—¿Qué diablos estás diciendo? —preguntó Kaja, alzando la voz, mientras daba un paso al frente, con el rostro crispado por la rabia y los ojos brillando de furia—. ¡Estás completamente desquiciada si crees que podrás detener al amor!Sofie, con el corazón latiéndole frenéticamente y con las lágrimas aún rodando por sus mejillas, sintió cómo una risa amarga se formaba en su garganta. Sus dedos se apretaron con fuerza alrededor del informe que sostenía mientras avanzaba hacia el altar.—¿En serio? —replicó Sofie, con la voz rota pero llena de determinación—. ¿De verdad eres capaz de creerte esa mentira? Vamos, ambas sabemos que el único amor que puedes sentir es el amor al poder y al dinero.El impacto de aquellas palabras atravesó la iglesia de punta a punta, dejando a todos los invitados sumergidos en un incómodo silencio. Mathias, que permanecía inmóvil junto a Kaja, era incapaz de apartar sus ojos de Sofie, mientras su rostro reflejaba un torbellino de emociones, cada una más complej
El crepitar de la chimenea era lo único que se oía en la sala, además de las tranquilas respiraciones de Mathias y Sofie, que compartían aquel momento como nunca antes.Había pasado una semana desde el escándalo de la cancelación de la boda y desde que ambos habían descubierto que había un tratamiento mucho mejor para Sofie, el cual comenzaría en breve, y el eco de los eventos aún resonaba en la prensa.Kaja Lønn había cavado su propia tumba, y ahora, bajo custodia policial, enfrentaba un futuro lleno de cargos que iban desde corrupción hasta intento de homicidio por negligencia y manipulación de documentación e información médica.El mundo por fin parecía estar equilibrándose de nuevo, mientras Sofie y Mathias intentaban hacer lo propio.—¿En qué piensas? —preguntó Mathias, con voz suave, mientras servía dos copas de vino.Sofie giró la cabeza hacia él, con sus ojos verdes brillando con una mezcla de emociones que no lograba ocultar.—En lo que podría haber sucedido si Elias no hubie
La nieve caía, silenciosa, mientras Katrine se encontraba sentada en el porche cerrado de la mansión, en donde la calefacción le permitía disfrutar de la belleza del invierno. Sostenía una taza de té entre sus manos y una amplia sonrisa iluminaba su rostro como hacía tiempo no sucedía.Dejó escapar un suspiro y el vaho de su aliento se mezcló con el vapor del té.—Esa es la sonrisa más grande que te he visto nunca.La voz de Lukas resonó detrás de ella, grave y baja, interrumpiendo sus pensamientos.Automáticamente, Katrine se giró, para verlo de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa que iluminaba sus facciones, mientras su camisa blanca, arremangada hasta los codos, dejaba intuir su musculatura.—¿En qué piensas? —preguntó él, alzando una ceja.Katrine rio suavemente, volviendo a mirar hacia la nieve.—¿Mathias no te ha contado nada?Lukas caminó hacia Katrine y se sentó frente a ella, apoyando los codos en sus rodillas, sin dejar de sonreír.—De hecho,
Una semana más tarde, Katrine y Sofie caminaban juntas por las calles del centro, mientras sus botas dejaban un camino sobre la nieve fresca. Sus risas tranquilas rompían la quietud del invierno, en tanto la luz de la mañana brillaba en los escaparates adornados con luces invernales.—¡No puedo creerlo! —exclamó Sofie, con una sonrisa de oreja a orejas—. ¡El vestido es perfecto! No veo la hora de que sea la boda y Mathias pueda verlo. Creo que nunca había estado tan segura de algo en mi vida.Katrine también sonrió, sintiendo que era imposible no contagiarse de la felicidad que emanaba de Sofie.—Es perfecto porque tú lo haces perfecto. Aunque debo admitir que estoy impresionada con la elección. Tan elegante, tan sencillo… Aunque, definitivamente, no me esperaba ese escote en la espalda. No es algo que acostumbres a usar, pero, sin dudas, te queda increíble.Ambas rieron, antes de que Sofie se detuviera de repente, mirándola con picardía.—Bueno, el tuyo tampoco se quedas atrás. Estoy
Mientras tanto, en la joyería, Sofie caminaba de un lado a otro, inquieta, al no encontrar a su amiga por ningún sitio. Algo no estaba bien. En todos los años que conocía a su amiga, jamás se había marchado así, sin decirle nada. Algo definitivamente no andaba bien.—Disculpe, ¿ha visto a mi amiga? Entró conmigo hace un momento y… —le preguntó a uno de los empleados, intentando mantener la compostura.—¿La señorita de abrigo verde? —preguntó el joven, frunciendo el ceño.Sofie asintió con vehemencia.—Sí, la vi, estaba con un hombre…—¿Podrías mostrarme las grabaciones de seguridad? —preguntó Sofie, interrumpiéndolo.—Señorita, yo…—Me haré cargo de cualquier inconveniente, pagaré lo que sea, pero, por favor…La insistencia en su tono lo convenció, y rápidamente la llevó a la pequeña sala de monitoreo en la parte trasera de la tienda.El estómago de Sofie se contrajo al notar cómo el hombre parecía estar presionándola para que avanzara. Pero había algo mucho peor, esa manera de anda
Quince días después…Mientras caminaba en dirección a la habitación de Lukas, Katrine no podía deshacerse del peso de lo que había sucedido dos semanas atrás.Si bien el hecho de que Ole se encontraba en prisión a la espera de su juicio, tras una semana de hospitalización, debería haberla relajado, el hecho de que Lukas, ¡su Lukas!, se encontraba en coma, la hacía sentirse sumamente culpable y angustiada.Cada día, la escena de aquella tarde fatídica se repetía en su mente: los disparos, la sangre, el sonido de las sirenas de la ambulancia mientras trasladaban a Lukas al hospital… «Si no me hubiera cruzado en su camino, nada de todo esto hubiera sucedido», pensaba, una y otra vez, en un bucle tortuoso. Porque sí, si Lukas estaba en ese estado era pura y exclusivamente por su culpa. Ella era quien debería estar en esa cama de hospital, no él.Pero, ahora, todo lo que podía hacer era rezar y esperar.Con un café en una mano y un ramo de flores en la otra, como si aquello pudiera ayudar
—Vamos, Kat, suelta lo que sea necesario —la incitó Sofie, con un tono cálido, mientras observaba fijamente como su amiga removía la cucharilla en su taza de té, sin intención de beber.Había pasado una semana, desde su encuentro con Ingrid en el hospital, pero para Katrine el tiempo había perdido total sentido. No había vuelto a ver a Lukas, pensando que así sería más fácil que su corazón se recompusiera, pero era una estupidez. Cada rincón de esa mansión no paraba de recordarle a él, y los momentos compartidos.—Ya te he contado todo, Sofie. No tengo más que decir —repuso Katrine, intentando sonar firme, mientras alzaba la mirada. Sus ojos reflejaban una gran tormenta de emociones que apenas podía contener.Sofie inclinó la cabeza, estudiándola con esa mezcla de empatía que solo una mejor amiga podía ofrecer.—Lo sé, pero, aun así, cuentas conmigo. No importa cuantas veces repitas lo mismo.Katrine dejó escapar un suspiro entrecortado, mientras dejaba la taza sobre la mesita junto a
Recostándose contra los altos almohadones de su cama, Lukas cerró los ojos y soltó un profundo suspiro.Las últimas semanas habían sido una locura que lo había dejado completamente exhausto. Ingrid siempre estaba pegada a él, moviéndose a su alrededor con una falsa ternura que no lograba engañarlo. Sin embargo, a pesar de que él la había despachado en innumerables ocasiones —al punto en el que había perdido la cuenta—, no había logrado nada. Ella volvía. Siempre volvía.Agotado, recordó la última conversación que había mantenido con ella esa tarde. Su voz aún sonaba taladrante en su mente.—Sé que hemos pasado mucho tiempo separados, mi amor, y que las cosas han cambiado bastante —le había dicho, con una calma calculada—, pero estoy segura de que, cuando te recuperes, verás las cosas con más claridad, y todo volverá a ser como era.Él había intentado mantener la paz. No porque quisiera, sino porque necesitaba evitar problemas con el padre de Ingrid, un hombre que le había abierto puer