Carmine sonrió, divertida, mientras Giacomo le cubría los ojos con una venda. No entendía a qué se debía tanto misterio, pero Giacomo se veía demasiado entusiasmado, así que decidió dejarse contagiar por su emoción y seguirle el juego.—¿Es realmente todo esto necesario? —preguntó.—Sí —replicó Giacomo, de inmediato—. ¿Puedes ver algo?—No.—¿Segura?—Muy segura. Ahora, más vale que te des prisa antes de que me aburra. Sabes que no he sido la persona más paciente en las últimas semanas. Giacomo le dio un beso en la punta de la nariz.—Lo sé, tesoro.—No se supone que me des la razón con eso —dijo cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.Giacomo soltó una carcajada, un sonido ronco y profundo que le provocó un ligero estremecimiento. Últimamente, su libido estaba por las nubes, y deseaba a Giacomo en todo momento, sin importar el lugar o la hora. Giacomo siempre la recibía con los brazos abiertos, lo cual era un bálsamo para su autoestima, en especial ahora que su cuerpo había sufri
Leer más