Patricia volteó sobresaltada, mirando al hombre con ojos húmedos. —¡No digas tonterías!—¿Tonterías? Sabes perfectamente que no lo son. Patricia, ya que estás conmigo, sé obediente, si no, ¡ya verás cómo te disciplino! —los largos dedos del hombre jugaban con la campanilla en su tobillo, su voz fría sonaba especialmente escalofriante.Hace un momento estaban íntimamente unidos, y ahora sus palabras eran crueles y despiadadas.Patricia respiró profundamente, sentándose con su cuerpo adolorido que parecía a punto de desarmarse. Sus dedos blancos apartaron sus ondulados cabellos detrás de la oreja y sonrió levemente. —Si no obedezco, lo perderé todo, ¿verdad?Su estudio, su mejor amiga y todo lo que tenía ahora.La mujer sonreía seductoramente, pero había lágrimas contenidas en sus ojos.El hombre sintió una inexplicable irritación y le agarró el cuello, diciendo entre dientes: —Patricia, ¡eres una maldita zorra! Te he tratado tan bien, ¡pero todos estos años has tenido a otro hombre en t
Leer más