Si no hubiera presenciado su aspecto intimidante momentos antes, jamás habría imaginado que esta misma persona acababa de mostrarse como una deidad implacable.—Señor Montero, es muy amable, lamento interrumpir su trabajo —respondí instintivamente usando un tono formal, consciente nuevamente de la enorme distancia que nos separaba.Jimmy entró conmigo, se acercó al escritorio y recogió con agilidad los documentos esparcidos por el suelo, los ordenó rápidamente y salió.Me hice la desentendida, fingiendo no haber notado nada.—¿Ya tiene listos mis diseños, señorita Navarro? —preguntó Lucas, sacándome de mis cavilaciones.Me quedé paralizada, con las palabras atoradas en la garganta.Lucas notó mi inquietud, pero mantuvo la paciencia: —¿Acaso mi madre la está presionando?—¡No, de ninguna manera! —me apresuré a negar, tropezando con las palabras.No había traído ningún diseño, ni siquiera venía a hablar sobre la ropa. No me quedaba más remedio que decir la verdad.—Señor Montero, lo sie
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