—¿Qué te dijo Mathias? —preguntó Katrine, con voz temblorosa pero contenida, dejándose caer al borde de la cama, mientras sus manos jugueteaban nerviosamente con el borde de su suéter, con la mirada perdida en el suelo.Lukas se detuvo en la puerta, inclinando ligeramente la cabeza al verla de ese modo. Su postura, tan frágil como firme al mismo tiempo, le resultó un recordatorio silencioso de todo lo que ella había soportado y seguía soportando, la mayor parte del tiempo, en silencio.—Pues no mucho más de lo que ya sabemos —respondió mientras se acercaba, sentándose a su lado con calma, aunque sabía que ella no quería esa respuesta. Katrine inspiró hondo y levantó la mirada hacia él por un instante, pero no pudo sostenerla. —¿Sabes? Tengo miedo de que Mathias no pueda hacer nada pese a todos sus intentos, igual que la policía con Ole… —Su voz se quebró, y rápidamente bajó la cabeza, frotándose las sienes como si quisiera apartar aquellos pensamientos.Lukas ladeó la cabeza, obser
—¡Mathias! ¡Rápido! —El grito de Katrine desgarró la tranquilidad de la mansión. Mathias salió del despacho a toda velocidad, sintiendo cómo la adrenalina se disparaba incluso antes de entender qué era lo que pasaba.Al llegar a la sala, se encontró con una escena que le heló la sangre: Sofie se encontraba tendida en el suelo, con su cuerpo sacudiéndose de manera violenta mientras Katrine intentaba sujetarla, tratando de evitar que se golpeara la cabeza contra el suelo. —¡Sofie! —El nombre brotó de sus labios como un rugido desesperado mientras caía de rodillas junto a ella. —¡No sé qué pasó! —sollozó Katrine—. Estaba hablando conmigo y de repente… Creo que el tumor… —continuó, siendo incapaz de expresarlo en palabras.Pero Mathias no la escuchó. Sus pensamientos eran una marea, mientras intentaba prestar auxilio a Sofie. Las convulsiones eran mucho más violentas que cualquier otra que hubiera presenciado con anterioridad, y el sonido de la respiración irregular de Sofie le hizo t
—¡Es mamá! —exclamó Emma, desde la ventana, con la voz cargada de emoción, señalando hacia el jardín y llamando la atención de sus hermanos, quienes rápidamente se reunieron con ella.La imagen de Sofie, envuelta en un grueso abrigo, y con la ligera lluvia acariciando su rubio cabello, hizo que los tres niños se sintieran felices, y que, llenos de renovada energía, corrieran directos hacia la entrada.Antes de que Sofie siquiera pudiera llegar a la puerta, Emma, Jens y Lars la abrieron, con una fuerza inesperada para sus pequeños cuerpecitos, y bajaron los escalones hacia ella a toda velocidad.Las últimas dos semanas, desde que Sofie había colapsado en la sala, había sido un limbo de angustia interminable para ella. No había podido dejar de echar de menos a sus hijos, y la ausencia de Mathias, quien no había ido al hospital en todo ese tiempo, no había aligerado la espera. Por el contrario, la frialdad que había demostrado en el poco contacto que habían tenido por teléfono, había abie
—Sofie, no tienes por qué hacer esto. ¿Por qué torturarte de esta forma? —preguntó Katrine, mientras le subía el cierre del vestido color salmón, que Sofie se había empeñado a comprar para la ocasión.—Sé que no es la mejor idea, pero no puedes pedirme que me quede aquí, Kat.Katrine cruzó los brazos, claramente frustrada. No le agradaba en lo más mínimo que su amiga, aún tan débil, se expusiera de esa manera.—¿Y qué vas a lograr yendo? ¿Aplaudir desde el fondo mientras él dice «acepto» a una mujer como Kaja?Sofie suspiró y cerró los ojos por un instante, como si intentara contener la tormenta que rugía en su pecho. Un momento después, los abrió y fijó la mirada en la imagen que le devolvía el espejo. Con sus manos apretadas en torno a su pequeño bolso plateado a juego con sus tacones, parecía una pintura compuesta a la perfección: el vestido que había escogido abrazaba su figura de manera delicada, haciendo brillar sus ojos verdes con una intensidad casi etérea, mientras sus labios
Al legar a la iglesia, Sofie empujó las puertas con ambas manos, y el rechinar de los goznes rompió la quietud del templo.Todos los rostros se volvieron automáticamente hacia ella, inspeccionándola con asombro, confusión y hasta un toque de juicio. Sin embargo, nadie podía negar que, a pesar de la suciedad del borde de su vestido salmón, de los mechones despeinados cayendo sobre su rostro y de los pies descalzos que delataban su precipitada llegada, en ella había una belleza natural que no necesitaba ser adornada con grandes lujos.Sofie, con la respiración aún entrecortada e ignorando a los invitados, avanzó unos pasos más, mientras su mirada, inevitablemente, se dirigía al altar.Y entonces… lo vio.En el centro mismo de la escena, se encontraba Mathias, vestido de manera impecable en un traje negro que hacía que sus ojos azules destacaran como nunca. Pero lo que realmente la atravesó fue la forma en que él la miró.Por un eterno segundo, los ojos de Mathias se encontraron con los
—¿Qué diablos estás diciendo? —preguntó Kaja, alzando la voz, mientras daba un paso al frente, con el rostro crispado por la rabia y los ojos brillando de furia—. ¡Estás completamente desquiciada si crees que podrás detener al amor!Sofie, con el corazón latiéndole frenéticamente y con las lágrimas aún rodando por sus mejillas, sintió cómo una risa amarga se formaba en su garganta. Sus dedos se apretaron con fuerza alrededor del informe que sostenía mientras avanzaba hacia el altar.—¿En serio? —replicó Sofie, con la voz rota pero llena de determinación—. ¿De verdad eres capaz de creerte esa mentira? Vamos, ambas sabemos que el único amor que puedes sentir es el amor al poder y al dinero.El impacto de aquellas palabras atravesó la iglesia de punta a punta, dejando a todos los invitados sumergidos en un incómodo silencio. Mathias, que permanecía inmóvil junto a Kaja, era incapaz de apartar sus ojos de Sofie, mientras su rostro reflejaba un torbellino de emociones, cada una más complej
El crepitar de la chimenea era lo único que se oía en la sala, además de las tranquilas respiraciones de Mathias y Sofie, que compartían aquel momento como nunca antes.Había pasado una semana desde el escándalo de la cancelación de la boda y desde que ambos habían descubierto que había un tratamiento mucho mejor para Sofie, el cual comenzaría en breve, y el eco de los eventos aún resonaba en la prensa.Kaja Lønn había cavado su propia tumba, y ahora, bajo custodia policial, enfrentaba un futuro lleno de cargos que iban desde corrupción hasta intento de homicidio por negligencia y manipulación de documentación e información médica.El mundo por fin parecía estar equilibrándose de nuevo, mientras Sofie y Mathias intentaban hacer lo propio.—¿En qué piensas? —preguntó Mathias, con voz suave, mientras servía dos copas de vino.Sofie giró la cabeza hacia él, con sus ojos verdes brillando con una mezcla de emociones que no lograba ocultar.—En lo que podría haber sucedido si Elias no hubie
La nieve caía, silenciosa, mientras Katrine se encontraba sentada en el porche cerrado de la mansión, en donde la calefacción le permitía disfrutar de la belleza del invierno. Sostenía una taza de té entre sus manos y una amplia sonrisa iluminaba su rostro como hacía tiempo no sucedía.Dejó escapar un suspiro y el vaho de su aliento se mezcló con el vapor del té.—Esa es la sonrisa más grande que te he visto nunca.La voz de Lukas resonó detrás de ella, grave y baja, interrumpiendo sus pensamientos.Automáticamente, Katrine se giró, para verlo de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa que iluminaba sus facciones, mientras su camisa blanca, arremangada hasta los codos, dejaba intuir su musculatura.—¿En qué piensas? —preguntó él, alzando una ceja.Katrine rio suavemente, volviendo a mirar hacia la nieve.—¿Mathias no te ha contado nada?Lukas caminó hacia Katrine y se sentó frente a ella, apoyando los codos en sus rodillas, sin dejar de sonreír.—De hecho,