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Todos los capítulos de La mansión del Alfa: Capítulo 21 - Capítulo 30
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Alas.
Los dos abrieron los ojos como platos y me miraban con tristeza. Sabía qué hacía lo correcto.—Yo… —articuló Luca—. Yo te di mi palabra, y si eso quieres, eso tendrás.—¿Acaso eres idiota? —dijo Alec molesto—. ¿Piensas dejarla ir?—Él me dio su palabra y la está cumpliendo —dije defendiéndolo.—Mañana mismo estarás en tu antigua casa, Adalyne —aseguró Luca, y yo sonreí.—Gr… gracias —dije, esbozando una sonrisa.—Bien, me rindo —dijo Alec mientras alzaba las manos en señal de rendición.—Vendré a visitarte —dije y le sonreí—. Lo prometo.—No se diga más —dijo contento.Mientras que Luca fruncía el ceño.—¿Y a mí me visitarás? —preguntó con ilusión.—Pero claro que sí —dije y también sonreí.Ambos asintieron y me ayudaron a guardar las pocas cosas que me había traído, además de las que me regaló el rey. Guardé todo perfectamente doblado en una maleta gigante que llevó Luca. Me despedí de todos en el castillo y de Alec. Salimos y subimos a su jeep. Después de un incómodo y tenso silenci
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Luna blanca.
Me desperté sobresaltada. Era demasiada información para asimilar de golpe. Debía procesar que siquiera existieron los ángeles, y ahora me encuentro con que ¿soy la reencarnación de Ángela? ¿Qué debo reunir a todos los demás ángeles? ¿Qué es esto? ¿Una pesadilla? ¿Un mal sueño? ¿Una jugada de mi subconsciente? No lo sé. Pero me siento mentalmente agotada. Miré la hora: apenas eran las 9 a. m. Me volteé para seguir durmiendo.Abrí nuevamente los ojos y parpadeé varias veces, acostumbrándome a la luz. Me levanté y vi que eran las 12 del mediodía. Luca no estaba, y para mi sorpresa, tampoco la típica nota que siempre me dejaba en la mesita de noche. Me levanté y tomé una larga ducha. Pensé en lo mucho que mi vida cambiaría al volver a casa, aunque en el fondo me dolía, y no sabía la causa.Salí del baño envuelta en la toalla y me vestí con algo cómodo: unos shorts de blue jeans claros, una camisa de tirantes negra que me llegaba hasta el ombligo, una chaqueta de blue jeans y unas Vans ne
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Alan Brandwolf
—¿Cómo es que vine a parar aquí? —murmuré para mí misma.Me encontraba en medio de un espeso bosque, rodeada de millones de árboles, una sinfonía de vida vegetal y animal. Estaba con la manada de lobos. Tres días. Tres benditos días desde que fui, ¿secuestrada? ¿Protegida? "Protegida", insistía Raffa. No la había pasado tan mal. Una habitación enorme, lujos por todas partes y una atención constante, casi sofocante. Las bromas con Raffa y sus betas eran…extrañas. Divertidas, sí, pero extrañas. No era normal verlos correr como lobos un minuto y al siguiente estar hablando de estrategias en la mesa del comedor. Era peculiar. A veces, una punzada de envidia me recorría. Quería ser como ellos, sentir la tierra bajo mis patas, la libertad del viento en mi pelaje… Pero era imposible. Yo era una simple humana.Unos toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos.—Adelante —respondí.—Buenas, buenas —dijo Raffa con su habitual sonrisa socarrona.—¿Qué quieres, idiota? —dije con una sonrisa
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¡Que comience el juego!
Últimamente, mi vida está dando giros muy extraños, o, mejor dicho, sobrenaturales. Ordenemos todo lo sucedido en estos días:El rey lobo se interesa en mí, o, mejor dicho, en mi "sangre", y me lleva a su castillo.Nos besamos.Luca nos ve.Luca va a buscarme.Luca promete hacer lo que sea para "recuperarme".Me da mi libertad.Iba volviendo a mi hogar y unos lobos me atacan y me llevan con ellos "por órdenes de Ángela".Es mentira, solo me quieren, lógicamente, por mi sangre y sus dones.Alan es mi protector, mi guardián.Es el padre de Luca y debe entrenarme.Bastante raro, ¿no? Yo solo quiero volver a mi vida de antes, donde solo me preocupaba por qué usar en el instituto. A fin de cuentas, mi destino no era ser compañera de un lobo posesivo, sino ser la reina de los ángeles, las criaturas que pueden vencer a los lobos.¿Quién lo diría? Yo, enamorada de un lobo… digo, yo, la compañera de un lobo, siendo su peor enemiga.¿Qué haré? Sencillo: entrenar hasta ser lo suficientemente fue
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Nicolas
Salimos de la casa y rodeamos el jardín, atravesando el enorme portón negro. Caminamos sin rumbo fijo.—Adalyne… ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo Raffa de repente.—¡Claro! —dije con una sonrisa falsa que, por supuesto, él no notó. Después de todo, soy la mejor actriz del mundo mundial.—¿Te gusta alguien? —dijo, mirándome fijamente.—Es complicado —admití—. Pero creo que sí.—¿Puedo saber de quién se trata? —dijo, arqueando su ceja derecha.—Supongo… —A jugar—. Se trata de ti, Raffa. No sé si sientes lo mismo, pero desde que llegué a la manada sentí una conexión especial contigo. Digo, la manera en la que me tratas, cómo me proteges… —admití con gran falsedad. ¿Y adivinen qué? ¡Se lo creyó! Lo vi en sus ojos.—¡Uh! —dijo sonriente—. Creí que solo yo sentía esto —dijo… Ja. Sigue creyéndolo, idiota.—Pues ya ves que yo siento lo mismo —dije con ternura fingida.—Me alegra saber eso —dijo y entrelazó sus dedos con los míos. Debo admitir que su tacto se sentía… cándido y asqueroso.Seg
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Luca al rescate
Han pasado dos malditas semanas desde que Adalyne desapareció. Se siente como si hubiera sido ayer.FLASHBACKMe percaté de que el chófer no había regresado después de llevar a mi Adalyne a casa. Mandé a Valentín a buscarlo y a verificar que todo estuviera en orden. Entonces, recibí una llamada de un número desconocido. Un mal presentimiento me recorrió el cuerpo.—¿Hola? —contesté.—Es Valentín —dijo con voz grave—. Debes venir a la calle Principal, esquina con la avenida 3.—¿Qué sucedió? —pregunté rápidamente.—¡Ven ya! —dijo y cortó la llamada.Mis alarmas internas se encendieron. No era nada bueno. Bajé las escaleras corriendo, salí al jardín, monté mi moto y aceleré hacia la dirección que me había dado Valentín. Llegué en veinte minutos. Allí estaba él, apoyado en su auto. Detrás, vi mi Jeep negro destrozado y vacío. Había sido atacado, no chocado. Bajé de la moto y me acerqué al Jeep. La puerta del conductor había sido arrancada. Sobre el asiento, el cuerpo inerte de Andrew, mi
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Te amo, Raffa.
La manada entera era un caos. Se movían frenéticos de un lado a otro, como si la luna misma los torturara. Algunos se retorcían de dolor, otros gemían, otros aullaban.—¡Hay un hechicero! —gritó un lobo desconocido—. ¡Él nos está causando esto!—¡Búsquenlo y mátenlo sin piedad! —espetó el Alfa.¿Un hechicero? Nicolas.Después de revelarme sus dos secretos, no supe nada más de él. Vivíamos bajo el mismo techo, pero me ignoraba o me evitaba. Supongo que se sentía incómodo por lo que me había contado, sobre todo por lo de que le gusto. Pero nunca entendí qué hacía él aquí, en primer lugar.Corrí a buscar a Nicolas. Sabía dónde encontrarlo: en la biblioteca, donde nadie más se atrevía a entrar. Giré a la derecha y abrí la puerta. Nicolas estaba sentado en un sillón, con los ojos abiertos, pero ya no eran de ese verde amable. Ahora eran completamente blancos, su mirada perdida en la nada.¿Qué demonios está pasando?—¡Nicolas! ¡Nicolas! —grité. No reaccionaba—. ¡NICOLAS! —grité de nuevo y
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¿prefieres a tu corona que a mí?
LUCA BRANDWOLFYa era la hora. La barrera había caído. Medianoche. Los perros dormían, los guardias hacían su rutinario cambio. Mis hombres estaban listos. Nos adentramos en el bosque, buscando esa maldita aldea. Dos horas caminando entre árboles hasta que divisamos la entrada. Entramos justo cuando los relevos salían a tomar posiciones. No les dimos tiempo a alertar a nadie. Mis hombres se abalanzaron sobre ellos. Valentín y yo entramos en la mansión del Alfa sin rodeos, subiendo directamente a las habitaciones. Derribamos la puerta.Allí estaba ella. Mi pequeña Adalyne, dormida en brazos de ese pulgoso. La decepción y la rabia me quemaron por dentro. Saqué mi daga de mercurio, la única capaz de matar a un lobo, y la hundí en su pecho. Adalyne despertó con los gritos del perro. Su mirada se cruzó con la mía. Fría. Sus ojos ya no eran azules. Eran rojos. Algo le habían hecho. Esa no era mi Adalyne. Lloró desconsoladamente al ver el cuerpo inerte del lobo a su lado. Un punzante celo me
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Celesty.
Sus palabras resonaban en mi mente, repitiéndose como un eco: . ¿De verdad me ama? ¿O es solo un egoísta que lo dice para que no tome mi lugar? ¿Tendrá miedo de que lo enfrente y lo venza? Mi cabeza daba vueltas, y un mareo comenzaba a invadirme.—Lo siento, pero yo a ti no —dije, sintiendo un profundo dolor en el pecho. Debía mentirle para salir de esta situación.—Mientes —dijo de repente—. ¡Adalyne, dime la verdad!—No miento —dije con seguridad—. ¡Yo no te amo!—¿No me amas? —dijo abatido—. ¿O solo quieres tu maldita corona?—¡Es mi destino! —dije, desafiándolo—. ¡Debo asumirlo! —Mi voz apenas era un susurro.—Adalyne… —pronunció apenas audible—. Yo… estoy enamorado de ti.—Luca… —le susurré—. No me hagas esto… por favor…—Adalyne, tú no quieres esto —dijo, mirándome—. Tú no eres eso.—Tienes razón, no lo soy… pero pronto lo seré —dije con firmeza.—Adalyne, no querrás ser mi enemiga —dijo ahora serio—. No querrás que te odie.—Tú verás qué decisión tomas —dije fría, evita
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Adiós, Luca.
Mis emociones sufrían tales altibajos que me sorprendía seguir en pie. Me asombraba no haber colapsado, no haber caído en shock o desmayado. Ya no sabía quién era. Todo era desconocido. ¿Adalyne Whitmore? Una farsa. No era hija de mis padres… eran adoptivos. Y, para colmo, mis verdaderos padres habían muerto. ¿Cómo era posible que fuera hija de dos figuras tan importantes y poderosas? Era algo que antes habría creído imposible, pero con todo lo que había vivido, todo parecía creíble.Necesitaba aire, o juraría que moriría de una hipertensión.—¿Adalyne, estás bien? —preguntó Alan. Todo me daba vueltas.—Necesito aire fresco —dije y corrí hacia el jardín. Me senté en el césped, intentando relajar mi cuerpo. Respiré hondo repetidas veces hasta sentir mis pulmones llenos de energía.Todo estaba patas arriba. Era una híbrida. Dos especies. Dos. Tenía suficiente con ser un ángel, ¿y ahora también era una maldita hechicera? ¿Qué más faltaba? ¿Ser una sirena? ¿Un troll? ¡Ash!Toda mi vida ha
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