—Me daré prisa, no quiero retrasar la celebración de la señora —añadí rápidamente, preocupada de que dudara de mis capacidades.—No hay necesidad de apresurarse. Si el tiempo no alcanza, con hacer dos conjuntos será suficiente. Lo importante es tu salud, no te exijas demasiado.Sus palabras de preocupación me hicieron revivir la vergonzosa escena de esta mañana, cuando me quedé dormida en su auto. Me sentí terriblemente apenada.Lucas, percibiendo mi incomodidad, avanzó con su característico porte elegante:—Ya que la señorita Navarro tiene un almuerzo pendiente, no la entretendremos más. Lo podemos dejar para otro momento.Salí de mi ensimismamiento y asentí varias veces:—Sí, hasta luego señor Lucas.—Hasta luego.Al sentarme en el auto, me sorprendió verlo acercarse para cerrar la puerta, despidiéndose con un gesto a través del cristal.No sé si era porque tendía a idealizar a la gente de clase alta.Pero me parecía que cualquier gesto suyo —una sonrisa, un movimiento, incluso cuand
Al día siguiente, fui directamente a la empresa de Mariano a buscarlo.—¿A qué fue que viniste? ¿No has causado suficientes problemas en esta familia? —me espetó Mariano con frialdad cuando me vio llegar a su empresa al día siguiente.Me senté frente a su escritorio y fui directa:—Necesito dinero con urgencia. Si no me devuelves las acciones de mi madre, entonces dame el dinero directamente.Mariano hizo una pausa y su expresión se tornó aún más sombría:—María, ¿te volviste loca? Ya te di la mitad de las acciones de tu madre, ¿no estás satisfecha?—Si eran de mi madre, deberían ser todas mías. Si no hubieras robado el negocio de mis abuelos, ¿tendrías ahora todo este éxito?Mariano me clavó la mirada en silencio.La tensión se mantuvo unos segundos hasta que de pronto se levantó, vino hacia mí y me agarró:—Fuera de aquí, no me obligues a llamar a seguridad.—Me iré por las buenas si me das el dinero. No es mucho, con un millón basta.—¿Un millón? —La voz de Mariano cambió por la sor
Me giré sin hacer ruido para observar a aquella mujer mientras se dirigía directo al despacho de Mariano.Algo en mi interior me gritaba que esta mujer y Mariano mantenían una relación que iba más allá de lo profesional.Una vez en mi auto y tras meditarlo brevemente, decidí llamar a Sofía.—Sofía, necesito pedirte algo. Quiero que vigiles a una persona...De no ser por el encargo pendiente de los Montero, sin duda me hubiera encargado personalmente de la vigilancia.Imaginé que necesitaría al menos un par de días para descubrir algo sobre Mariano.Sin embargo, esa misma noche, mientras continuaba en el taller con mi trabajo, recibí un mensaje de Sofía.—María, tu adorado papito está en el Hotel Hilton acompañado de una cualquiera, habitación 8... ¿Quieres venir a pillarlos in fraganti?Aparté con tranquilidad la aguja y el hilo antes de responder:—No tiene sentido que yo los atrape. Mejor que lo haga alguien más.Llamé a Carmen.—¿María? ¿Qué deseas ahora? —Carmen siempre me hablaba
Del mucho jaloneo la tipa se encontraba casi sin ropa, mostrando cada detalle de sus prominentes curvas.La ubicación de la habitación, cercana al ascensor y en pleno horario de mayor movimiento, provocó que varios huéspedes se detuvieran en el corredor a observar. No tardaron en sacar sus celulares para capturar el momento.—¡Deténganse! ¡Policía! ¡Que nadie se mueva!En ese instante, el ascensor se abrió y el grito imperioso del policía hizo que la muchedumbre se apartara al instante.Pero la intervención policial no fue suficiente para apaciguar el desorden.Carmen, transformada en una bestia salvaje, arremetía contra Mariano quien, incapaz de protegerse, quedó prácticamente sin ropa.Los policías se vieron forzados a reducir a Carmen violentamente para detener el escándalo.Entre el escándalo público y las sospechas de que se trataba de un servicio sexual, los agentes no tuvieron más remedio que arrestar a todos los presentes.Carmen se enfureció aún más y comenzó a gritarle a la p
—Vaya, violación.Qué curioso cómo funciona el karma, nadie se escapa de pagar sus culpas.No pude contener una risa que solo enfureció más a Antonio.—¿En qué momento te volviste tan ponzoñosa, María?—Aprendí del mejor —le solté sin más.Y ella en cambio se quedó mudo de la rabia.—Ya córtala —le advertí—. Al final del día, el que la hizo la paga. Solo estoy haciendo que se cumpla la justicia. Y cuidado, que, si siguen metiéndose con la ley, tú también vas a terminar pagando.Antonio guardó silencio un buen rato. Parecía estar calmándose y quizás hasta sintiéndose culpable. Luego cambió el tema bruscamente:—Me contaron que andas necesitando plata con urgencia, ¿para qué es?—Eso no te incumbe.—¿Cuánto necesitas? Yo te lo doy.—Como tanto preguntas, ¿me darías un millón? —le solté directamente.—¿Un millón? —se sorprendió—. ¿Qué pasó para necesitar tanto? ¿La empresa está en problemas?—No.De pronto me di cuenta que no valía la pena. Aunque quisiera prestarme o regalarme el dinero,
—¿Quién te pidió ayuda? — reí irónica.—No te creas tan importante. Ni por la fuerza aceptaría un centavo tuyo. Usar tu dinero para recuperar el brazalete de mi madre... me aterra que pueda manchar su camino en el más allá.—María, ¿por qué hablas con tanto veneno y sorna? —Antonio sonaba herido y furioso.—Ja, mi veneno al hablar es nada comparado con tu maldad como persona.Con ese último comentario lleno de rabia, corté la llamada sin darle oportunidad de responder. ¡Estaba completamente fuera de mí!Sin embargo, cuando logré calmarme, una inquietud en mi interior crecía por momentos. Si Antonio estaba enterado, era muy probable que Isabel también lo supiera pronto. Conociendo su costumbre de arrebatarme todo lo que amo, seguramente intentaría disputarme el brazalete. ¡No podía permitirlo! No podía dejar que Isabel se lo llevara. Necesitaba reunir dinero rápidamente. Pero solo quedaban dos días, ¿dónde más podría conseguir un préstamo? Mi corazón ardía de ansiedad y por un instante
En lo alto del edificio, la majestuosa inscripción que proclamaba "Fortalecimiento militar de la patria" hizo crecer aún más la admiración y el respeto en mi interior.Al acercarme en el auto, efectivamente había alguien esperando abajo. Era una persona familiar para mí. La última vez que visité Casa Montero, mientras conversaba con Lucas en la entrada, él fue quien se acercó para recordarle que era hora de partir.Estacioné y bajé con mi maletín.—Señorita Navarro, soy Jimmy, secretario del señor Montero —se presentó con exquisita cortesía.—Hola Jimmy, muchas gracias por tu ayuda —respondí con igual amabilidad.Me guió hacia el edificio, atravesamos el control de acceso con reconocimiento facial y nos dirigimos a los ascensores.—Señorita Navarro, el señor Montero está ocupado en este momento, tendrá que esperar un poco —me informó Jimmy una vez dentro del elevador.—No hay ningún problema, soy yo quien viene sin avisar e interrumpe su trabajo —contesté con una sonrisa.Al llegar al
Si no hubiera presenciado su aspecto intimidante momentos antes, jamás habría imaginado que esta misma persona acababa de mostrarse como una deidad implacable.—Señor Montero, es muy amable, lamento interrumpir su trabajo —respondí instintivamente usando un tono formal, consciente nuevamente de la enorme distancia que nos separaba.Jimmy entró conmigo, se acercó al escritorio y recogió con agilidad los documentos esparcidos por el suelo, los ordenó rápidamente y salió.Me hice la desentendida, fingiendo no haber notado nada.—¿Ya tiene listos mis diseños, señorita Navarro? —preguntó Lucas, sacándome de mis cavilaciones.Me quedé paralizada, con las palabras atoradas en la garganta.Lucas notó mi inquietud, pero mantuvo la paciencia: —¿Acaso mi madre la está presionando?—¡No, de ninguna manera! —me apresuré a negar, tropezando con las palabras.No había traído ningún diseño, ni siquiera venía a hablar sobre la ropa. No me quedaba más remedio que decir la verdad.—Señor Montero, lo sie