El restaurante ofrecía un concierto de mucho ritmo y cadencia, con una conocida orquesta, para que sus comensales pudieron disfrutar de la música en su pista de baile. Apenas la agrupación comenzó a ejecutar una contagiosa salsa, Brown me jaló precipitadamente de la mano. -Bailemos, la noche es joven-, me dijo entusiasmado, haciendo brillar sus ojos y con la cara pintada de fiesta. -Ay, estoy con sueño, mejor me voy a mi casa-, intenté escapar del compromiso, pero él no me dejó. Literalmente me arrastró a bailar. Brown me tomó de la cintura con absoluta confianza, incluso bastante atrevido. Él se deleitaba con mis ojos, se encandilaba con mi sonrisa, y me avasallaba con sus pupilas tan masculinas y su sonrisa viril que me eclipsaba y obnubilaba y encendía los fuegos de mis entrañas. Parecía un soldado romano, imponente y gallardo, con su impecable armadura, haciéndome sentir muy excitada a su lado, juntando los dientes y envuelta en fuego. -Le soy sincero, Andrea, me gust
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