La lluvia golpeaba contra las ventanas, llenando con un murmullo constante, el silencio que habitaba en la casa.Ellie terminaba de secar los platos en la cocina, mientras que en el salón, su pequeño de dos años, Run, jugaba con sus bloques de colores.Pensando que un gesto especial, quizás ayudaría a romper la barrera que se había levantado entre ella y Rolan, Ellie, se había pasado todo el día preparando la cena de la noche.Sobre la mesa había dispuesto un hermoso mantel, unas velas que había encontrado guardadas y un ramo de flores, que ella misma recogió en el jardín esa mañana.Se veía simple, pero bonito, y esperaba que él lo notara.—¡Mami, mira! —gritó el niño, alzando su creación con orgullo.Ellie asomó la cabeza en el umbral que dividía las habitaciones, y sonrió. Sin embargo, su mente estaba en otra parte.—Es hermosa, amor. Sigue así, seguro será la más alta del mundoRun asintió con entusiasmo y volvió a jugar, completamente ajeno a las emociones de su madre. Ella lo ob
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