Capítulo 44
Con todas mis fuerzas me contuve para no dejar caer las lágrimas. El dolor más profundo viene muchas veces de quien alguna vez más amamos. La desesperación y el odio ocupaban mi ser, mis dedos temblaban.

Después de un momento, repentinamente me sentí resignada y volteé a mirarlo:

—¿Seguirías aumentando el precio si yo sigo ofertando?

Los ojos de Antonio vacilaron, como si también estuviera sufriendo, y murmuró:

—María, ya basta.

Lo ignoré y, sonriendo, levanté mi paleta:

—¡Tres millones!

En el peor de los casos, me convertiría en el hazmerreír, vendería mi empresa para pagar la multa y quedaría en la ruina, teniendo que empezar desde cero.

Pero si ganaba esta apuesta, ¿no lograría hacerlo sangrar financieramente y sentir algo de dolor también?

—¡María! —Como esperaba, después de mi oferta de tres millones, Antonio perdió la compostura.

Pero Isabel, en su ingenuidad, no entendía nada.

Viendo que Antonio dudaba y que el subastador estaba a punto de usar el martillo, ella repentinamente l
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