Capítulo 2
—¿Andrés te echó de vuelta? —preguntó al verme con mis corotos.

No lo negué.

Camila se quedó incómoda por un momento y soltó la maleta que sostenía.

— Tú y Andrés tuvieron algún malentendido, ¿verdad? —dijo con cierta duda.

—Esta tarde lo vi, y parecía estar bien. Se le veía contento, y Mateito también...

De pronto, se dio cuenta de que había dicho algo inapropiado y se tapó la boca con la mano, mirándome con cuidado.

—Verónica, no fue mi intención ocultarte que fui a ver a Andrés. Es que Mateito me extrañaba, lloraba y quería verme, y no pude decirle que no...

Le respondí con una sonrisa forzada. —No es nada, de veras no te preocupes.

Mercedes, al escuchar nuestra conversación, entendió más o menos lo que había pasado. Entonces dijo:

—Camila, sube rápido al piso de arriba. Quiero hablar a solas con Verónica.

Camila respondió suavemente, y doña Rosario la llevó consigo.

Ahora en la amplia sala solo quedábamos solo Mercedes y yo.

Ella me indicó que me sentara. Me senté en el sofá, bastante ansiosa estaba yo.

Mercedes, con toda calma, preparó una taza de cafecito caliente y se dispuso a tomar de a sorbos.

No fue hasta que yo ya no podía disimular mi incomodidad que al fin habló:

—Ni siquiera eres capaz de retener a alguien como Andrés. Pero yo solo estoy aquí porque vine a despedirme, he cumplido con lo que me pediste. Ahora tienes el derecho de dejarme ir.

Mercedes nunca había sido tan firme, mostró también un gesto de fastidio.

—No entiendo cómo tu madre adoptiva pudo criarte tan maleducada.

Apreté los puños, las manos me temblaban sin control.

—También sobre mi madre… y sobre la tía García, espero que cumpla pues su promesa.

Mercedes levantó una ceja.

—¿Ah, sí? ¿Y qué fue lo que te prometí?

La miré, incrédula.

—Usted dijo que mientras yo me casara con Andrés y tuviera un hijo para la familia Álvarez, mantendrían a mi madre bajo tratamiento en el hospital.

—¿Y qué pasa entonces con Mateito?

Dejó la taza sobre la mesa con despreocupación.

—No te has dado de cuenta que Mateito te odia tanto que seguro prefirió quedarse con su padre, ¿cómo harían los Álvarez para recuperar el cariño del niño?

Me quedé sin palabras.

Después de un largo silencio, hablé con la voz casi rota:

—Mateito adora a Camila. Lo escuché con mis propios oídos decir que quiere que anhelaba que ella fuese su mamá. Por eso, si Camila y Andrés forman una nueva familia, entonces Mateito seguirá siendo parte de la casa de Álvarez.

—Después de todo, es lo que todos ustedes esperan, ¿acaso me equivoco?

Al decirlo, yo también me estaba hiriendo a mí misma.

No hay dolor más grande para una madre que darse cuenta de que su propio hijo no la ama.

Por eso......

Voy a recuperar mi amor propio, poco a poco tenía que recomponer mis pedazos rotos de corazón.

Tal vez cuando ya estuviese remendado, el corazón ya no duela tanto.

Después de mi negociación con Mercedes, al final aceptó mi divorcio con Andrés.

—Por cierto —dijo Mercedes con indiferencia, —tu madre adoptiva ha mostrado algo de mejoría y ella quiere verte.

—Está bien.

En ese momento me invadió un recuerdo del día en que volví a la casa de los Álvarez.

Había odiado a mi mamá con todas mis fuerzas. Odiaba que me hubiera dejado y entregado a una familia tan fría.

Luego supe que estaba enferma. Y no tenía dinero para curarse, ni para mantenerme.

Por eso al final, encontró a mi madre biológica y decidió devolverme a su lado.

Pero mi madre biológica no me amaba. Aún recuerdo aquella tarde en la que doña Rosario me llevó a la casa.

Camila, con los ojos rojos de tanto llorar, estaba allí a un lado.

—¿Eres acaso… mi hermana? —me preguntó, con la voz temblorosa.

Desde pequeña había ayudado a mi mamá a vender cosas en la calle, y por eso había conocido a toda clase de personas.

Así que, desde el primer momento, pude notar que no le hacía ninguna gracia mi llegada.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo