La nieve caía, silenciosa, mientras Katrine se encontraba sentada en el porche cerrado de la mansión, en donde la calefacción le permitía disfrutar de la belleza del invierno. Sostenía una taza de té entre sus manos y una amplia sonrisa iluminaba su rostro como hacía tiempo no sucedía.Dejó escapar un suspiro y el vaho de su aliento se mezcló con el vapor del té.—Esa es la sonrisa más grande que te he visto nunca.La voz de Lukas resonó detrás de ella, grave y baja, interrumpiendo sus pensamientos.Automáticamente, Katrine se giró, para verlo de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa que iluminaba sus facciones, mientras su camisa blanca, arremangada hasta los codos, dejaba intuir su musculatura.—¿En qué piensas? —preguntó él, alzando una ceja.Katrine rio suavemente, volviendo a mirar hacia la nieve.—¿Mathias no te ha contado nada?Lukas caminó hacia Katrine y se sentó frente a ella, apoyando los codos en sus rodillas, sin dejar de sonreír.—De hecho,
Una semana más tarde, Katrine y Sofie caminaban juntas por las calles del centro, mientras sus botas dejaban un camino sobre la nieve fresca. Sus risas tranquilas rompían la quietud del invierno, en tanto la luz de la mañana brillaba en los escaparates adornados con luces invernales.—¡No puedo creerlo! —exclamó Sofie, con una sonrisa de oreja a orejas—. ¡El vestido es perfecto! No veo la hora de que sea la boda y Mathias pueda verlo. Creo que nunca había estado tan segura de algo en mi vida.Katrine también sonrió, sintiendo que era imposible no contagiarse de la felicidad que emanaba de Sofie.—Es perfecto porque tú lo haces perfecto. Aunque debo admitir que estoy impresionada con la elección. Tan elegante, tan sencillo… Aunque, definitivamente, no me esperaba ese escote en la espalda. No es algo que acostumbres a usar, pero, sin dudas, te queda increíble.Ambas rieron, antes de que Sofie se detuviera de repente, mirándola con picardía.—Bueno, el tuyo tampoco se quedas atrás. Estoy
Mientras tanto, en la joyería, Sofie caminaba de un lado a otro, inquieta, al no encontrar a su amiga por ningún sitio. Algo no estaba bien. En todos los años que conocía a su amiga, jamás se había marchado así, sin decirle nada. Algo definitivamente no andaba bien.—Disculpe, ¿ha visto a mi amiga? Entró conmigo hace un momento y… —le preguntó a uno de los empleados, intentando mantener la compostura.—¿La señorita de abrigo verde? —preguntó el joven, frunciendo el ceño.Sofie asintió con vehemencia.—Sí, la vi, estaba con un hombre…—¿Podrías mostrarme las grabaciones de seguridad? —preguntó Sofie, interrumpiéndolo.—Señorita, yo…—Me haré cargo de cualquier inconveniente, pagaré lo que sea, pero, por favor…La insistencia en su tono lo convenció, y rápidamente la llevó a la pequeña sala de monitoreo en la parte trasera de la tienda.El estómago de Sofie se contrajo al notar cómo el hombre parecía estar presionándola para que avanzara. Pero había algo mucho peor, esa manera de anda
Quince días después…Mientras caminaba en dirección a la habitación de Lukas, Katrine no podía deshacerse del peso de lo que había sucedido dos semanas atrás.Si bien el hecho de que Ole se encontraba en prisión a la espera de su juicio, tras una semana de hospitalización, debería haberla relajado, el hecho de que Lukas, ¡su Lukas!, se encontraba en coma, la hacía sentirse sumamente culpable y angustiada.Cada día, la escena de aquella tarde fatídica se repetía en su mente: los disparos, la sangre, el sonido de las sirenas de la ambulancia mientras trasladaban a Lukas al hospital… «Si no me hubiera cruzado en su camino, nada de todo esto hubiera sucedido», pensaba, una y otra vez, en un bucle tortuoso. Porque sí, si Lukas estaba en ese estado era pura y exclusivamente por su culpa. Ella era quien debería estar en esa cama de hospital, no él.Pero, ahora, todo lo que podía hacer era rezar y esperar.Con un café en una mano y un ramo de flores en la otra, como si aquello pudiera ayudar
—Vamos, Kat, suelta lo que sea necesario —la incitó Sofie, con un tono cálido, mientras observaba fijamente como su amiga removía la cucharilla en su taza de té, sin intención de beber.Había pasado una semana, desde su encuentro con Ingrid en el hospital, pero para Katrine el tiempo había perdido total sentido. No había vuelto a ver a Lukas, pensando que así sería más fácil que su corazón se recompusiera, pero era una estupidez. Cada rincón de esa mansión no paraba de recordarle a él, y los momentos compartidos.—Ya te he contado todo, Sofie. No tengo más que decir —repuso Katrine, intentando sonar firme, mientras alzaba la mirada. Sus ojos reflejaban una gran tormenta de emociones que apenas podía contener.Sofie inclinó la cabeza, estudiándola con esa mezcla de empatía que solo una mejor amiga podía ofrecer.—Lo sé, pero, aun así, cuentas conmigo. No importa cuantas veces repitas lo mismo.Katrine dejó escapar un suspiro entrecortado, mientras dejaba la taza sobre la mesita junto a
Recostándose contra los altos almohadones de su cama, Lukas cerró los ojos y soltó un profundo suspiro.Las últimas semanas habían sido una locura que lo había dejado completamente exhausto. Ingrid siempre estaba pegada a él, moviéndose a su alrededor con una falsa ternura que no lograba engañarlo. Sin embargo, a pesar de que él la había despachado en innumerables ocasiones —al punto en el que había perdido la cuenta—, no había logrado nada. Ella volvía. Siempre volvía.Agotado, recordó la última conversación que había mantenido con ella esa tarde. Su voz aún sonaba taladrante en su mente.—Sé que hemos pasado mucho tiempo separados, mi amor, y que las cosas han cambiado bastante —le había dicho, con una calma calculada—, pero estoy segura de que, cuando te recuperes, verás las cosas con más claridad, y todo volverá a ser como era.Él había intentado mantener la paz. No porque quisiera, sino porque necesitaba evitar problemas con el padre de Ingrid, un hombre que le había abierto puer
El comedor principal de la mansión estaba repleto de vida, como nunca antes. Emma, Lars y Jens reían y hablaban sin parar mientras, junto a Katrine, Lukas y sus padres decoraban una gran cantidad de tarjetas y recuerdos para la boda de Mathias y Sofie. Sobre la enorme mesa de madera se acumulaban una gran cantidad de papeles de todos los tamaños, pegamento, cintas y purpurina dorada.En ese momento, Sofie se encontraba de pie, supervisando a Lars, quien intentaba pegar un lazo en un centro de mesa, mientras Mathias luchaba por despegarse un trozo de cinta adhesiva de los dedos. No sabía en qué momento los niños y Sofie lo habían convencido de que aquello era una buena idea. Todo a su alrededor parecía un brillante campo de batalla. Sin embargo, ver las enormes sonrisas de Sofie y los pequeños, lo llenaba de felicidad.—Esto debería venir con manual de instrucciones —bromeó Mathias, mostrando sus manos cubiertas de cinta y purpurina.—¡La magia no necesita instrucciones! —gritó Jens co
Aunque la boda de Sofie y Mathias estaba a la vuelta de la esquina, Katrine no podía evitar que los pensamientos sobre Lukas invadieran su mente, robándole la paz.Sentada frente a su escritorio, jugueteaba con el colgante en forma de árbol, que él le había regalado y que solo usaba cuando estaba sola, mientras releía el correo en su pantalla:Señorita Halvorsen:Su presencia será requerida en la gala benéfica de Halade Teknologi esta noche. Considérelo una orden directa.Atentamente, Gustav Halade. El mensaje era breve, pero suficiente para helarle la sangre. Sin embargo, antes de que pudiera procesarlo del todo, la puerta de su habitación se abrió, y Sofie entró con una taza de chocolate caliente.—Te traje algo para que te relajes un poco —dijo con suavidad, dejando la taza en la mesa. No obstante, su expresión cambió de inmediato al ver el desconcierto en el rostro de Katrine—. ¿Qué sucede?—Es mi jefe. No solo no acepta mi renuncia, sino que, además… —respondió Katrine en un su