Me entusiasmaba mucho el portal de poemas en la que ya venía recibiendo miles de likes de los poemitas que a veces escribía, con comentarios, críticas, mofas y también loas y ánimos que me daban para que siga escribiendo. Eso me emocionaba bastante y me motivaba a seguir garabateando versos sencillos, cantándole al amor y a los hombres, je je je. Uno de los internautas, incluso, me proclamó como la poetisa del siglo XXI. Me dio bastante risa pero también lo sentí como sui hubiera recibido un diploma al mérito. Por lo menos mis poesías conmovían a la audiencia, me decía animosa y afanosa, a la vez por mi repentino éxito. Así, con mi ego al tope, sintiéndome una gran literata, escribí un nuevo poema, el que hice pensando mucho en Marcus Green. En realidad, lo había garabateado toda la noche, imaginando sus besos y caricias de él, excitada y extasiada al máximo. Le puse "Estando contigo". Eran versos tiernos, con mucho sentimiento, algo espontáneo que me brotó del corazón pensa
Justo timbró mi móvil. Era Mercedes Green, la mamá de Marcus. Me invitó muy solemne y ceremoniosa para tomar el té de las tres como se estila en Escocia. -Mi hijo me insistió mucho para que vinieras-, me dijo subrayando sus palabras como lo hacía ella siempre. Me duché y me arreglé bien, dejé mis pelos sueltos, me puse un jean muy pegadito, botines vaqueros con flecos y una blusa floreada verde. Me colgué además una canasta. No esperaba hacer apuntes, simplemente quería departir con los Green y pasarla bien a su lado. Fui en mi carro y el valet me hizo pasar hasta la puerta de la casa. Los perros al principio me ladraron, pero después me hicieron fiesta, saltando, moviendo las colas, y lanzándose de pancitas. -Ya mis niños, también me alegra verlos-, les decía contenta mientras ellos me llenaban de saliva toda la cara. Marcia me esperaba, como siempre, sonriente, con la puerta abierta. -La señora Green y el joven Marcus la esperan en la estancia-, me dijo muy efusiva. La verda
Cuando llegué a la casa, encontré que habían muchos mensajes de "Flecha" en mi laptop. Me había hecho un poema, incluso, y esperaba respuestas y comentarios míos. Me lancé a la cama y leí los versos. La poesía se llamaba "Amarnos". Me pareció linda. -No digas nada, solo quiero probar tus besos y enredarme en el rubio de tus pelos. No hablemos, solo deseo prender tus ansias y arder como un bonzo en tus llamas. No perdamos tiempo, solo entreguémonos en el encanto de nuestros cuerpos desnudos. No hagamos otra cosa, que amarnos y disfrutar de nuestros besos y caricias y toda nuestra erótica pasión- Ayyyy, suspiré encantada, tirada sobre mis almohadas, golpeando, febril mis rodillas, jalando mi pelo, mi corazón repicando como campanadas dentro de mi pecho y pensando en los ojos radiantes y hermosos de Marcus Green. -Acaso él me hubiera cantado esos versos-, me dije, incluso, sumida en la excitación y el fuego chisporroteando por todos mis poros. En mi emoción
-Me gusta cómo ha venido tratando a Peña-, me dio alcance el doctor Brown cuando me dirigía donde un paciente que tenía muchas dificultades para hablar. Pese a que no presentaba problemas de dientes o encillas o de las cuerdas vocales, se enredaba demasiado, hilvanaba mal las frases y finalmente no se le entendía nada lo que decía. Ya llevaba tres años emitiendo tan solo en sonidos guturales. Para él su forma de hablar era normal incluso estaba seguro que se hacía entender y hasta charlaba animadamente, riendo y contando chistes que, obviamente, nadie entendía. -Son casos que requieren paciencia y calidez, nada conseguimos medicando a los pacientes, es simplemente dilatar los problemas y no solucionarlos-, le dije riendo coqueta a Brown por sus elogios. Brown sabía que era la oportunidad para una cita. Lo leí en sus ojos. -Los dos estamos libres el viernes, Andrea, ¿te puedo invitarla a cenar?-, se atrevió finalmente. Hacía buen tiempo que estaba muy interesado en mí. Yo le gus
El restaurante ofrecía un concierto de mucho ritmo y cadencia, con una conocida orquesta, para que sus comensales pudieron disfrutar de la música en su pista de baile. Apenas la agrupación comenzó a ejecutar una contagiosa salsa, Brown me jaló precipitadamente de la mano. -Bailemos, la noche es joven-, me dijo entusiasmado, haciendo brillar sus ojos y con la cara pintada de fiesta. -Ay, estoy con sueño, mejor me voy a mi casa-, intenté escapar del compromiso, pero él no me dejó. Literalmente me arrastró a bailar. Brown me tomó de la cintura con absoluta confianza, incluso bastante atrevido. Él se deleitaba con mis ojos, se encandilaba con mi sonrisa, y me avasallaba con sus pupilas tan masculinas y su sonrisa viril que me eclipsaba y obnubilaba y encendía los fuegos de mis entrañas. Parecía un soldado romano, imponente y gallardo, con su impecable armadura, haciéndome sentir muy excitada a su lado, juntando los dientes y envuelta en fuego. -Le soy sincero, Andrea, me gust
La pasé de maravillas con la señora Rosemary. Primera vez que sonreía. Le contaba de que mi vida se había tornado en un gran caos y que de repente hasta cuatro hombres me cortejaban, querían enamorarme y me ansiaban pero que yo estaba perdidamente enamorada de otro tipo que, sin embargo, era indiferente conmigo aunque yo lo soñaba, lo ansiaba y lo deseaba con locura por lo que mi vida era una gran tormenta. Rosemary sonrío largo. -Me recuerdas mucho a mí, Andrea, yo también tenía muchas dudas en cuanto a los hombres y sentía que varios chicos me perseguían y querían mi amor-, me dijo, mientras tomábamos un lonche en la terraza de su casa. Su hija nos había servido café y ella misma preparó pastelillos. Le salieron deliciosos, incluso me chupé los dedos, je. -Al final opté por el papá de Betty y creo que no me equivoqué porque fue un hombre maravilloso-, me dijo Rosemary. Pese al inmenso dolor y el trauma que le había afectado viendo morir a su esposo, sin embargo la noté tranqu
En la clínica encontré esa noche dos novedades: las medicinas prohibidas y que se expendían bajo recetas seguían desapareciendo de los depósitos de farmacia y que que Hughes había empujado de mala manera a uno de los enfermeros, furioso y convertido, nuevamente, en un energúmeno. ¡¡¡Rayos!!! me molesté. Frederick tenía muchos altibajos y eso me preocupaba. A veces estaba bien y en otras se tornaba nuevamente muy explosivo. Cuando se suponía iba en franca mejoría tenía esos exabruptos que alarmaba a todos. Al doctor Karlson lo encontré muy misterioso, saliendo del depósito de farmacia con la cara de asustada, llevando una caja entre las manos mirando a todos lados, como si algún fantasma lo estuviera persiguiendo. Me pareció sospechoso. Apenas me vio, me abordó en forma precipitada y me dijo de que la reacción de Hughes había sido muy virulenta, que estalló de repente y empujó al enfermero cuando quiso arreglar su cuarto. -Creo que no quería que vieran sus dibujos, pero el enfe
Tenía turno de madrugada, como les conté. Cerca de las tres, decidí tomar un café en mi consultorio, así es que me serví de la máquina expendedora y al cruzar por gerencia escuché un leve sollozo. Me extrañó. Provenía del despacho de Brown. -¿Quién es el que está tan tarde en la clínica?-, arrugué mi naricita. Pensé que a lo mejor era Karlson traficando con más medicinas o que quizás Davids había osado infiltrarse nuevamente en farmacia, así es que picada por la curiosidad entré y ¡plop! encontré llorando a Jacqueline Howard, la secretaria de Brown. Tenía sus ojos duchados en lágrimas. -Lo siento que entre así, ¿te puedo ayudar?-, le pregunté a ella desconcertada mirándola, incluso, con la boca abierta, tratando de adivinar sus emociones. Jacqueline era muy distante, no hablaba mucho con las doctoras ni las enfermeras, menos conmigo, y se abocaba a hacer su trabajo. Yo había hablado muy poco con ella. Ella no me contestó, apagó su laptop y empezó a guardar sus cosas. -Tenía tra