La alarma sonó a las 9:30 de la mañana, despertando a Ellie con una sensación de pesadez en el cuerpo. Abrió los ojos lentamente, observando la cama vacía a su lado ¿Dónde estaba Rolan?
Estaba acostumbrada a las salidas laborales de su esposo, pero esto ya había sido demasiado hasta para él.
Se estiró hacia el teléfono en la mesita de noche y revisó los mensajes. Nada. ¿Acaso estaba demasiado ocupado para avisarle que se encontraba bien?
Marcó su número, pero la llamada fue directamente al buzón de voz. ¡Otra vez! murmuró para sí misma, sintiendo que una advertencia se encendía en el centro de su pecho.
Tal vez era cierto que estaba trabajando para obtener un ascenso. Sin embargo, sus actitudes la hacían sospechar y sentirse ansiosa al respecto.
Run dormía plácidamente en su cuna, ajeno a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Ellie lo miró, intentando no dejarse consumir por las preocupaciones, saboreando la ternura que emanaba de su ser; había prometido que le daría el hogar que siempre había soñado, con sus dos padres a su lado. Y haría todo lo que estuviera a su alcance para que así fuese.
Por primera vez en mucho tiempo, decidió hacer algo osado, algo diferente a quedarse llorando por horas, ovillada en la cama.
Había pasado demasiadas noches en las que sentía que se hundía más, mientras él simplemente desaparecía en su mundo.
Con determinación, se levantó y comenzó a vestirse rápidamente. Escogió una pollera color hueso, en juego con el blazer y una blusa gris de seda; quería sorprenderlo en todos los sentidos.
Hablaría con Rolan para hacer las paces y le demostraría cuánto lo amaba. Porque aún lo amaba.
Buscó en la heladera, la cena que había preparado para él la noche anterior, y la metió en una caja de cartón, con la intención de que fuera la excusa que justificara su visita.
Después de que llegara Nana, la niñera que cada tanto cuidaba a Run, tomó el coche y condujo hasta el lugar donde trabajaba su esposo.
Mientras manejaba, la ansiedad comenzó a apoderarse de ella. ¿Qué haría si no estaba allí? ¿Y si no quería verla? Las preguntas rondaban en su cabeza, no obstante, se obligó a ignorarlas.
Cuando llegó al enorme edificio, se aparcó en el estacionamiento, con el corazón latiéndole muy deprisa. Le sudaban las manos y un horrible escalofrío le recorrió la espina dorsal.
Se sumergió dentro del recinto sintiendo que los nervios la invadían, al ser observada, por un grupito de hombres que se encontraban cerca del ascensor. Ellie enrojeció al suponer que la miraban juzgando su peso, debido a que las mujeres que se había cruzado hasta el momento, parecían modelos.
El edificio tenía pasillos largos que simulaban ser interminables. Con la caja en las manos, caminó en busca de la oficina de Rolan.
Recordaba que su esposo trabajaba en la oficina 206, o al menos eso le había comentado él, ya que nunca le había permitido visitarlo.
Cuando estuvo frente a su puerta dio tres golpes y aguardó una respuesta, pero no obtuvo nada. Intentó nuevamente, sin embargo, tal y como antes, nadie contestó.
Molesta por los ruidos provenientes del interior, decidió entrar por su cuenta para cumplir su cometido.
—¿Por qué no me respondes?
Dentro, un hombre de buen porte y cabello oscuro, estaba de pie junto a su escritorio, revisando unos papeles. Al escuchar el ruido de la puerta, levantó la vista, sorprendido por la repentina intrusión.
Ellie se sintió confundida por un momento. No tenía idea de quién podía ser, pero la oficina no le parecía la de Rolan. Había cometido un error.
— Lo siento, creo que me equivoque— Dijo rápidamente deseando que la tragase la tierra.
El hombre no tuvo tiempo si quiera de respirar, antes de que Ellie ya se encontrara fuera de la oficina, consumida por la vergüenza. Lo cierto es que su mirada profunda y a la vez tierna, la habían hecho sonrojarse como una niña.
¿Acaso estaba volviéndose loca? Había acudido allí con la esperanza de que todo se resolviera, pero parecía que solo sabía meterse en problemas.
Una vez que logró tranquilizarse, escuchó unas voces más adelante y reconoció la risa de Rolan entre ellas. Caminó unos pasos más, para eliminar cualquier duda que tuviese, y fue en ese preciso momento cuando lo vio salir de la oficina acompañado de una mujer rubia. Ellie se detuvo observando desde lesa distancia.
Además de belleza, la mujer poseía un porte elegante, y se dedicaba a sonreír ampliamente mientras hablaba con él.
Cuando Rolan vio a su esposa allí parada, se detuvo en seco. Su expresión pasó de sorpresa a fastidio, en cuestión de segundos.
—¿Qué haces aquí? — preguntó sin molestarse en ocultar su enfado.
—Vine para traerte el almuerzo— respondió Ellie, sosteniendo la caja con fuerza.
La verdad, es que le hubiera gustado decirle que se encontraba allí para preguntarle qué le había sucedido, por qué no había regresado a la casa, ni contestaba sus mensajes. Pero se sintió intimidada bajo la mirada de su acompañante.
Rolan soltó un suspiro y negó con la cabeza.
—Estoy ocupado. No tengo tiempo para esto
La mujer de ojos inquisitivos, lo miró con curiosidad, pero no dijo absolutamente nada. Solo se quedó de pie, esperando a que Rolan terminara.
—¿Puedes al menos dedicarme cinco minutos? — insistió Ellie, sosteniéndolo del brazo antes de que se marchase.
—Tengo cosas más importantes que hacer
Rolan le hizo un gesto a la mujer que estaba a su lado para que lo siguiera. Ambos, caminaron hacia el final del corredor, dejando a Ellie parada en medio del pasillo; aún sostenía la caja con el almuerzo en sus manos, como si de ello dependiera su estabilidad física y mental.
Los observó ingresar al ascensor y desaparecer tras las gruesas puertas de acero
¿Qué estaba pasando? La duda se apoderó de Ellie ,al verlos marcharse juntos sin ningún tipo de remordimiento. Su corazón comenzó a latir más rápido, como si estuviera por romperse en cualquier momento.
¿Qué había hecho ella para merecer todo eso?
Pensó en huir de esa espantosa situación para volver a su lugar seguro, sin embargo, una voz masculina la detuvo en seco.
—¿Te encuentras bien?Ellie se giró lentamente, con el corazón aún latiendo con fuerza. Frente a ella estaba el hombre de la oficina a la que había entrado por error.Ahora, a la luz del pasillo, podía verlo con más detalle. Era alto, de hombros anchos y cabello oscuro que caía despreocupadamente sobre su frente. Su mandíbula, marcada y fuerte, parecía esculpida con precisión, y sus labios, tenían un atractivo natural que no podía pasar desapercibido. Sin embargo, lo que realmente atrapaba su atención eran sus ojos: oscuros, profundos y con una intensidad que parecía desarmarla sin el mínimo esfuerzo.—No es mi intensión incomodarte, pero vi lo que pasó hace un momento —dijo con una calma que contrastaba con el caos que Ellie sentía por dentro; su voz grave llenó el espacio entre ellos. Dio un paso hacia delante, manteniendo una distancia prudente, pero lo suficientemente cerca como para que el aire se sintiera más denso—. ¿Estás bien?Ellie tragó saliva, intentando encontrar su voz. ¿
La noche había caído hacía ya unas horas, y la casa estaba en completo silencio salvo por los débiles murmullos del televisor en la sala. Ellie se sentó en el sofá, con las manos cruzadas sobre el regazo y la mirada perdida en la puerta. Desde que regresó, había tenido un nudo en el estómago. Rolan entró dando un portazo, con el rostro oscuro y los hombros tensos. Llevaba el saco del traje colgado sobre un brazo y su corbata deshecha, como si el día hubiera sido un campo de batalla. Ellie lo observó en silencio mientras él tiraba el saco en el perchero con un movimiento brusco.—¿Por qué fuiste a mi oficina? —dijo con voz baja, pero con una amenaza latente que hizo que el aire entre ellos se volviera denso.Ellie no se atrevió a mirarlo de inmediato. Sintió que su cuerpo se tensaba, que sus piernas no le respondían.—Rolan… solo quería hablar contigo — dijo, intentando calmarse, pero sus palabras salieron temblorosas—. Tú no respondes mis mensajes, y pensé que…—¡No quiero excusas to
Sus manos se movían con un ansia arrolladora, que convertía cada roce en un éxtasis imposible de ignorar. Ellie intentaba resistirse, pero su cuerpo cedía a cada caricia, cada gesto que él le dedicaba. Era una batalla perdida, aunque ella no lo aceptara.—Para, por favor para — suplicó Ellie con voz entrecortada, aunque sus palabras no reflejaban lo que realmente deseaba.Él no obedeció. Sus manos, cada vez más sedientas, se deslizaron por la parte baja de su espalda, arrancándole un temblor que traicionó sus peticiones.—No quieres que pare, y lo sabes — murmuró, con una voz ronca que ardía de deseo.—Y, sin embargo, es lo correctoÉl rió con amargura; una carcajada breve y seca, como si la idea de "lo correcto" le resultara absurda.—Lo correcto — repitió, con sarcasmo—. ¿Desde cuándo nos importa eso?En un movimiento brusco, la giró hasta que sus miradas se encontraron. Sus ojos, oscuros y encendidos, se clavaron en los de Ellie como si intentara arrancarle las respuestas directame
La lluvia golpeaba contra las ventanas, llenando con un murmullo constante, el silencio que habitaba en la casa.Ellie terminaba de secar los platos en la cocina, mientras que en el salón, su pequeño de dos años, Run, jugaba con sus bloques de colores.Pensando que un gesto especial, quizás ayudaría a romper la barrera que se había levantado entre ella y Rolan, Ellie, se había pasado todo el día preparando la cena de la noche.Sobre la mesa había dispuesto un hermoso mantel, unas velas que había encontrado guardadas y un ramo de flores, que ella misma recogió en el jardín esa mañana.Se veía simple, pero bonito, y esperaba que él lo notara.—¡Mami, mira! —gritó el niño, alzando su creación con orgullo.Ellie asomó la cabeza en el umbral que dividía las habitaciones, y sonrió. Sin embargo, su mente estaba en otra parte.—Es hermosa, amor. Sigue así, seguro será la más alta del mundoRun asintió con entusiasmo y volvió a jugar, completamente ajeno a las emociones de su madre. Ella lo ob