El aire en la mansión se sentía denso, casi asfixiante, mientras las sombras de la figura trataban de envolver a Tara. Pero ella, con los ojos cerrados y las manos temblorosas, no cedió. En lugar de dejarse consumir por el pánico, se sumergió en su poder, buscando respuestas dentro de la mente de aquella entidad.Las imágenes vinieron como fragmentos de un sueño roto: Lilith, poderosa y majestuosa, gobernando un vasto reino oscuro; un traidor en sus filas, alguien cercano que la había debilitado con un artefacto antiguo. Y luego, el rostro de Tara apareció en esos recuerdos, su linaje claramente vinculado al de Lilith, como si su existencia misma fuera parte de un plan mucho más grande.—¡Lilith! —exclamó Tara, abriendo los ojos de golpe.La figura dio un paso atrás, sorprendida por el uso de su nombre. Las sombras que la envolvían se desvanecieron ligeramente, revelando un rostro pálido, marcado por cicatrices y tiempo.—Así que recuerdas… o al menos, estás empezando a comprender —di
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