Giacomo miró la casa de su padre a través de la ventanilla del auto. Era la primera vez que estaba allí y habría preferido nunca ir.Su padre había comprado aquella casa poco después de la primera vez que le pidió dinero. No era necesario ser un adivino para saber que era su dinero el que la había comprado.Entre todas las decisiones de su padre, comprar una casa, quizás, había sido la más inteligente, al menos antes de hipotecarla para obtener más dinero. Aunque no estaban en la mejor zona de la ciudad, tampoco era de los barrios más pobres o peligrosos. Además, por la apariencia exterior de la casa, era bastante decente.—Supongo que tu dinero compró esto —comentó Sebastian con su característico tono burlón.Durante el viaje, Giacomo había dado un resumen sobre la situación con su padre. No le enorgulleció aceptar que prácticamente estaba manteniendo a su padre después de la infancia de m****a que le había dado. Sin embargo, cuando terminó, descubrió que no se había sentido tan averg
Carmine sonrió al ver a Giacomo y se puso de pie para recibirlo.—Llegas un poco temprano para el almuerzo —comentó, con una sonrisa, rodeando su escritorio.—Me moría de ganas por verte, así que decidí venir un poco antes. —Giacomo acunó su mejilla con la mano libre y le dio un suave beso en los labios.Carmine se aferró a su chaqueta con ambas manos, mientras profundizaba el beso. Le mordió el labio inferior y su lengua se deslizó contra la suya. Se separó cuando el aire comenzó a faltarle.—Nunca me canso de este tipo de recibimientos. No creo que haya muchas cosas que pudieran mejorarlo. Solo tú, completamente desnuda, sobre tu escritorio.—Bueno, no creo que mi secretaria o cualquiera de mis empleados apreciaría encontrar, por error, a su jefe en esas condiciones —bromeó.—No, definitivamente no.Los dos compartieron una sonrisa. Carmine se sintió aliviada al ver Giacomo parecía más relajado. Esa misma mañana, él aún parecía tenso por la visita de Fantino. Eso le había hecho pens
Giacomo se sorprendió al ver el nombre de Roberto en el identificador de llamadas, pero de todas formas contestó.—¿Roberto?—Giacomo —lo saludó él—. Debe ser extraño que me ponga en contacto contigo.—Un poco. ¿Qué sucedió?—Estuve investigando a Arianna desde nuestra última reunión. Descubrí que tenías razón, ella no ha sido muy honesta conmigo.—Te enteraste que no solo no es huérfana, sino que tiene unos padres que parecen bastante decentes.—¿Lo sabías?—Así es.Roberto soltó un suspiró.—Nos trató como a un par de imbéciles —dijo el hombre con voz dura—. Como sea, llamaba para informarte que la confronté y ella…—Déjame adivinar lo negó.—Sí, pero no supo que decir cuando le mostré las pruebas. Inventó una nueva historia en la que su familia no era lo que parecía. Al parecer, ellos la maltrataban y la hacían a un lado. Sobre la denuncia que quería sentar en mi contra dijo que se trataba de un malentendido. —Roberto soltó un bufido—. Como si fuera a caer en sus mentiras otra vez.
Giacomo le tendió la mano a Damiano. A diferencia del incómodo almuerzo que habían compartido un tiempo atrás, en esa ocasión la cena había fluido de manera amena. Debía de admitir que Damiano no era un completo idiota cuando no estaba coqueteando con Carmine.—Hasta pronto —se despidió Damiano y se dio la vuelta.Durante unos segundos, Giacomo lo observó marcharse y luego regresó al interior del departamento. Se dirigió directo a la habitación principal, apagando las luces en el camino. Al llegar, se detuvo en el umbral de la puerta y una sonrisa se extendió por su rostro. Carmine estaba de espaldas a él, batallando para alcanzar el cierre de su vestido.—¿Necesitas ayuda con eso? —ofreció.—Sí, por favor —dijo Carmine, mirándolo sobre el hombro con el ceño fruncido, claramente frustrada—. Cuanto más crece mi vientre, más parece que pierdo la habilidad de moverme con normalidad. Pronto no seré capaz de hacer nada.—Es una suerte que me tengas a mí —dijo, mientras apartaba el cabello
Giacomo pisó el freno con brusquedad, haciendo que los neumáticos chirriaran contra el asfalto con un fuerte sonido. Golpeó contra el volante y soltó una maldición. Le tomó solo unos segundos darse cuenta de que la mujer a la que había estado a punto de arrollar no era otra que Arianna. Se bajó apresurado del coche y se acercó a ella.—Arianna, ¿qué demonios estabas…? —Sus palabras murieron al verla desplomarse.Giacomo no fue lo suficientemente rápido para atraparla antes de que golpeara el suelo. Se acercó apresurado y se puso de cuclillas. Sus ojos recorrieron su cuerpo en busca de heridas visibles o rastros de sangre. No estaba seguro de si ella había perdido el conocimiento porque había llegado a golpearla con su auto o si se había desmayado del susto.—Arianna —llamó, sacudiéndola por el hombro con suavidad, pero no obtuvo respuesta.—¿Ella está bien? —preguntó Carmine.Giacomo miró sobre su hombro solo para encontrar a su novia de pie a pocos metros de distancia y a su lado el
Giacomo observó las lesiones de Arianna. Al principio, solo había notado las de sus brazos, pero luego vio la marca alrededor de su cuello. Por el color de sus lesiones, dedujo que eran reciente, probablemente del día anterior.—¿Qué te sucedió? —preguntó, sin demostrar emoción alguna.Arianna miró a los hombres que estaban cerca, como si le avergonzara hablar delante de ellos. Carmine les hizo un gesto a los hombres para que se alejaran. Solo entonces Arianna habló. —De alguna manera, Roberto se enteró de que planeaba denunciarlo y enfureció. Logré escapar antes de que me causara más daño. —La voz de Arianna flaqueó hacia el final de su explicación. Ella empezó a llorar, y se cubrió el rostro con ambas manos, sus hombros se sacudían con el llanto.Carmine se acercó a ella y le tendió un paquete de pañuelos desechables.—Aquí tienes.Arianna levantó la mirada y tomó los pañuelos, murmurando un agradecimiento. Se limpió la nariz y luego usó otro para secarse las mejillas, borrando par
Giacomo siguió a Carmine con la mirada hasta que desapareció, luego se volvió hacia Arianna y se acercó a ella. Necesitaba llegar al fondo de su historia cuanto antes. Incluso si lo que decía era cierto, quería saberlo de una vez por todas.—Espero no haber causado ningún problema entre ustedes —dijo Arianna, tan pronto como él se sentó en el sillón a la derecha del sofá donde ella estaba.—No lo hiciste, estamos bien.—Es inútil que intentes fingir. Sé que a ella no le agradaba mucho la idea de que pasáramos tiempo a solas, y puedo entenderlo. A mí tampoco me gustaba cuando ustedes dos pasaban tiempo juntos —admitió Arianna—. Tenía miedo de que un día te dieras cuenta de que ella era mucho mejor de lo que yo alguna vez podría ser. Nunca me sentí suficiente. En cambio, ustedes...—Detente —ordenó Giacomo con voz dura, haciendo que Arianna diera un respingo—. No me quedé aquí para hablar del pasado ni de tus miedos —continuó, intentando sonar más calmado—. ¿Qué sentido tiene ahora, cuan
Carmine cerró la carpeta con firmeza y recorrió a los asistentes con la mirada.—Espero los informes que solicité antes de que termine la semana —indicó—. ¿Alguien tiene alguna duda?Nadie dijo nada, así que continuó.—Felicidades por el arduo trabajo que han realizado, tanto ustedes como sus equipos —agregó con una leve sonrisa—. Nos vemos en la próxima reunión.Los presentes se pusieron de pie y recogieron sus pertenencias. Uno a uno comenzaron a salir de la sala de reuniones, intercambiando murmullos apenas audibles. Carmine, en cambio, permaneció en su asiento. Se recostó ligeramente contra el respaldo de la silla, dejando que el silencio llenara el espacio. Durante toda la reunión se había obligado a mantenerse enfocada en el trabajo, pero ese momento ya no pudo evitar pensar en Giacomo y Arianna. ¿En qué habría quedado todo? Minutos antes, él le había enviado un mensaje breve para decirle que todo había salido bien. Carmine aún no estaba segura de lo que aquello significa.—¿Car