Esa mañana Adhara llegó tarde al trabajo. Luego de que Greta se marchara, se sentó en el sofá de la habitación y revisó el diario de su hermana. “He estado colocando anticonceptivos en su jugo de manzana”, las palabras de Greta se repetían en su mente. «¿Realmente Adriana había querido embarazarse de Oliver?», se preguntó por enésima vez. Eso no parecía tener sentido alguno, al menos no para ella.Pero entonces, luego de casi una hora de revisar su diario, no encontró ningún título alusivo a su obsesión por el embarazo. Así que no le quedó más opción que continuar con la historia por dónde la había dejado, pero eso sería al regresar a casa más tarde. En ese mismo instante, necesitaba continuar con su plan y eso incluía colocar su mejor fachada. Cuatro meses era el tiempo que había negociado con Oliver y, prácticamente su primer mes, estaba a punto de ser lanzado a la basura, cosa que la hacía sentir muy frustrada. —No puedo darme el lujo de fallar —murmuró para sí misma, conscien
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