Capítulo 37
—Vaya, violación.

Qué curioso cómo funciona el karma, nadie se escapa de pagar sus culpas.

No pude contener una risa que solo enfureció más a Antonio.

—¿En qué momento te volviste tan ponzoñosa, María?

—Aprendí del mejor —le solté sin más.

Y ella en cambio se quedó mudo de la rabia.

—Ya córtala —le advertí—. Al final del día, el que la hizo la paga. Solo estoy haciendo que se cumpla la justicia. Y cuidado, que, si siguen metiéndose con la ley, tú también vas a terminar pagando.

Antonio guardó silencio un buen rato. Parecía estar calmándose y quizás hasta sintiéndose culpable. Luego cambió el tema bruscamente:

—Me contaron que andas necesitando plata con urgencia, ¿para qué es?

—Eso no te incumbe.

—¿Cuánto necesitas? Yo te lo doy.

—Como tanto preguntas, ¿me darías un millón? —le solté directamente.

—¿Un millón? —se sorprendió—. ¿Qué pasó para necesitar tanto? ¿La empresa está en problemas?

—No.

De pronto me di cuenta que no valía la pena. Aunque quisiera prestarme o regalarme el dinero,
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