Capítulo 22

Y fue que Davids, efectivamente, me atacó en busca de vengar la afrenta de haber sido mejor que él y cobrarme de que lo echaran de la clínica, bastante tiempo después de aquel incidente. Yo no lo esperaba e incluso había bajado la guardia. Ya me había olvidado por completo de sus amenazas y estaba abocada a la atención de mis pacientes.

Ese jueves, como todas las tardes, habíamos sacado a los pacientes de sus habitaciones para que caminen un poco por los jardines, se distraigan, conversen, se relajen y se diviertan. Yo estaba con Hughes y le contaba algunas tradiciones de Lituania, de su música, de sus comidas, cuando de repente se apareció Davids con un enorme cuchillo de cocina, echando humo de las narices y con los ojos inyectados de rabia. Se había infiltrado a la clínica por el patio posterior de la clínica y se metió aprovechando que la lavandería estaba desierta a esa hora.

-¿Pensaste que me había olvidado de ti, perra?-, dijo amenazante Davids, haciendo blandi
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