80. Entre serpientes
La risa de Jorge resonó desde el salón, profunda y despreocupada, interrumpiendo el silencio con el que cruzaron juntos el umbral de la mansión. Una sonrisa instintiva asomó en sus labios, pero se desvaneció en cuanto reconoció la voz de Sophia.En la sala estaban Mario, Jorge y algunos hombres más, todos vestidos con camisetas negras y pantalones cargo. En el sofá principal, con una postura que insinuaba que el lugar le pertenecía, se reía despreocupada, y cuando sus ojos se encontraron, la sonrisa de Sophia se ensanchó.—No esperaba verla de pie tan pronto —comentó en tono ligero, lo suficientemente alto para que todos la escucharan, sin molestarse en dirigirle la mirada.Mario levantó la vista de su tablet, y Jorge dejó escapar un resoplido bajo, pero ninguno habló y la tensión en la sala se volvió palpable, como si esperaran su reacción.Isabella mantuvo la compostura. Sin prisa, giró el rostro hacia Nathan y cerró la distancia entre ellos. Sus labios se encontraron con la natural
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