SEIKDesde mi lugar, podía ver a los jóvenes de la manada riendo y bromeando entre ellos, llenos de energía y despreocupación. Los más pequeños corrían alrededor de las mesas, jugando a atrapar sombras bajo la luz de las velas y soltando risas contagiosas que llenaban el aire. En una esquina, Melia y Aria estaban sentadas juntas, compartiendo una bandeja de dulces.Yo estaba junto a los guerreros, compartiendo una jarra de vino tinto, cuando mi padre, el Alfa, se acercó. Su presencia era imponente, pero sus ojos llevaban un brillo travieso, algo común en él. Mientras los demás hablaban de las últimas patrullas y estrategias, yo apenas podía concentrarme. Mis ojos volvían, una y otra vez, hacia Aria. Ella estaba al otro lado del salón, riendo con Melia mientras compartían dulces.Mi padre no tardó en notarlo. Se inclinó ligeramente hacia mí, con una sonrisa que mezclaba burla y picardía.—No paras de mirarla, hijo. Al menos disimula un poco, o van a pensar que no puedes esperar a term
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