La noche había caído hacía ya unas horas, y la casa estaba en completo silencio salvo por los débiles murmullos del televisor en la sala. Ellie se sentó en el sofá, con las manos cruzadas sobre el regazo y la mirada perdida en la puerta. Desde que regresó, había tenido un nudo en el estómago.
Rolan entró dando un portazo, con el rostro oscuro y los hombros tensos. Llevaba el saco del traje colgado sobre un brazo y su corbata deshecha, como si el día hubiera sido un campo de batalla. Ellie lo observó en silencio mientras él tiraba el saco en el perchero con un movimiento brusco.
—¿Por qué fuiste a mi oficina? —dijo con voz baja, pero con una amenaza latente que hizo que el aire entre ellos se volviera denso.
Ellie no se atrevió a mirarlo de inmediato. Sintió que su cuerpo se tensaba, que sus piernas no le respondían.
—Rolan… solo quería hablar contigo — dijo, intentando calmarse, pero sus palabras salieron temblorosas—. Tú no respondes mis mensajes, y pensé que…
—¡No quiero excusas tontas! — le gritó de repente, dando un paso hacia ella, quien retrocedió instintivamente. Su tono era tan profundo y feroz, que Ellie casi sintió como si un peso invisible se dejara caer sobre su pecho—. ¿Por qué no puedes quedarte tranquila en tu lugar?
Ellie tragó saliva, el miedo estaba apoderándose de su cuerpo. Sabía que no debía hablar, pero su boca se movió por sí sola.
— Esa mujer que estaba contigo — dijo, la voz temblorosa, pero cargada de desesperación—. ¿Quién es ella?
Rolan la miró como si fuera una intrusa, como si no tuviera derecho a realizar preguntas. Un destello de ira cruzó su rostro, y sus ojos se oscurecieron aún más, hasta que Ellie sintió que iba a ser consumida por esa oscuridad.
—Eso no te incumbe —respondió lleno de sorna, acercándose tanto, que Ellie podía sentir su aliento caliente en su rostro—. No tienes derecho a cuestionarme.
No importaba cuánto intentara explicarle, él nunca la escuchaba. Y cuando la miraba así, tan distante, tan ajeno, la hacía sentirse más pequeña que nunca.
—Soy tu esposa, Rolan. Tengo derecho a saber qué está pasando… —dijo con la voz rota, incapaz de contener las lágrimas que amenazaban con salir.
En un abrir y cerrar de ojos, Rolan la agarró por la mandíbula, apretándola con tal fuerza, que Ellie sintió el dolor como una corriente eléctrica a través de su rostro. Sus ojos se encontraron, y por un momento, todo a su alrededor se desvaneció.
—Te he dicho mil veces que no me hables así— las palabras salieron de su boca como una amenaza directa.
El miedo se instaló en el pecho de Ellie, pero intentó mantener la calma. Forcejeó para alejar sus manos de las suyas, pero el esfuerzo fue en vano. Por el contrario, la presión aumentó y sus uñas comenzaron a clavársele en la piel.
—Me estás haciendo daño — logró decir con la voz quebrada.
Rolan no la miró con remordimiento, sino con furia. En un impulso violento, la soltó de golpe, empujándola hacia atrás. Ellie se tambaleó, cayendo al suelo de espaldas, y en ese momento el caos estalló.
Con un movimiento violento, tiró una lámpara al suelo, que se rompió en pedazos, y luego volteó la mesa del comedor con un grito de frustración. Ellie se quedó congelada, observando cómo cada objeto a su alrededor parecía convertirse en una víctima de su rabia descontrolada. Se encogió, abrazándose a sí misma, mientras las lágrimas caían sin control.
—¿Por qué haces esto? — gritó llena de angustia, intentando detenerlo. Pero él ya no la escuchaba; estaba demasiado absorto en sus propios demonios como para detenerse.
El sonido de su furia lo inundó todo.
—¡Eres tú! ¡Eres tú quien me está haciendo esto! —respondió él, con la respiración entrecortada, mientras pateaba una silla y la hacía volar contra la pared. —¡Eres tú la que siempre está metiéndose en mi camino! ¡La que no sabe cuándo callarse! ¡La que no sabe mantenerse en su lugar!
Ellie se ovilló nuevamente, aterrada por la intensidad de las palabras que brotaban de Rolan. Sus manos temblaban mientras intentaba cubrirse de los resquicios que volaban a su alrededor.
No podía entender cómo había llegado a esto. Todo había sido tan diferente al principio.
De repente, en medio de la tormenta de su rabia, Rolan se detuvo en seco. Miró hacia la habitación de Run, y un destello de duda cruzó sus ojos. Pero no fue suficiente para calmarlo.
— ¿Qué sucede? —le gritó Ellie, casi suplicante, al ver que él no dejaba de mirar la habitación—. No le hagas daño por favor
Rolan respiró con pesadez y, sin dar tiempo a que Ellie lo detuviera, salió disparado hacia su objetivo. Ellie se incorporó de inmediato y lo siguió sin pensarlo dos veces.
Su esposo estaba en la cuna de Run, levantando al pequeño para depositarlo entre sus brazos.
—Rolan… —dijo ella, con la voz quebrada, acercándose lentamente—. ¡Déjalo! ¡Suelta a nuestro hijo!
Él no la miró. En lugar de eso, se dedicó a colocar a Run contra su pecho, como si fuera el único refugio que le quedaba.
Ellie intentó alcanzarlo, pero él la apartó sin miramientos, observando a su hijo con una intensidad, que le heló la sangre.
—¡Vete! —le gritó; su voz estaba cargada de odio—. No te acerques a nosotros
— Él no tiene nada que ver en todo esto. Déjalo en su cuna por favor— Ellie lloró, la angustia la invadía mientras veía a Rolan avanzar con Run en brazos, como si deseara alejarlo de ella para siempre.
De repente, él se giró, con una expresión llena de desprecio.
—Puedes quedarte tranquila. Amo a mi hijo con todo mi ser y jamás le haría daño. Pero a ti… a ti no te soporto. Eres la causa de todos mis problemas, la dueña de todos mis males. Esto.. esto no es más que tu culpa.
Ellie sintió cómo sus rodillas cedían. El aire se le escapó de los pulmones, y por un instante todo se volvió gris. No tenía fuerzas para luchar, pero tampoco podía permitir que se llevara a su hijo.
—¡Por favor! —gimió, mientras él comenzaba a alejarse con pasos firmes—. ¡Rolan!
La puerta se cerró detrás de él, y Ellie quedó sola en la oscuridad, temblando, con el corazón destrozado, sin saber si alguna vez volvería a ver a su hijo.
Sus manos se movían con un ansia arrolladora, que convertía cada roce en un éxtasis imposible de ignorar. Ellie intentaba resistirse, pero su cuerpo cedía a cada caricia, cada gesto que él le dedicaba. Era una batalla perdida, aunque ella no lo aceptara.—Para, por favor para — suplicó Ellie con voz entrecortada, aunque sus palabras no reflejaban lo que realmente deseaba.Él no obedeció. Sus manos, cada vez más sedientas, se deslizaron por la parte baja de su espalda, arrancándole un temblor que traicionó sus peticiones.—No quieres que pare, y lo sabes — murmuró, con una voz ronca que ardía de deseo.—Y, sin embargo, es lo correctoÉl rió con amargura; una carcajada breve y seca, como si la idea de "lo correcto" le resultara absurda.—Lo correcto — repitió, con sarcasmo—. ¿Desde cuándo nos importa eso?En un movimiento brusco, la giró hasta que sus miradas se encontraron. Sus ojos, oscuros y encendidos, se clavaron en los de Ellie como si intentara arrancarle las respuestas directame
La lluvia golpeaba contra las ventanas, llenando con un murmullo constante, el silencio que habitaba en la casa.Ellie terminaba de secar los platos en la cocina, mientras que en el salón, su pequeño de dos años, Run, jugaba con sus bloques de colores.Pensando que un gesto especial, quizás ayudaría a romper la barrera que se había levantado entre ella y Rolan, Ellie, se había pasado todo el día preparando la cena de la noche.Sobre la mesa había dispuesto un hermoso mantel, unas velas que había encontrado guardadas y un ramo de flores, que ella misma recogió en el jardín esa mañana.Se veía simple, pero bonito, y esperaba que él lo notara.—¡Mami, mira! —gritó el niño, alzando su creación con orgullo.Ellie asomó la cabeza en el umbral que dividía las habitaciones, y sonrió. Sin embargo, su mente estaba en otra parte.—Es hermosa, amor. Sigue así, seguro será la más alta del mundoRun asintió con entusiasmo y volvió a jugar, completamente ajeno a las emociones de su madre. Ella lo ob
La alarma sonó a las 9:30 de la mañana, despertando a Ellie con una sensación de pesadez en el cuerpo. Abrió los ojos lentamente, observando la cama vacía a su lado ¿Dónde estaba Rolan?Estaba acostumbrada a las salidas laborales de su esposo, pero esto ya había sido demasiado hasta para él.Se estiró hacia el teléfono en la mesita de noche y revisó los mensajes. Nada. ¿Acaso estaba demasiado ocupado para avisarle que se encontraba bien?Marcó su número, pero la llamada fue directamente al buzón de voz. ¡Otra vez! murmuró para sí misma, sintiendo que una advertencia se encendía en el centro de su pecho.Tal vez era cierto que estaba trabajando para obtener un ascenso. Sin embargo, sus actitudes la hacían sospechar y sentirse ansiosa al respecto.Run dormía plácidamente en su cuna, ajeno a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Ellie lo miró, intentando no dejarse consumir por las preocupaciones, saboreando la ternura que emanaba de su ser; había prometido que le daría el hogar
—¿Te encuentras bien?Ellie se giró lentamente, con el corazón aún latiendo con fuerza. Frente a ella estaba el hombre de la oficina a la que había entrado por error.Ahora, a la luz del pasillo, podía verlo con más detalle. Era alto, de hombros anchos y cabello oscuro que caía despreocupadamente sobre su frente. Su mandíbula, marcada y fuerte, parecía esculpida con precisión, y sus labios, tenían un atractivo natural que no podía pasar desapercibido. Sin embargo, lo que realmente atrapaba su atención eran sus ojos: oscuros, profundos y con una intensidad que parecía desarmarla sin el mínimo esfuerzo.—No es mi intensión incomodarte, pero vi lo que pasó hace un momento —dijo con una calma que contrastaba con el caos que Ellie sentía por dentro; su voz grave llenó el espacio entre ellos. Dio un paso hacia delante, manteniendo una distancia prudente, pero lo suficientemente cerca como para que el aire se sintiera más denso—. ¿Estás bien?Ellie tragó saliva, intentando encontrar su voz. ¿