Todos os capítulos do La Venganza De La Novia Despreciada Por El Multimillonario : Capítulo 111 - Capítulo 120
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111. Por nuestro amor y nuestro hijo
—¿Qué sucede? —pregunta Altagracia justo después de oír el cerrojo de la puerta. Gerardo tiene un rostro distinto, lo que la hace doblar un poco su entrecejo—. ¿Gerardo?—Rafael —Gerardo baja la mirada hacia Matías—. Resultó ser peor de lo que imaginé.Altagracia se tensa de pies a cabeza.—¿De qué hablas? —el temor cubre su voz.Gerardo rápidamente se acerca a ella.—Todo estará bien. Matías es nuestro hijo. Cualquiera acusación que se le cruce por la cabeza no será válida. Matías es nuestro —besa su frente—. Me cambiaré.La mención de Rafael justo ahora es una daga profunda al corazón de Altagracia. un temor preocupante en su pecho qué le acelera el corazón. Baja la mirada hacia su hermoso bebé. La idea de tenerlo lejos, justo ahora, y otra vez es suficiente para que hiperventile. Lo sube hacia sus labios, acariciando sus mejillas.—No me quitará a mi bebé —el miedo quiere hacerse presente en sus palabras, pero desborda también la seguridad—. No dejaré que me lo quite. No —mueve la
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112. Altagracia Reyes
—No quiero hacer esto —Altagracia se detiene frente al auto. Su padre está preparando todo, y no ha objetado tampoco lo que ha dicho Gerardo. Ninguno pudo decirle algo de esto. Lleva a Matías en sus brazos, y el niño observa por su hombro, jugando con su cabello. Altagracia se da la vuelta, tensa de pies a cabeza—. Gerardo, no quiero hacer esto. No quiero regresar sin ti.—Entiendo tus miedos pero necesitas creer en mí —Gerardo se siente desesperado por besarla hasta que no quede nada de sus labios, hasta que simplemente deje de existir en ellos; de tocar su pelo, como lo está haciendo ahora y por más que reconozca lo sedoso de su cabello, la piel suave de sus mejillas sonrojadas, y esos ojos que lo vuelven loco, no será suficiente. Siempre necesitará más de ella. Está convencido de que si la deja un rato más no la soltará—. Estoy luchando conmigo mismo para no perder las fuerzas. Altagracia, aquí es peligroso. Estaremos lejos sólo unos días, y ésta vez nada nos separará. Viviremos en
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113. Un demonio disfrazado de ángel
Nadie se atreve a decir una palabra luego de que la propia Altagracia habla. Hasta su hermana Azucena se encuentra sorprendida por su presencia repentina y por la llegada del bebé que tiene en brazos. Rafael da un paso hacia atrás pero sin cambiar de expresión.—Sigo siendo el padre legal de ese niño —Rafael aclara, como si nadie pudiese cambiar eso. Como si fuese su única arma—. Tengo derecho de llevármelo.—Esto tenemos qué hablarlo en una comisaría. Quiero la custodia total de mi bebé. Usted, señor Omar, sepa ahora que el papá biológico de mi hijo es Gerardo Montesinos, nadie más. Ambos hemos sufrido la ausencia del niño, ambos estuvimos buscándolo todo éste tiempo. No hemos ni abandonado a nuestro bebé, ni lo hemos dejado a la deriva.Rafael se echa a reír con sequedad luego de las palabras de Altagracia.—No me digas —Rafael suelta—. ¿Me estás diciendo a mí que no fuiste capaz, según tú, de defenderlo para que no se lo llevaran?Altagracia se estremece.—Dar a luz me había dejado
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114. Estás frente al demonio, Altagracia...
Altagracia da un paso hacia atrás. La sensación de proteger a su bebé la colma de inmediato, como si no quisiese, ahora mismo, estar en el mismo sitio que Ignacio.—¿Cómo llegaste aquí? —Altagracia pregunta. Azucena también lo observa con fijeza: no le ha dicho a su hermana lo que Maribel le contó—. ¿Cómo supiste…?—Oh, no tengo qué saberlo. He estado viniendo todos los días con la esperanza de encontrarte. De ver si aparecías, y de quitarme la duda de que habías sido secuestrada por alguien —Ignacio muestra una sonrisa. Altagracia no sabe si es real—, pero veo que estás bien —Ignacio se acerca otro paso—, gracias a Dios.—¿Qué haces aquí, Ignacio? —Altagracia no quiere mostrar las dudas, pero de repente, la presencia de Ignacio se ha vuelto susceptible a cualquier duda.—Quiero hablar contigo —Ignacio da una ojeada hacia las mujeres presentes—, a solas.Altagracia palmea la espalda de su bebé.—Consideraba que tu preocupación por mi hija tenía algo más que un simple anhelo por ayudar
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115. Siguen cayendo
—Azucena —llama Altagracia más calmada. La encuentra en uno de los tantos porches que tiene Villalmar—. ¿Qué es lo que querías decirme?Azucena está sola, algo ansiosa. No hay forma en la que niegue que algo tiene entre manos, algo que quiere decir y por alguna razón no puede hacerlo. Deja a Matías en el suelo, tomándolo de la mano para caminar junto a él. Azucena sonríe al ver al bebé, pero vuelve a su hermana.—¿Se fue? Ignacio…—Sí —Altagracia suspira—. No estoy de humor para recibirlo. Hay cosas que no pueden esperar hasta mañana. No podemos seguir así.—Altagracia, hice lo qué me dijiste que hiciera. ¿Recuerdas? De buscar a Maribel —Azucena comienza. La sienta a su lado, y el pequeño Matías se tambalea hacia los brazos de su tía, quien lo acoge con suavidad—. Me dijo algo fatal, me dijo algo que me dejó pensando por días. Sobre…su hermana.—¿La encontró? —la mirada de Altagracia espabila.Azucena dura unos instantes mirándola, preocupada. Niega.—Altagracia, su hermana está muert
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116. Más aliados.
—¿Qué quieres decir con ir a Mérida? Es peligroso —Fernando le habla directamente a Gerardo, quien está sentado frente a un escritorio en una nueva morada.Se alejaron por precaución de Víctor y por su propia madre para no tener que lidiar con los arranques de un Rafael azotado por la misma rabia que siente Gerardo. Gerardo no ha dormido tampoco muy bien. Desde que Altagracia se fue, junto a Matías, junto a su pequeño, no duerme ni come bien. Piensa en Sergio, y en lo asustado y confundido que debe de estar por no saber qué fue lo que le ocurrió. Esta horrible vida de prófugo no le ha hecho nada salvo mantenerlo en la miseria.—Éste es el castigo por mis pecados —Gerardo se coloca de pie. El nuevo enfermero que tienen ya ha confirmado que el proceso de cicatrización durará más de lo pensado. No hay peligro de infección. Su mirada está lánguida. Suspira—. Por todo lo que le hice pasar a Altagracia.—No sabías que Joaquín manipuló todo para que pensaras mal de Altagracia. Y sumado a qu
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117. Otra venganza
No lo creería. No lo puede creer. Las palabras del fiscal resuenan una sola vez, sólo una vez para que por fin una ráfaga de indignación aparezca en su rostro.—¿Juan Carlo? —Altagracia visualiza el camino hacia las celdas. Da un paso hacia esa dirección—. Necesito hablar con Santiago. Lléveme a su celda —Altagracia comienza a moverse—. ¡Ahora!Al encontrarse nuevamente con Santiago, los ojos del muchacho están impávidos en los primeros segundos, pero momentos después la resignación lo envuelve. Santiago está sentado cuando Altagracia llega a su celda. Parece que lee sus gestos conmovidos porque se coloca de pie, sin perder su timidez.—¿Qué fue lo que te envió hacer? —Altagracia suelta conteniendo la indignación de la traición—. ¿Qué te dijo que hicieras? ¿Qué me hicieras?Santiago mueve la cabeza mirando hacia abajo, como si se le dificultara hablar frente a ella.Altagracia toma los barrotes.—¡Dime! —exige en un grito.Santiago se sobrecoge.—Me pidió días antes entrar a la hacien
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118. Soy tuyo.
—No tenías ningún derecho —Altagracia arremete por más que sea el último hombre que creyó que caería en éstas clases de bajezas—. Ninguno, Juan Carlo.Juan Carlo no parece mínimamente afectado por las palabras de su prima. Hay algo difícil de descifrar en su mirada vacía, algo que no había visto antes, algo que realmente la hace dudar de que sea verdaderamente su primo.—Tú estabas muerta, ¿recuerdas? —Juan Carlo le advierte con un tono de voz tranquilo—. Nada cambiara que tu familia arruinó a la mía. Estaba a nada de hacer realidad el infierno para Los Reyes.—¿Cómo se te ocurre, Juan Carlo? No querías vengarte, querías asesinarme. Y sí, estuve muerta. Sí, lo hiciste —Altagracia da un paso hacia él—, pero fallaste.Hay una pequeña reacción en el rostro de Juan Carlo, no lo suficiente como para creer que ha caído en la resignación de haber perdido.—No hay ni un solo día en que no me regocije por lo que te sucedió. Los Reyes son una escoria. Tú eres una escoria —Juan Carlo finalmente
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119. Cerca de su felicidad. Confía
Matías no se despierta. Calmado entre sus brazos, lo admira para obtener más fuerza. Sabe que la oscuridad terminará dentro de muy poco. Qué todas las pesadillas se marcharán, y su hijo tendrá todo lo que debió pertenecerle desde el principio. No quiere moverse de dónde está, temiendo que se despierte. Haber escuchado a Gerardo es un alivio. ¿Habrá encontrado algo para regresar? No quiere decírselo, puede darse cuenta de ello. Cualquier plan que Gerardo tenga, por las palabras de su padre, lo está llevando a cabo en silencio. Altagracia sabe qué tiene que prepararse para el juicio de Joaquín, y el veredicto final, así como el veredicto final de Juan Carlo. La decepción es algo que la perseguirá siempre. Qué Juan Carlo la haya querido muerta demuestra que nunca estuvo más en peligro que en su propia casa. Que la traición siempre vendrá de un familiar, de alguien cercano.Observa a Matías. La hermana de Maribel muerta justo cuando quería saber el culpable de haberlo perdido…Alt
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120. El verdadero rostro de la maldad
—Luciano —Altagracia dice convencida, ya quea no puede estar equivocada—. ¿Luciano, no es así?Roberto asiente.—Así es. La señora Lucila mencionó directamente a Luciano como el causante de acusar falsamente a Gerardo, y de haberle robado el rifle a Gerardo —responde su padre.—Eso quiere decir que…Ignacio también está involucrado. Trabaja para él. Tienen prueba de que Ignacio fue la mente detrás de esas falsas acusaciones —Altagracia tiene una pizca de esperanza al decir lo que pasa por su mente.—La posibilidad de que haya sido Gerardo ha quedado descartada por completo —Roberto dice las palabras que tanto quiere escuchar, pero no dura mucho con los ánimos arriba—, pero Luciano no ha confesado absolutamente nada que involucre a Ignacio Gonzáles.Altagracia hace una mueca disgustada.—¿Qué?—Niega que Ignacio tuvo algo qué ver —Roberto lo dice como si esperara algo como esto—. Sin un testimonio en contra, ni pruebas, Ignacio no puede ser acusado directamente de ser el cabecilla del a
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