de una belleza así. Mateo contestó la llamada; sentía culpa hacia Luciana, una culpa que se traducía en ternura, su voz era más suave de lo habitual: —Luciana.Del otro lado sonaba música heavy metal. Luciana respondió con dulzura: —Mateo, estoy en un bar.—No bebas alcohol, dile a tu asistente que te pida un jugo.—Ya lo sé, mi asistente hace lo que tú digas. Mateo, ven a divertirte, te espero.Mateo se giró para salir, pero una mano agarró la manga de su camisa. Se volvió y vio a Valentina, empapada, su vestido de tirantes pegado a su cuerpo, mostrando sus curvas. Con los ojos rojos, lo jalaba con fuerza, impidiéndole irse. Mateo intentó zafarse, pero Valentina se aferraba con terq
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