Todos los capítulos de La chef curvy y el CEO papá soltero : Capítulo 11 - Capítulo 20
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11. Mirada impasible
11 Zaira Me desperté con una sensación extraña en todo el cuerpo: un ligero aturdimiento y un dolor sordo en lugares que nunca había imaginado que podían doler. Mi cabello, sin duda, era un desastre, probablemente un auténtico nido de pájaro, pero eso no me preocupó de inmediato. En cambio, pequeños flashes de la noche anterior comenzaron a pasar por mi mente. Mis mejillas se encendieron al recordar cada uno de ellos. —¡Ay, por los dioses en calzones! ¿Qué hice? —me pregunté a mí misma en voz alta, llevando las manos a mi cara como si eso pudiera esconder la vergüenza que sentía.Miré a mi alrededor, esperando verlo. La habitación estaba en completo silencio. No había señales de él, ni siquiera en el baño. “¿Estará afuera?”, pensé mientras me levantaba con cuidado, todavía un poco adolorida.Me di una ducha rápida, tratando de despejar mi mente y evitar analizar demasiado lo que había sucedido. Salí al pasillo con el corazón latiéndome con fuerza, esperando encontrarlo en algú
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12. ¡Tengo novio!
12ZairaEl día había comenzado con el ajetreo del viaje. Desde el mediodía, estuvimos atrapados en aeropuertos y aviones, con las horas deslizándose lentamente entre escalas, esperas y el zumbido constante de los motores. Aunque el cielo despejado ofrecía vistas espectaculares, mi mente estaba demasiado cansada para apreciarlo.El vuelo era largo, pero ni siquiera el murmullo de las conversaciones o el ronroneo monótono del avión me distraía de mis pensamientos. Gabriel, como siempre, había mantenido su distancia, envuelto en su propia burbuja de frialdad. Intenté concentrarme en cualquier otra cosa: el libro en mis manos, la comida mediocre del avión, incluso las conversaciones ajenas. Pero su presencia siempre lograba perturbar mi paz, como una sombra constante.Finalmente, llegamos a nuestro destino en la madrugada. La casa estaba tan fría y silenciosa como siempre, pero no tenía intención de quedarme mucho tiempo. En cuanto bajé del auto y recuperé mi maleta, me moví rápido, a
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13. Acoso con mensajes
13ZairaMi madre comenzó a acosarme con mensajes y llamadas constantes para saber la identidad de mi supuesto novio. Cada vibración de mi teléfono era como un recordatorio de la mentira que había dicho y del problema que me esperaba si ella descubría la verdad. No podía arriesgarme a meter a ninguno de los empleados del señor Seraphiel en problemas.Ella siempre había sido así de controladora conmigo, y durante mucho tiempo pensé que era normal, algo que las madres simplemente hacían. Pero con el tiempo, comencé a notar que el nivel de control que quería ejercer en mí y en mi vida personal iba mucho más allá. Suspiré pesadamente mientras caminaba hacia la mansión Jadeíta, intentando despejar esos pensamientos de mi cabeza.Al llegar, me recibió el señor Frederic, con su actitud práctica y profesional de siempre. Me extendió unas llaves y una tarjeta.—Esto es para que puedas hacer las compras —dijo, entregándome todo con calma—. Si necesitas a alguien para cargar todo, dime, y te env
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14. ¡Qué débil eres!
14ZairaEl recuerdo de lo ocurrido en Suiza cruzó por mi mente, algo que creía que quedaría enterrado en ese viaje, lejos de aquí. Pero ahora... ahora parecía que no era así. Mi mente se quedó en blanco al sentir el roce de sus labios contra mi cuello, un gesto tan inesperado como arrollador.Mis piernas comenzaron a debilitarse, y mi cuerpo tembló ligeramente ante la intensidad del momento. "¡Qué débil eres, Zaira!" me reprochó mi mente, pero era inútil. Estaba congelada, atrapada entre el miedo, la sorpresa y algo que no me atrevía a nombrar.A pesar de que su aroma me tenía envuelta e hipnotizada, logró algo que pocas veces pasaba conmigo: que mi mente dejara de funcionar. Me giró con firmeza, y antes de que pudiera reaccionar, sus labios se apoderaron de los míos. Su beso era intenso, arrollador, y no pude evitar perderme en él.Por un instante, olvidé todo: mi nombre, el lugar donde estábamos, incluso quién era él. Solo éramos nosotros y ese momento.Sin embargo, cuando sentí qu
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15.  El pequeño aprendiz
15ZairaEra fácil adivinar de quién era hijo el pequeño que ahora estaba entrando en mi cocina. Su expresión seria, esos ojos color miel llenos de intensidad... eran idénticos a los del joven maestro.Había escuchado rumores de que él tenía un hijo, pero hasta ahora no lo había conocido. Verlo allí, de pie junto a la mesa, con las manos cruzadas frente a él, era como ver una versión en miniatura de su padre."Tal vez la difunta esposa del joven maestro fue su gran amor", pensé, sintiendo una leve punzada de desánimo mientras le daba vueltas al cucharon en la olla. "Este hermoso niño debe ser el fruto de ese amor, la razón por la que su corazón parece cerrado a todo lo demás."Suspiré suavemente, recordando cómo había evitado responder a mi pregunta días atrás, cuando mencioné si tenía a alguien especial en su vida. Ahora lo entendía. ¿Cómo podría responder, cuando su corazón ya estaba ocupado por el recuerdo de la madre de su hijo?Decidí sacudirme esos pensamientos y enfocarme en mi
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16. Preguntas inocentes
16Zaira—¡Sí! —exclamó el pequeño, sonriendo de oreja a oreja.El joven maestro no dijo nada más. Simplemente comenzó a comer con esa calma estudiada que parecía impregnar todos sus movimientos. El niño, por su parte, hablaba animadamente mientras yo intentaba mantener la compostura, sintiéndome fuera de lugar en un espacio que no era el mío.A pesar de todo, había algo reconfortante en aquella escena. Por primera vez, no parecía que estuviera trabajando; estaba compartiendo un momento simple, humano, con ellos. Y aunque el joven maestro no dejaba de ser tan serio como siempre, su hijo hacía que todo pareciera menos rígido, más... cálido."Quizá no somos tan diferentes", pensé, observándolos con discreción mientras comíamos.Hacer clic con el pequeño Samuel, o Samu como ya lo apodaba cariñosamente en mi mente, fue más fácil de lo que imaginé. Era curioso, inteligente, y aunque tenía una seriedad heredada de su padre, también poseía esa chispa infantil que hacía que cualquier conversa
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17. Médico Fox
17GabrielVi cómo recogía todo y se marchaba sin mirarme ni una sola vez. Intenté ignorarlo, enfocar mi mente en el trabajo que tenía entre manos, pero no pude. Mi concentración estaba completamente destrozada.Samuel, mi hijo, pidiendo que ella fuera su mamá… Ese pequeño comentario no dejaba de retumbar en mi cabeza. Y luego estaba ella, Zaira, con su cara roja preguntándome qué somos y luego esa actitud cariñosa que no parecía forzada ni actuada con mi hijo.—Dios… —suspiré sintiendo cansancio agotador en mis hombros.Ella no lo hacía porque yo estaba presente. No era un espectáculo para impresionarme. Pude escucharlos desde el pasillo, sus risas llenaban la oficina de una forma que nunca había experimentado antes. Samuel siempre había sido reservado, casi alérgico a cualquier mujer que no fuera su madre. Las repelía como si fueran la peste. Pero con Zaira era diferente.Tal vez no era solo Samuel quien la necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Una relación… ¿Casarme
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18. Cena con Prometida
18Anaiza SeraphielCuando vi el mensaje de Gabriel, no pude evitar sonreír con satisfacción. Al fin, las cosas comenzaban a alinearse como debía ser. Le respondí rápidamente, fijando la fecha: dos días. Para entonces, mi hijo conocería a su prometida, y si todo salía bien, su vida—y la de mi nieto—mejorarían considerablemente. —George, lo logré —dije emocionada a mi asistente mientras acomodaba unos papeles sobre mi escritorio. —Me alegra mucho, señora Seraphiel —respondió con su habitual sonrisa cortés. —Avísale a Jonás que pase por mi estudio de arte cuando regrese del golf —le pedí a una de las criadas mientras salía de la habitación con pasos decididos. Sentía una energía renovada, casi eufórica. El banquete que habíamos organizado esa tarde fue un éxito rotundo. La comida impecable, las flores perfectas, y todos los invitados parecían disfrutar del ambiente refinado que había preparado con tanto esmero. Las señoras de mi círculo social no dejaban de alabar cada detalle, aunq
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19. Visitas indeseadas
19ZairaSuspiré mientras ajustaba el vestido que mi madre había elegido para mí. Era incómodo y no me hacía sentir yo misma. Mi cabello, alisado hasta quedar liso como una tabla, caía sobre mis hombros, y apenas me reconocía en el espejo. Me sentía disfrazada, una versión fabricada de alguien que no era yo.—Estamos disfrazadas, mamá —resoplé, cruzando los brazos mientras la miraba.Ella se giró hacia mí, con esa mirada severa que conocía tan bien. Luego soltó una risa burlona, como si hubiera dicho algo absurdo.—¡Disfrazadas, niña estúpida! —repitió, con un tono cargado de sarcasmo—. ¿No estás viendo que ellos son una familia de dinero? ¡Debemos estar a la altura!Observé su atuendo perfectamente coordinado y luego me miré a mí misma de nuevo en el espejo. Me sentía incómoda, como si no encajara, como si todo esto fuera una escena para la que nunca había sido convocada.—Y tú… —añadió, con una sonrisa maliciosa que dolía más de lo que quería admitir—. Bueno, hija, a ti ni lo
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20. Hombres temblando
20Zaira—No debí hacerte caso. No me vuelvas a arrastrar a tus ideas tontas y absurdas.Me levanté de la silla con un movimiento brusco, ignorando las miradas curiosas de las otras mesas. Ni siquiera sabía a dónde iba, pero necesitaba salir de ahí antes de perder completamente el control.Llegué a casa de Karen con el corazón hecho un nudo y la cabeza llena de frustración. Apenas abrió la puerta, me miró y no dijo nada, solo me abrazó con fuerza. Sus brazos eran el refugio que necesitaba, y aunque traté de contenerme, un sollozo escapó de mi garganta mientras ella me guiaba adentro con cuidado, como si fuera a romperme en mil pedazos.—¿Qué pasó ahora? —preguntó con esa mezcla de cariño y preocupación que solo ella sabía expresar.Negué con la cabeza, incapaz de hablar sin volver a llorar. Me senté en el sillón y ella desapareció por un momento. Cuando regresó, tenía en las manos un enorme recipiente de helado y una caja de pizza recién calentada.—Mi madre… —no quise continuar
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