Capítulo 42
Sin embargo, recordé que Antonio había dicho hace dos días que no podía conseguir un millón en efectivo.

Me animé pensando que, si no tenían suficiente dinero, aún tenía posibilidades de ganar.

La subasta comenzó rápidamente.

Esta casa de subastas era una de las más prestigiosas a nivel internacional, y sus subastas benéficas anuales atraían a numerosos millonarios tanto nacionales como extranjeros.

Reconocí algunos rostros familiares entre los presentes, todos gente con mucha plata en Altamira.

Las primeras pinturas de artistas famosos y porcelanas antiguas se vendieron por precios que no bajaban del millón.

Los millonarios pujaban con entusiasmo, gastando dinero como si compraran un repollo.

Me quedé boquiabierta y volví a preocuparme por no poder conseguir el brazalete.

Antonio acompañaba a Isabel, y de vez en cuando se susurraban al oído, mostrándose dulces y enamorados, como si hubieran olvidado completamente su vergonzosa pelea pública de hace unos días.

Habían levantado la palet
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