—Azucena —llama Altagracia más calmada. La encuentra en uno de los tantos porches que tiene Villalmar—. ¿Qué es lo que querías decirme?Azucena está sola, algo ansiosa. No hay forma en la que niegue que algo tiene entre manos, algo que quiere decir y por alguna razón no puede hacerlo. Deja a Matías en el suelo, tomándolo de la mano para caminar junto a él. Azucena sonríe al ver al bebé, pero vuelve a su hermana.—¿Se fue? Ignacio…—Sí —Altagracia suspira—. No estoy de humor para recibirlo. Hay cosas que no pueden esperar hasta mañana. No podemos seguir así.—Altagracia, hice lo qué me dijiste que hiciera. ¿Recuerdas? De buscar a Maribel —Azucena comienza. La sienta a su lado, y el pequeño Matías se tambalea hacia los brazos de su tía, quien lo acoge con suavidad—. Me dijo algo fatal, me dijo algo que me dejó pensando por días. Sobre…su hermana.—¿La encontró? —la mirada de Altagracia espabila.Azucena dura unos instantes mirándola, preocupada. Niega.—Altagracia, su hermana está muert
—¿Qué quieres decir con ir a Mérida? Es peligroso —Fernando le habla directamente a Gerardo, quien está sentado frente a un escritorio en una nueva morada.Se alejaron por precaución de Víctor y por su propia madre para no tener que lidiar con los arranques de un Rafael azotado por la misma rabia que siente Gerardo. Gerardo no ha dormido tampoco muy bien. Desde que Altagracia se fue, junto a Matías, junto a su pequeño, no duerme ni come bien. Piensa en Sergio, y en lo asustado y confundido que debe de estar por no saber qué fue lo que le ocurrió. Esta horrible vida de prófugo no le ha hecho nada salvo mantenerlo en la miseria.—Éste es el castigo por mis pecados —Gerardo se coloca de pie. El nuevo enfermero que tienen ya ha confirmado que el proceso de cicatrización durará más de lo pensado. No hay peligro de infección. Su mirada está lánguida. Suspira—. Por todo lo que le hice pasar a Altagracia.—No sabías que Joaquín manipuló todo para que pensaras mal de Altagracia. Y sumado a qu
No lo creería. No lo puede creer. Las palabras del fiscal resuenan una sola vez, sólo una vez para que por fin una ráfaga de indignación aparezca en su rostro.—¿Juan Carlo? —Altagracia visualiza el camino hacia las celdas. Da un paso hacia esa dirección—. Necesito hablar con Santiago. Lléveme a su celda —Altagracia comienza a moverse—. ¡Ahora!Al encontrarse nuevamente con Santiago, los ojos del muchacho están impávidos en los primeros segundos, pero momentos después la resignación lo envuelve. Santiago está sentado cuando Altagracia llega a su celda. Parece que lee sus gestos conmovidos porque se coloca de pie, sin perder su timidez.—¿Qué fue lo que te envió hacer? —Altagracia suelta conteniendo la indignación de la traición—. ¿Qué te dijo que hicieras? ¿Qué me hicieras?Santiago mueve la cabeza mirando hacia abajo, como si se le dificultara hablar frente a ella.Altagracia toma los barrotes.—¡Dime! —exige en un grito.Santiago se sobrecoge.—Me pidió días antes entrar a la hacien
—No tenías ningún derecho —Altagracia arremete por más que sea el último hombre que creyó que caería en éstas clases de bajezas—. Ninguno, Juan Carlo.Juan Carlo no parece mínimamente afectado por las palabras de su prima. Hay algo difícil de descifrar en su mirada vacía, algo que no había visto antes, algo que realmente la hace dudar de que sea verdaderamente su primo.—Tú estabas muerta, ¿recuerdas? —Juan Carlo le advierte con un tono de voz tranquilo—. Nada cambiara que tu familia arruinó a la mía. Estaba a nada de hacer realidad el infierno para Los Reyes.—¿Cómo se te ocurre, Juan Carlo? No querías vengarte, querías asesinarme. Y sí, estuve muerta. Sí, lo hiciste —Altagracia da un paso hacia él—, pero fallaste.Hay una pequeña reacción en el rostro de Juan Carlo, no lo suficiente como para creer que ha caído en la resignación de haber perdido.—No hay ni un solo día en que no me regocije por lo que te sucedió. Los Reyes son una escoria. Tú eres una escoria —Juan Carlo finalmente
Matías no se despierta. Calmado entre sus brazos, lo admira para obtener más fuerza. Sabe que la oscuridad terminará dentro de muy poco. Qué todas las pesadillas se marcharán, y su hijo tendrá todo lo que debió pertenecerle desde el principio. No quiere moverse de dónde está, temiendo que se despierte. Haber escuchado a Gerardo es un alivio. ¿Habrá encontrado algo para regresar? No quiere decírselo, puede darse cuenta de ello. Cualquier plan que Gerardo tenga, por las palabras de su padre, lo está llevando a cabo en silencio. Altagracia sabe qué tiene que prepararse para el juicio de Joaquín, y el veredicto final, así como el veredicto final de Juan Carlo. La decepción es algo que la perseguirá siempre. Qué Juan Carlo la haya querido muerta demuestra que nunca estuvo más en peligro que en su propia casa. Que la traición siempre vendrá de un familiar, de alguien cercano.Observa a Matías. La hermana de Maribel muerta justo cuando quería saber el culpable de haberlo perdido…Alt
—Luciano —Altagracia dice convencida, ya quea no puede estar equivocada—. ¿Luciano, no es así?Roberto asiente.—Así es. La señora Lucila mencionó directamente a Luciano como el causante de acusar falsamente a Gerardo, y de haberle robado el rifle a Gerardo —responde su padre.—Eso quiere decir que…Ignacio también está involucrado. Trabaja para él. Tienen prueba de que Ignacio fue la mente detrás de esas falsas acusaciones —Altagracia tiene una pizca de esperanza al decir lo que pasa por su mente.—La posibilidad de que haya sido Gerardo ha quedado descartada por completo —Roberto dice las palabras que tanto quiere escuchar, pero no dura mucho con los ánimos arriba—, pero Luciano no ha confesado absolutamente nada que involucre a Ignacio Gonzáles.Altagracia hace una mueca disgustada.—¿Qué?—Niega que Ignacio tuvo algo qué ver —Roberto lo dice como si esperara algo como esto—. Sin un testimonio en contra, ni pruebas, Ignacio no puede ser acusado directamente de ser el cabecilla del a
Altagracia le pidió a Gerónimo que se encargara de la administración de Villalmar mientras ninguna de ellas estuviese presente en la hacienda. Gerónimo preguntó acerca de Ana.—Está embarazada. Puede quedarse aquí el tiempo que necesita —fue lo que respondió Altagracia.A estas alturas, Ana no ha hablado con ella desde la boda. No desea arruinar la amistad que nació desde su niñez, pero la distancia habla por sí sola, y lo último que quiere creer es que Ana también ha conspirado en su contra. Debe tener una motivación para confesar algo así en frente de todas. Tarde o temprano tendrá que hablar con ella. Ana no puede ser su enemigo. Simplemente no lo soportaría.Gerónimo aceptó quedarse sin problema. Consiguió a Rita junto a él en el establo. Ambos charlando, sonrientes y despreocupados. Lamentó interrumpir para avisarle a Rita la situación. Rita también debe estar en la lectura del testamento.Quiere que Victoria esté junto al niño. Recibió la noticia de que Sergio está bien, en Los
Sigue sin creerlo. Con Matías en su regazo, sentada en el escritorio del salón presidencial, y tratando de no derretirse por la pequeña vergüenza a causa de todo lo que ha pasado, Altagracia sigue en estado de shock.El licenciado Torres se ha marchado ya con sus firmas. Se preparará para la lectura del testamento en cuanto Roberto dé la orden. Esperan a Erick, uno de sus primos. Es necesario que todos estén involucrados en ésta lectura. Nadie sabrá qué sucederá y tampoco cuáles fueron las últimas decisiones de Joaquín como absoluto jefe de la familia Reyes.Roberto se marchó con el licenciado Torres, así que los únicos presentes aquí son ella, su conmoción, y un Gerardo relajado todavía de pie.—Jamás debí haber hecho lo qué hice. Estuve mal, fue el peor error qué cometí. Jamás debí quitarte lo que es tuyo y aprovechar tus sentimientos por mí. Nunca debí haberte hecho firmar esos papeles —Gerardo habla, tomando su mano—. Te devuelvo todo esto, y más, porque sé que mereces todo. Y pese