Todos los capítulos de Ex esposo arrepentido: Vuelve a mí, querida: Capítulo 201 - Capítulo 210
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201
El aire en la habitación del hospital se sentía denso, cargado de emociones que no podían ser contenidas. Mateo, a pesar del dolor punzante en su pecho, tomó la mano de Delia con firmeza. Ignoró sus débiles protestas y se inclinó hacia ella, mirándola directamente a los ojos con una intensidad que la desarmó por completo. —Escúchame con atención, Delia. —Su voz era suave, pero cada palabra estaba cargada de fuerza—. No eres una carga para nada. Si elegí salvarte es porque me importas… y mucho.Delia abrió los labios para replicar, pero las palabras no salieron. La seriedad en el rostro de Mateo la dejó perpleja. Nunca antes lo había visto tan decidido. —Lo que te hicieron no define quién eres —continuó Mateo, sin darle espacio a dudar—. Tú sigues siendo la mujer fuerte y valiente que siempre he admirado. Ella negó lentamente con la cabeza, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. —Mateo… —Su voz era apenas un susurro—. No tienes que quedarte conmigo. Mereces a alguien me
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202
Keiden se encontraba en su oficina un poco frustrado, mientras caminaba de un lado a otro y su cabeza maquinaba lo que podría hacer para mantenerlos a todos a salvo.De pronto, la voz firme de uno de sus hombres resonó en el despacho. —Señor Donovan, aquí está el informe que solicitó —un hombre alto y de tez olivácea le entregó una carpeta—. Es sobre los últimos movimientos de Isabella Benavides. Keiden alzó la mirada desde los planos estratégicos que había estado estudiando. Su semblante serio se transformó con una ligera sonrisa, un gesto que no solía mostrar a menudo. Tomó el informe con calma, pero sus ojos reflejaban un brillo de satisfacción. “Al fin”, pensó, mientras pasaba las páginas con rapidez, sus ojos devorando cada palabra. Después de lo que había ocurrido con Delia, su mente había estado en un caos constante. No dejaba de repasar el ataque, la vulnerabilidad y en la que había dejado a su equipo. Isabella Benavides era una mujer peligrosa, poderosa, con recursos
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203
El aire en la habitación se volvió tenso, casi insoportable. Simón miró a la joven frente a él como si hubiera oído mal, sus ojos cargados de incredulidad mientras ella le devolvía una sonrisa tímida pero determinada. —¿Mi qué? —espetó, rompiendo el silencio con su voz firme y cargada de confusión. Nelly levantó las manos en un gesto conciliador, intentando calmar la situación antes de que se saliera de control. —Es un acuerdo de familia, Simón. Hailey es encantadora, y pensé que podrías darle una oportunidad —su tono era suave, pero había un dejo de insistencia en sus palabras—. Además, podrías usar algo de compañía. Simón cerró los ojos por un momento, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Al abrirlos, dejó escapar un suspiro lleno de frustración. —Mamá, no puedes estar hablando en serio… Nelly dio un paso hacia él, sus manos entrelazadas en un gesto suplicante. —Hijo, ya sé que la última vez no salió como esperabas, pero esta vez puede ser diferente. Hailey
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204
Keiden se quedó inmóvil, estudiando las expresiones de Natalia, mientras buscaba una respuesta que pudiera aliviar la situación sin revelar demasiado. —¿Es por lo que pasó con Simón? —preguntó Natalia finalmente, con tono inseguro pero decidido. La pregunta hizo que Keiden soltara un suspiro de alivio interno. Había estado a punto de mencionar el ataque de Delia, algo que Natalia aún desconocía y que prefería mantener en secreto por ahora. —Sí, es por eso —asintió, adoptando un semblante serio—. Lo que ocurrió solo demuestra que no estamos completamente seguros. Necesito asegurarme de que tú y Nathan estén protegidos. Natalia lo miró con desconfianza. —Keiden, creo que estás exagerando un poco —suspiró—. No creo que haya razón para entrar en modo de emergencia por esto. —Natalia —interrumpió Keiden con un tono firme, acercándose para tomar sus manos entre las suyas—, no estoy exagerando. Isabella no es alguien que se rinde fácilmente. Si ya intentó algo una vez, lo hará de
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205
El consultorio del doctor Carrasco estaba decorado con tonos cálidos y acogedores, pero a Delia no le importaba. Su atención estaba puesta en el apretón firme de la mano de Mateo, que parecía ser lo único que la mantenía en pie mientras aguardaban en la sala de espera. —Estaré aquí todo el tiempo que necesites —le susurró Mateo con una sonrisa tranquila. Ella asintió sin mirarlo, su mandíbula apretada por la tensión. Cuando el doctor Carrasco los llamó, Mateo le dio un leve apretón antes de soltar su mano. —Buena suerte —murmuró. Delia entró en la oficina con pasos vacilantes. Sentía que el aire iba a sofocarla, pero la sonrisa cálida del doctor la hizo sentir en confianza.—Toma asiento, Delia —dijo el doctor, señalando un sillón frente a él—. No hay presión aquí, solo hablamos si tú quieres. Ella se dejó caer en el asiento, cruzando los brazos sobre el pecho como si así pudiera colocar una coraza invisible. —No sé por dónde empezar —dijo en voz baja, evitando su mirada.
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206
El centro comercial estaba aún lleno de murmullos y miradas curiosas mientras Natalia y Keiden esperaban a la policía junto a Nathan. Todo lo ocurrido se mezclaba en la mente de Natalia como un torbellino, haciendo que su cuerpo se sintiera más pesado con cada minuto que pasaba. Nathan, todavía aferrado a su madre, miraba a Keiden con ojos llenos de preguntas silenciosas. —¿Estaremos bien, Keiden? —susurró el niño con voz temblorosa. Keiden se inclinó para mirarlo directamente a los ojos. —Sí, campeón. Te prometo que todo estará bien —pasó una mano por su cabello—. Yo estoy aquí para cuidarlos. Natalia apretó la mandíbula, intentando contener las lágrimas. No quería que Nathan viera su miedo. Pero entonces, una sensación extraña se apoderó de ella: un calor en su frente, seguido de un leve mareo. Instintivamente, se llevó la mano a la frente, cerrando los ojos un momento. Keiden la notó de inmediato. —¿Natalia? ¿Te sientes bien? —preguntó, con voz grave y preocupación
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207
Simón estaba sentado en la silla de la habitación, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo. Su mente seguía atrapada en las palabras que había escuchado en el pasillo.—Ella me lo dijo y no le creí —murmuró con la mirada perdida—. Pensé… pensé que sólo quería alejarme.Hailey lo observaba en silencio desde la esquina, dudando si debía decir algo o esperar a que él rompiera el hielo. Finalmente, dio un pequeño paso hacia él y habló con voz suave, eligiendo con cuidado cada palabra. —Simón… ¿has pensado en que ese hijo podría ser tuyo? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y delicadeza. Él alzó la mirada de golpe, viéndola con una expresión de puro pánico. El pecho se le comprimió con una intensidad que no esperaba. Las emociones que lo invadieron eran un torbellino: miedo, esperanza y un profundo nudo de incertidumbre. Por un instante pensó que, si ese hijo era suyo, podría ser una oportunidad para recuperar lo que había perdido con Natalia. Pero
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208
Delia se sentó frente a la gran ventana de la oficina, mirando las copas de los árboles que se mecían suavemente con el viento. Había esperado que la vista calmara los nervios que la tenían con el estómago revuelto, pero no lo conseguía. —¿Cómo te sientes hoy? —preguntó el doctor Carrasco con una voz tranquila, que parecía no tener prisa por recibir respuestas. Delia apretó las manos sobre su regazo, su mirada fija en el paisaje. —No lo sé —respondió al fin, con un hilo de voz. El psicólogo asintió, como si entendiera. —Eso está bien. Empecemos por ahí. Puedes tomarte el tiempo que necesites. Delia tragó saliva. Quería abrirse, quería dejar de sentir el peso que la asfixiaba cada vez que cerraba los ojos y veía el rostro de Isabella. Pero cada palabra que intentaba formar parecía atascada en su garganta. —No sé si puedo hacerlo —confesó, desviando la mirada hacia sus manos—. Cada vez que lo intento, siento que todo vuelve... que estoy allí en ese lugar otra vez. —Es no
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209
A Natalia le tomó apenas unos segundos recomponerse tras la inesperada pregunta de Simón. Su ceño se frunció y lo fulminó con la mirada, aunque su voz se mantuvo firme y controlada. —¿Qué haces aquí, Simón? —inquirió—. Escuchando conversaciones ajenas y además, fuera de tu habitación. Simón no se inmutó ante su reproche. Su mirada permanecía fija en la de ella, determinada y con un atisbo de dolor. —Eso no importa ahora, Natalia. Quiero una respuesta —dijo, intentando mantener la calma en su tono—. ¿Es posible que ese bebé sea mío? Natalia suspiró con evidente irritación, pero mantuvo el control al notar la presencia de Nathan. —No voy a hablar de eso aquí, no con mi hijo presente. Antes de que Simón pudiera insistir, Nathan se acercó a él con una sonrisa inocente y le rodeó la pierna con sus pequeños brazos. —Te ves mejor, papá Simón. El gesto desarmó a Simón, quien no pudo evitar sonreír. Se inclinó ligeramente para revolverle el cabello con ternura. —Gracias, camp
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210
Simón apretó los dientes por la manera en que llamó Natalia, dejándole claro una vez más que había perdido. Sin embargo, se mantuvo firme y levantó el rostro, sosteniendo la mirada de Keiden con determinación. —Ese bebé también puede ser mío, Keiden —dijo con un tono desafiante—. Es una posibilidad muy grande, y lo sabes.Keiden negó de inmediato, su expresión era tensa y tenía los puños cerrados a los costados. —No es tuyo, Simón —dijo con voz áspera—. Lo sabes tan bien como yo. Antes de que las cosas pudieran escalar, Natalia alzó la voz, mirando a ambos hombres con el ceño fruncido. —¡Basta! —exclamó—. Esta no es una discusión que se deba tener frente a un niño. Lanzó una mirada acusadora a Simón y agregó: —Ya causaste suficientes problemas, Simón. Lo mejor es que regreses a tu habitación. Sus palabras cayeron como un balde de agua fría para Simón, quien sintió una punzada en el pecho. La dureza de su tono lo dejó dolido, pero no tuvo tiempo de responder antes de que
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