Alas.

Los dos abrieron los ojos como platos y me miraban con tristeza. Sabía qué hacía lo correcto.

—Yo… —articuló Luca—. Yo te di mi palabra, y si eso quieres, eso tendrás.

—¿Acaso eres idiota? —dijo Alec molesto—. ¿Piensas dejarla ir?

—Él me dio su palabra y la está cumpliendo —dije defendiéndolo.

—Mañana mismo estarás en tu antigua casa, Adalyne —aseguró Luca, y yo sonreí.

—Gr… gracias —dije, esbozando una sonrisa.

—Bien, me rindo —dijo Alec mientras alzaba las manos en señal de rendición.

—Vendré a visitarte —dije y le sonreí—. Lo prometo.

—No se diga más —dijo contento.

Mientras que Luca fruncía el ceño.

—¿Y a mí me visitarás? —preguntó con ilusión.

—Pero claro que sí —dije y también sonreí.

Ambos asintieron y me ayudaron a guardar las pocas cosas que me había traído, además de las que me regaló el rey. Guardé todo perfectamente doblado en una maleta gigante que llevó Luca. Me despedí de todos en el castillo y de Alec. Salimos y subimos a su jeep. Después de un incómodo y tenso silenci
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