—¡Es mamá! —exclamó Emma, desde la ventana, con la voz cargada de emoción, señalando hacia el jardín y llamando la atención de sus hermanos, quienes rápidamente se reunieron con ella.La imagen de Sofie, envuelta en un grueso abrigo, y con la ligera lluvia acariciando su rubio cabello, hizo que los tres niños se sintieran felices, y que, llenos de renovada energía, corrieran directos hacia la entrada.Antes de que Sofie siquiera pudiera llegar a la puerta, Emma, Jens y Lars la abrieron, con una fuerza inesperada para sus pequeños cuerpecitos, y bajaron los escalones hacia ella a toda velocidad.Las últimas dos semanas, desde que Sofie había colapsado en la sala, había sido un limbo de angustia interminable para ella. No había podido dejar de echar de menos a sus hijos, y la ausencia de Mathias, quien no había ido al hospital en todo ese tiempo, no había aligerado la espera. Por el contrario, la frialdad que había demostrado en el poco contacto que habían tenido por teléfono, había abie
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