Con los ojos brillantes de emoción, Jenny exclamó:—¡Ay mamá! Diego es el amor de mi vida, ¡siempre lo ha sido! Aquí me quedaré, con los Soto, guardándole fidelidad hasta que los dos tengamos el pelo blanco.Pero mientras esas palabras salían de su boca, por dentro pensaba otra cosa muy distinta: si hubiera sabido desde el principio que Diego no servía para nada, hace rato que hubiera ido tras Miguel.De hecho, a estas alturas ya estaría con él y Laura ni siquiera sería un problema.—Te voy a dar el beneficio de la duda, ¡pero ni creas que seré comprensiva si no cumples tu palabra! —le planteó dos caminos a elegir, y ahora que Jenny había tomado uno, tendría que atenerse a su decisión.Jenny tomó aire y, con una sonrisa, asintió:—No te preocupes mamá, ¡claro que cumpliré! ¡Ya verás!La muchacha del servicio, que estaba junto a ellas, le echó una mirada de reojo. "Si hace un momento andaba como chicle pegada a don Miguel", pensó, "está clarito que es él quien le mueve el piso"."Esta n
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