La Madre Renegada y el Nuevo Comienzo
La Madre Renegada y el Nuevo Comienzo
Por: 97MIng
Capítulo 1
Me buscaron solo para reemplazar a la falsa heredera en un disque matrimonio, pero en realidad lo que no sabían era que yo soy esa verdadera hija que estaba reemplazando.

Por eso la noche en que me comprometí con Andrés Castro, él me besó y me prometió:

—Verónica, dame un hijo y yo te daré en cambio un dulce hogar.

Fue por esa precisa promesa, arriesgué mi vida para dar a luz a su primogénito, Mateito.

Soñaba con tener un hogar propio de verdad y ser feliz con una bonita familia.

Hasta que años después, se le dio por aparecer a la supuesta falsa hija tomando de la mano a mi mateito mientras él niño le decía:

—¡Qué bonito sería si tú señorita Camila fueses mi mamá! —Si ya dejo ser el hijo de la amargada de mi mamá, ¿vendrías tú a ser mi mami entonces?

La impostora solo se reía, mientras que Andrés los miraba con ternura desde un lado, como si ellos fueran una verdadera familia, mi familia.

......

Andrés regreso a casa a media noche con Mateo.

Yo sentada en el sofá, solo miré el reloj.

Doce y cinco en punto. Me armé de valor y le dije tímidamente:

—No deberías andar develando al niño hasta tan tarde. Mañana él tiene que ir a la escuela.

Mateito hizo una mueca de disgusto:

—Las otras señoras nunca se meten de metiches, solo tú lo haces.

—Yo soy...

Quise decirle que lo hacía porque soy su madre, y como madre me preocupaba por él.

Pero las palabras se ahogaron en mi boca, sintiéndome agotada de esa actitud de siempre, preferí mantenerme callada.

Mateito bostezó, y Andrés se lo llevó a su cuarto.

Durante todo ese tiempo, Andrés ni siquiera me dirigió una mirada. Luego, se fue directamente a su habitación y cerró la puerta.

Me quedé en el sofá, mirando los papeles sobre la mesa. Tal vez dejar ir sería la mejor opción para ellos.

Con ese pensamiento, suspiré y reuní el suficiente coraje para tocar la puerta de su habitación.

—Adelante.

Su voz indiferente atravesó el silencio de la habitación. Apreté inconscientemente los papeles en mis manos.

Cuando entré, Andrés simplemente coloco una cara de malgenio:

—¿Qué quieres ahora?

El aroma dulzón a loción de mujer inundaba la habitación. Provenía del saco que él había dejado en el sofá.

El mismo perfume que usa Camila Torres, mi tal "hermana".

—Andrés, quiero divorciarme y renunciar a todo.

Finalmente, lo dije. Un peso se liberó de mi corazón mientras le entregaba los papeles del divorcio.

—Me iré sin llevarme nada. Sé que tu madre no me permitirá quedarme con Mateito, así que la custodia será tuya. Solo quiero que me dejes marchar en paz y sin problemas.

Contrario a lo que esperaba, Andrés no mostró enojo, solo respondió con indiferencia:

—Está bien pues, Verónica haz lo que se te dé la gana.

—Firma pues ¿y no te arrepientas.

—Después de esto, aunque te arrodilles y me ruegues, no moveré un dedo por ti.

Asentí:

—De acuerdo entonces, que sea palabra de honor.

Andrés firmó rápidamente, como si hubiera estado esperando este momento desde hace tiempo.Me entregó los documentos y pregunté:

—¿Cuándo podemos ir al registro?

Revisó el calendario.

—Pasado mañana.

—Bien entonces.

Cuando ya iba a salir, su voz me detuvo.

—Y por cierto, no necesitas volver a ver a Mateo. Lo criaré bien.

—De acuerdo, no regresaré —respondí con firmeza.

Sí, he vivido confundida durante demasiados años en el infierno de esta familia perdida.

Con la boba ilusión de creer que aquí podría tener un hogar. Pero ya es hora de despertar de ese sueño.

Esta vez, no es que ellos me estuviesen rechazando. Soy yo quien ha decidido dejarlos.

No tenía muchas cosas en casa de los Castro, así que empaqué rápido los pocos chiros que tenía.

Andrés ni se inmuto a salir de su habitación a decir adiós.

Con mi maleta, tomé un taxi hasta la casa de los Álvarez. Al llegar, me quedé parada en la puerta, dudando por un momento si tocar o no. Finalmente, toqué el timbre.

La puerta la abrió doña Rosario.

Cuando me vio, su expresión se tensó un instante, pero luego murmuró con incomodidad:

—Señora, Verónica ha vuelto usted. Pásele.

Desde la entrada, apareció Camila con una sonrisa radiante.

—Hermanita, ¿por qué volviste?

Intentó tomar mi maleta, pero doña Rosario la detuvo con una sonrisa indulgente:

—Señorita, déjeme esos menesteres a mí. Yo me encargo.

—No te preocupes, Rosario. Quiero aprovechar para hablar un rato con mi hermana.

Camila siempre habia sido muy carismática y fácil de hacer amigos y atraer personas por su personalidad.

Mientras hablábamos, bajó lentamente desde el segundo piso Mercedes López de Álvarez, la patrona de la casa de los Álvarez y mi madre biológica.

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