Ella llevaba puesto un vestido hermoso de flores, su piel relucía por su delicadeza.Pero en cambio, yo era el patito feo, mi cabello hecho un desastre, mi rostro pálido, y mis manos llenas de callos.De repente, una sensación de inferioridad me invadió, así que me escondí detrás de doña Rosario.Aun así, sentí la mirada de desprecio de mi madre biológica.—Quédate aquí por ahora, si necesitas algo, pues no más me lo dices.Después de decirlo, tomó la mano de Camila y subió con ella al piso de arriba. Desde ese momento, vivir en la casa de los Álvarez fue como caminar sobre cascaras de huevo, cualquier cosa les molestaba.Vivía como si fuera invisible; nadie me prestaba atención, nadie se preocupaba por mí. Para ellas, yo era la intrusa que había roto la paz de su hogar. Pero yo era su hija biológica.¿Por qué me trataban así?Esa pregunta me la hice durante muchos años. Y nunca encontré una respuesta. Ahora, estoy cansada. Si no puedo encontrarle sentido, entonces no lo buscaré más. E
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