Maruja, al notar que el joven se mostraba cada vez más alterado, le dijo con firmeza para evitar que Rogelio se diera cuenta de la situación:— Por favor, basta, no te permito hacer una escena aquí en la clínica. Lo mejor es que te retires de inmediato.— Con todo respeto, señora Maruja, no me moveré de aquí hasta que Emperatriz me explique con sus propias palabras qué está sucediendo. Por favor, dime: ¿es cierto lo que acaba de decir tu madre?Emperatriz permaneció en silencio, mientras Guillermo, incapaz de soportar la incertidumbre y la impotencia, exclamó:— Si no piensas decírmelo tú, me imagino que este señor podrá darme una explicación, y en este momento lo voy a confrontar.— ¡No, Guillermo, por favor! No es necesario que hables con el señor Rogelio. Estoy dispuesta a decirte toda la verdad.Guillermo, lleno de rabia y dolor, con los ojos rojos y llenos de lágrimas, le exigió:— ¡Habla! ¡Dime la verdad de una vez!Emperatriz, armándose de valor, le res
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